SEGUNDA PARTE
Capítulo dos
LA MECHADERA
A pesar de lo muy poco que estuvo Jorgito en el cuarto C, algunos alumnos no dejaban de reconocerlo y pasarle la voz durante la formación ya el mono no lo trataba como al inicio cuando se cruzaban. Cuentan que al momento del cambio de salón de Jorgito, varios muchachos de ese salón no lo dejaron en paz durante un buen tiempo y lo sonaron repetidamente por abusivo, entre ellos estaban El Chino Espinoza un delgado muchacho de más de un metro ochentaicinco con pinta de basquetbolista, Larrosa otro de los mayores del colegio, el gordo Vásquez y otros más que su comportamiento resultaba más alturado frente al de la mayoría de grandotes y trataban de hacer justicia en el colegio.
Sucedió que al tercer mes del año escolar, ingresaron provenientes de otros colegios marginales, nuevos alumnos que se repartieron en los distintos salones del colegio, algunos grandazos venían de horarios nocturnos, así llamaba la atención un grupo de maleados que trataban de lornear a los más pequeños, al poco tiempo ya se rumoreaba que a la salida en el segundo piso de uno de los pabellones en construcción se agarraban a uno que otro chibolo para abusar de ellos…
Sucedió también, que a la salida de clases se había formado un cerco humano de escolares y curiosos que observaban a uno de estos nuevos un tal Balbuena (uno de los lideres de estos) se encontraba frente al chino Espinoza en una bronca pactada a la salida del colegio, las barras entremezcladas de uno y otro arengaban a los contrincantes bajo una tensión general tremendamente dramática. Balbuena apodado Mandibulín daba vueltas alrededor del Chino intentando golpearlo una y otra vez. Al intentar repetidamente darle un puñete o una patada quedaba desairado y las burlas de la concurrencia se habían más notorias. Desquiciado al no haber logrado hacerle daño a puño limpio, saco de la forma más inesperada una chaveta, con la cual intento varias veces cortar al chino, este solo lo miraba y esquivaba sus ataques, bajo un claro dominio de artes marciales, con la mirada fija e inmutable tuvo la suficiente paciencia en esperarlo hasta que de una patada voladora desarmo al maleante. Al verse sin arma y temeroso frente al Chino que había tomado el arma, cogió a un niño pequeño y cual escudo humano trató, cubriéndose con él, darle alguna patada o puñete a su descuido. El Chino arrojo la chaveta y tras el forcejeo le quito el niño a Balbuena no sin antes propinarle un certero golpe en la cara que lo mando dormir inmediatamente.
Sus compinches se llevaron medio grogui al maleado muchacho y tras lo sucedido los comentarios fueron de diferente índole. Unos decían que lo habían pescado al maleado abusando del niño y que el chino lo había llevado hasta fuera del colegio para sonarlo, otros que se estaban peleando por la carnecita fresca del colegio de al lado, otros que simplemente la antipatías entre ambos ya había explotado. Lo cierto es que después de esa tarde nadie de los observadores dejaba de estar convencido que aquel colegio no albergaba a niños inocentes solamente sino se trataba de un colegio de muchachos maleados con futuro delincuencial.
Los días subsiguientes en el colegio solo se hablaba de la mechadora del Chino y Mandibulín Balbuena, no pareciendo importante las razones y el espectáculo bochornoso en la calle. Era ya la salida del día viernes de esa semana cuando el Americano y dos amigos Jorge Lévano y Moisés Vivaldi, se quedaron unos minutos más a la salida al quedarse retrasados al copiar las tareas de la pizarra, cuando al terminar decidieron echar un ojo en el segundo piso del pabellón en construcción.
De forma sigilosa los tres niños subieron por las escaleras y con mucho cuidado, en el más absoluto silencio, observaron tras una de las paredes como dos facinerosos entre dieciocho y veinte años con los pantalones abajo abusaban sexualmente de dos niños pequeños de los primeros años de primaria. Ante semejante espectáculo el rumor entre ellos, interrumpió bruscamente a los degenerados en su acto violatorio quienes sorprendidos y asustados intentaron levantar sus ropas y uno de ellos les grito un ¡Hey carajo! Y Jorge y sus amigos salieron disparados como alma que lleva el diablo, muy asustados y sin saber qué decir de lo que habían observado corrieron y corrieron y ya lejos del colegio decidieron no contar a nadie lo que habían visto por temor a la venganza de aquellos corrompidos. Era en verdad totalmente inesperado para ellos lo que vieron a pesar de los rumores que ya hablaban de estas bestialidades en ese centro educativo.
Esta historia continuará
El Dr. Joe 90
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si deseas, déjanos tu comentario