domingo, 20 de marzo de 2016

DOMINGO DE RAMOS


DOMINGO DE RAMOS
LA PASIÓN DE JESÚS
"Ciertamente este hombre era justo"
Por el P. Clemente Sobrado


San Lucas en el Capítulo 23, versículos del 1 al 49 (Hacemos una lectura abreviada)

Llegados al lugar llamado Calvario, le crucificaron allí a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda. Jesús decía: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen.” Se repartieron sus vestidos, echando a suertes. Estaba el pueblo mirando; los magistrados hacían muecas diciendo: “A otros salvó; que se salve a sí mismo si él es el Cristo de Dios, el Elegido.” También los soldados se burlaban de él y, acercándose, le ofrecían vinagre y le decían: “Si tú eres el Rey de los judíos, ¡sálvate!” Había encima de él una inscripción: “Este es el Rey de los judíos.” Uno de los malhechores colgados le insultaba: “¿No eres tú el Cristo? Pues ¡sálvate a ti y a nosotros!” Pero el otro le respondió diciendo: “¿Es que no temes a Dios, tú que sufres la misma condena? Y nosotros con razón, porque nos lo hemos merecido con nuestros hechos; en cambio, éste nada malo ha hecho.” Y decía: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino.”Jesús le dijo: “Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.” Era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. El velo del Santuario se rasgó por medio y Jesús, dando un fuerte grito, dijo: “Padre, en tus manos pongo mi espíritu” y, dicho esto, expiró. Al ver el centurión lo sucedido, glorificaba a Dios diciendo: “Ciertamente este hombre era justo.”

Reflexión


La historia de la Pasión que leemos hoy como introducción a la Semana Santa es una historia donde solo hablan los hombres porque Jesús guarda silencio. Sólo alguna que otra palabra. Donde más habla es en la cruz, esas que llamamos las siete palabras. Lucas pone en boca de Jesús tres palabras: La del perdón, la de la promesa al buen ladrón y la entrega de su espíritu en manos del Padre, pero Lucas tiene un detalle: la muerte de Jesús está sellada con la confesión de fe del Centurión Romano, un pagano que reconoce a Dios en la Cruz.

Las tres Palabra citadas por Lucas son realmente divinas y humanas. Divinas porque sólo Dios puede olvidarse de sí mismo y de sus sufrimientos para seguir pensando en el hombre. Sólo Dios puede morir perdonando, que es el mejor oficio de Dios. Y sólo Dios es capaz de abrir a la esperanza de la salvación a un facineroso que muere a su lado. Morir regalando esperanza. Y sólo Él es dueño de la muerte. Por eso sólo Él es capaz de vencer a la muerte entregando voluntariamente su espíritu en las manos del Padre.

A la vez, son palabras profundamente humanas. Revelan la gran sensibilidad de Jesús hacia el dolor de los demás. Revelan que se puede morir olvidándose de su muerte para dedicar sus últimos momentos a quienes están necesitados de perdón y de esperanza. Por eso mismo, la Semana Santa no podemos vivirla sin sentirnos solidarios con los demás. La Semana Santa es un diálogo con Dios y con los hombres, un compromiso con Dios y con los hombres. Porque es la gran semana del amor. Un amor capaz de ganar nada menos que el corazón de un pagano, el Centurión Romano.

Recomendamos ver el testimonio del actor JIM CAVIEZEL que interpreta a Jesucristo en la pelicula LA PASIÓN.

https://www.youtube.com/watch?v=qYXypTug4ys

Fuentes
La Iglesia que camina
Medita en Paz
Youtube

domingo, 13 de marzo de 2016


QUINTO DOMINGO DE CUARESMA
LA MUJER ADULTERA
“Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.”
Por el P. Clemente Sobrado


San Juan  8, 1 al 11:

Jesús se retiró al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a las adúlteras. ¿Tú qué dices?” Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra.” E inclinándose de nuevo, seguía escribiendo en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se fueron escabullendo uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: “Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?” Ella respondió: “Nadie, Señor.” Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más.”

Reflexión

El pasado domingo era el hijo que se largó de casa y quiso vivir su propia vida a su aire y estilo, hasta que la vida misma lo hundió como persona y le hizo soñar de nuevo en el calor del hogar. Hoy el Evangelio nos presenta una escena terriblemente dolorosa, por una parte, y, por otra, tremendamente humana, tierna y divina. Una mujer sorprendida en adulterio. Una escena con tres tipos de personajes.

Una mujer sorprendida en pecado y con la muerte pendiente sobre su cabeza. Unos escribas y fariseos acusándola y, con las manos llenas de piedras, dispuestos a apedrearla. Además, un Jesús sereno y tranquilo, dispuesto siempre a defender al débil que ha caído y dispuesto siempre a levantarle. Allí, el padre recibe entre besos y abrazos al hijo que vuelve a casa, aquí Jesús dispuesto siempre al perdón y devolver a la vida a la que los hombres están dispuestos a apedrear.

Tendríamos que entrar en el corazón de cada uno de estos tres personajes. Al margen de lo que puedan ver los ojos, será necesario meternos dentro de cada uno de ellos.

Una mujer hundida en la vergüenza, temblando de miedo ante la dureza y la incomprensión humana. Unos hombres siempre dispuestos a escandalizarse de los pecados de los demás, siempre dispuestos a juzgar y condenar a los otros. Además, un Jesús, siempre dispuesto a amar, a perdonar, a salvar, a tender sus manos para levantar al que ha caído.

Misterio del corazón humano, del tuyo y del mío. Misterio de debilidad. Misterio de dureza para con los demás. Y misterio del corazón de Dios que solo sabe amar y perdonar o, como escribe el Papa Francisco: “La credibilidad de la Iglesia pasa a través del camino del amor misericordioso y compasivo.” “El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueve e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza.” Sin el testimonio del perdón, sin embargo, queda solo una vida infecunda y estéril, como si se viviese en un desierto desolado. Ha llegado de nuevo para la Iglesia el tiempo de encargarse del anuncio alegre del perdón. Es el tiempo de retornar a lo esencial para hacernos cargo de las debilidades y dificultades de nuestros hermanos. El perdón es una fuerza que resucita a una vida nueva e infunde el valor para mirar el futuro con esperanza. (Bula 10)

domingo, 6 de marzo de 2016



CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO
"Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."
Por el P. Clemente Sobrado


San Lucas en el Capítulo 15 versículos del 1 al 3 y del 11 al 32:

Los publicanos y los pecadores se acercaban a Él para oírle, y los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: “Este acoge a los pecadores y come con ellos.”

Jesús les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde." Y él les repartió la hacienda. Pocos días después el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano donde malgastó su hacienda viviendo como un libertino.

Cuando hubo gastado todo, sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad. Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que le envió a sus fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su estómago con las algarrobas que comían los puercos, pero nadie se las daba.

Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros." Y, levantándose, partió hacia su padre. “Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.

El hijo le dijo: "Padre, pequé contra el cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo."

Pero el padre dijo a sus siervos: "Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.

“Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. El le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha recobrado sano." El se irritó y no quería entrar. Salió su padre, e intentaba persuadirlo.

Pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha malgastado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!"

“Pero él le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto a la vida; estaba perdido, y lo hemos encontrado.”

Reflexión

Queridos amigos: En este Cuarto Domingo de Cuaresma leemos la parábola del hijo pródigo. En este capítulo de Lucas hay tres parábolas de la misericordia. El hijo que se va, la oveja perdida y la moneda perdida. En estas “parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo lo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón”. Así se expresa el Papa Francisco. Prefiero llamarla “la Parábola del corazón del Padre Dios”. Claro, sin prescindir del hijo menor que se largó de casa, ni del hermano mayor, que trabajaba y estaba en casa, pero que nunca descubrió ni su amor filial ni su amor fraterno.

Ambos hijos pertenecen al mismo cuadro que quiere revelar al corazón de Dios. El corazón de Dios para con aquellos que prefieren su libertad a estar con el Padre y el corazón de Dios que trata de convencer a los de casa de que lo fundamental es el amor y no la obediencia a la ley ni comerse un cabrito con los amigos.

Es para leerla desde la propia vida y que cada uno nos situemos en el lugar que nos corresponde: de hijo menor, de hijo mayor o de Padre.

No sé en cuál de ellos os situaréis cada uno de vosotros. Mi ilusión sería poder tener el corazón del Padre, capaz de amar a los que se van y regresan oliendo a chanchos, y capaz de amar al hijo mayor que no entiende de amor ni entiende de fiesta ni entiende de fraternidad. La intención de Jesús es revelar el corazón de Dios por encima de la pobreza de nuestros corazones.
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