En días pasados y actualmente, la prensa le esta dedicando noticias y entrevistas, a dirigentes, deportistas, jóvenes que la integran y estudiosos sobre el Tema, en respuesta a las graves imputaciones de eventos criminales a las barras de los equipos mas populosos y en bancarrota por la mala gestión de los primeros, y pésima actuación de los segundos, unos y otros, han generado la perdida de fe de los jóvenes barristas.
De un tiempo a esta parte el término "barrista" aplicado al futbol ha tenido un significado y denominación diferente. "BARRA BRAVA" que puede interprestarse como una "barra feroz", "barra rebelde" , etc. y de otras formas pero que sin duda vienen a ser lo mismo.
Bolón y el Ñato son los rostros de dos facciones de la barra brava de Universitario de Deportes, y son los protagonistas del último capítulo de una historia que lleva más de 15 años sin resolverse. Ha tenido que suceder la tragedia de la muerte de la señorita María Paola Vargas para despertar a toda una sociedad que a veces deja pasar y convive con la violencia que se hace cada vez más notoria? No justifico los actos que llevaron a la muerte a la contadora, pero ¿las autoridades se hubiecen "movido" de la misma forma si se hubiese tratado de fulano o mengano, pudiendo estar encarnado en una vendedora ambulante o en un vendedor de periódicos?
El motivo de el presente artículo es buscar el por qué de esta violencia, de este descontrol juvenil. Para esto he solicitado la colaboración de dos prestigiosos sociólogos ex condiscípulos del que escribe y que aportarán por separado durante dos días en que se publique esta nota. Los licenciados Mario Domínguez Olaya y Daniel Zevallos Chávez analizarán según su criterio el problema que estamos viviendo con respecto a la violencia en las calles, pandillaje y barras bravas.
"El tema de las barras bravas y el pandillaje posee una compleja maraña de aristas y es que si le damos un enfoque desapasionado a nuestro análisis nos daremos cuenta que en realidad no son el problema en si sino mas bien el efecto de un problema mayor y estructural que es el de la violencia social, claro está que lo mas próximo a nosotros y lo que en carne propia sentimos a diario son los estragos directos de la muerte y la agresividad a flor de piel en los últimos tiempos.
Entonces, el punto de partida debe ser la conceptualización de la violencia como una variable social presente en la formación del ser humano y la sociedad. Hace varios años, en la década del ‘80, tuve el privilegio de conversar al respecto con el prof. Julio Cotler en San Marcos, eran años muy turbulentos con Sendero haciendo de las suyas todos los días, el prof. Cotler partía del hecho que la violencia siempre ha estado presente en las transformaciones decisivas de las sociedades, ahora bien, la violencia no tiene un cause único sino que tiende a dispararse al margen de los deseos de los individuos y acaba por expresarse en dos sentidos: o la violencia se orienta por el desarrollo cualitativo y progresista de la realidad a través de una revolución, o bien la violencia se convierte en mecanismo de desintegración social; por ello y hablando del Perú en particular, la violencia social permanente que vivimos desde la Conquista nunca se ha expresado en una revolución social sino como un ingrediente de descomposición de la sociedad, es decir de la anomia.
BARRAS BRAVAS Y PANDILLAS
Las barras bravas se remontan a la violencia deportiva en Inglaterra con los Hooligan, término que progresivamente se fue extendiendo por toda Europa para designar al fanático sectario de algún equipo fútbol que hace uso de una violencia desbocada al momento de “alentar” y “defender” su camiseta desarrollando una territorialidad enfermiza, actuando siempre en grupos compactos que pasados los desmanes se diluyen hasta el próximo encuentro estando presente en su accionar el uso indiscriminado de alcohol y drogas lo que los acerca a la marginalidad del lumpen, este fenómeno comienza a extenderse con fuerza por Europa desde la década de los ’50, es decir en tiempos de post 2da. Guerra Mundial, se salía de una gran oleada de violencia a nivel macro y se entraba a una nueva etapa de violencia global con el estallido de la Bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki, además la recomposición geopolítica de las fuerzas en pugna necesitaban válvulas de escape a las tensiones sociales internas de cada país sobre todo de una juventud que eran hijos directos de aquella sangría mundial que fueron canalizadas hacia diversos tipos de fanatismos –entre ellos el del fútbol-, en cierta forma fue una restauración del Circo Romano en pleno siglo XX con la diferencia que las matanzas ya no eran en la arena (canchas de fútbol) sino en las tribunas y por extensión en la vía pública; a este contexto habría que agregarle el inicio de la Guerra Fría, el desarrollo de revoluciones triunfantes en China y Cuba y la posterior intervención militar y derrota de los EEUU en Vietnam.
Toda esta onda expansiva de violencia llegó a las costas de América en la década de los ‘60, Argentina tuvo el infortunio de inaugurar esta escalada el 19 de octubre de 1958 cuando en un partido entre Vélez Sársfield y River Plate en el estadio José Amalfitani en Bs.As. casi al acabar el encuentro se formó una gresca descomunal en la barra de River y la policía no tuvo mejor idea que disparar gases lacrimógenos directamente al cuerpo de los exaltados impactando una de ellas en pleno pecho de Mario Linker de 18 años quien murió en el acto desatándose una ola de violencia inusitada nunca vista en un estadio bonaerense (algo muy similar ocurriría en el estadio Nacional de Perú en 1966 con la diferencia que aquí hubieron centenares de muertos), a partir de entonces comenzó a llamarse “barra fuerte” a los cada vez mas agresivos fanáticos quienes hacían extensivas sus diferencias fuera del Estadio y posteriormente adoptaron la denominación de “barras bravas”; en Brasil comienza a cobrar auge la violencia en el fútbol hacia el año 1969 y se organizan las llamada “torcidas” que serían el equivalente de las “barras bravas”; un detalle interesante es que tanto en Argentina como en Brasil cuando se instauran sendas dictaduras militares fascistas la violencia de la fanaticada también va en ascenso y al ser un fenómeno básicamente urbano este se entreteje y mimetiza con el pandillaje ligado al robo y el consumo de drogas.
En el Perú, el desarrollo de las barras bravas podría decirse que son una seguidilla de la violencia política y social que se desata en la década de los ‘80, de la desastrosa hiperinflación del primer gobierno de Alan García y el posterior festín de la década corrupta de Fujimori y Cía.; es decir un panorama social de descomposición generalizada que dura hasta nuestros días no podía tener una mejor expresión que la violencia desenfrenada del pandillaje y las barras bravas, pero es eso una expresión, un efecto que atraviesa todo el tejido social e institucional, no es la problemática de fondo la cual tiene que ver directamente con el incremento de la enorme brecha entre ricos y pobres, con la gran inequidad económica y social entre peruanos, con la desnutrición crónica y el analfabetismo integral y funcional, con la corrupción de la institucionalidad a todo nivel desde el club de fútbol y la parroquia hasta el propio Estado y sus FFAA, con la debacle moral de la “democracia representativa” que ha generado faenones, aceitadas, “otorongos” y un parlamento con una fauna vil de mata perros, roba luz, roba agua, come pollos, lava pies, plancha camisas, “titulados” que no han acabado el colegio y demás joyitas que seguirán brotando como hongos bajo la lluvia. Y por si fuera poco e esto habría que agregarle el tema de la alienación y despersonalización, de los estados sicóticos que el alcohol y las drogas producen y el caudillismo errático e irracional.
El manejo de la violencia social es una variable muy delicada y si no se da solución integral a las causas que le dan sustento el remedio podría ser peor que la enfermedad, veamos el ejemplo de Centroamérica, en Nicaragua y El Salvador se libró una revolución que duró casi una década, la guerra civil era permanente y no había barrio que no estuviera alzado en armas de uno y otro lado, finalmente la ola revolucionaria pasó y las componendas “políticas” echaron tierra sobre las decenas de miles de personas que habían entregado su vida y su sangre para que varios de los “líderes” de la guerra acabaran sentados en una curul parlamentaria mientras una masa enorme de jóvenes que habían nacido en medio de las balas y las bombas y que habían, casi todos, perdido desde niños a sus padres y seres queridos se encontraron parados ahí, con los brazos cruzados en medio de la calle, sin escuela, sin ocupación, sin esperanza, con hambre y con odio y que resultó de todo ello: la Mara Salvatrucha, la pandilla mas grande del planeta que involucra a 15 mil niños y jóvenes que no llegarán a los 30 años por el consumo de drogas o un balazo en la cabeza y que son capaces de matar sin ningún motivo solo con el fin de ser aceptado en el grupo.
Actualmente en el Perú se ha establecido que entre todas las pandillas del cono sur y este de Lima hacen cerca de 12 mil miembros entre 12 y 26 años de edad, el Ministro del Interior ha salido ahora a vendernos la idea de que se enfrenta el problema empadronando y carnetizando a los barristas, sin embargo nada dice sobre el alcohol y las drogas, sobre la pobreza que es la partera de la violencia, en fin, en este como en otros casos los responsables de la situación siempre acaban por poner a la mula detrás de la carreta".
Mario Domínguez Olaya
Nadie puede negar que esta tragedia nos coloca frente a la impotencia más grande como sociedad, como familias, como estructura, reconocer que coexistimos con una salvaje realidad. La barra brava es una tribu que suple o disimula la carencia de familia, de cariño, es una unidad independiente que forja el espíritu de los jóvenes que necesitan pertenecer a alguien, a algo. No todo barrista es delincuente, no toda barra brava es un nido de criminales, los hinchas forman una legión eufórica que al estar identificados con una causa enrumban sus vacíos existenciales, sus ausencias personales. La psicóloga Carmen Gonzales dijo en su programa radial de RPP, "Empujaron a Paola por el gozo de hacerlo. Jóvenes con violencia extrema propia de quienes sienten desesperanza total: nada bueno pueden hacer porque nada bueno recibieron. Fue la ruptura de las normas esenciales del hombre civilizado".
Ronny Ramos Pérez, alias “Bolón” tiene la misma edad que tenía María Paola Vargas, es decir, es un joven también. La circunstancia los reunió en un mismo lugar, en el mismo momento pero... con cuánta distancia ¿no?. Él forma parte del triste grupo de jóvenes desadaptados, seguramente, que sin tener una estructura familiar, un soporte emocional, económico y afectivo buscan desesperadamente una excusa para gritar su pena, su frustración.
Mañana continuaremos hablando de lo mismo pero desde un ángulo un tanto diferente. Lo cierto que esta preocupación que ahora nos embarga que no sea transitoria y eventual, sino que sea un aporte para mejorar, crear conciencia ciudadana y que nuestras autoridades tomen cartas en el asunto.
Paco Cárdenas Linares
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