EL AUTÉNTICO PAPA NOEL ES DE COCA COLA…
La Navidad es de Jesús
Esta frase la hemos escuchado varias veces, y es real. La figura de “Santa Claus” (en el Perú “Papá Noel, en Chile el “Vejo Pascuero”) es una creación publicitaria de la empresa Coca Cola, la que exige por tanto los derechos de la figura que han creado. Tal vez el conocer esta realidad nos haga reflexionar la manera como la presión de los medios de comunicación y las empresas comerciales están desplazando hacia lugares periféricos a quien debería ser el centro de la Navidad: la figura de Jesús de Nazaret.
Bien pensada, la realidad de Dios todopoderoso haciéndose humano como niño, como necesitado de todo el cuidado porque de otro modo se muere; inculturado en una familia pobre de un pueblo sometido en la periferia del Imperio, es una figura subversiva. Nos arranca de nuestra tranquilidad, nos inquieta, es cuestionadora de nuestra instalación personal y del pecado social. Y si ahora no nos inquieta ni llama a la acción, es porque la hemos sepultado debajo de las barbas de Noel, de las envolturas de los regalos, de las cajas de panetón. Tan es así que en muchas empresas y lugares se habla de las “fiestas”, porque ya no importa la Navidad.
Para quienes no creen en Jesús esto no está mal; es una manera de hacer una catarsis de fin de año, y de poner de relieve valores bonitos como el espíritu de familia y la solidaridad. Pero es hora que los que seguimos a Jesús de Nazaret lo volvamos a poner al centro de nuestras vidas, y de manera especial al centro de esta festividad. Somos los creyentes quienes tenemos más razones para celebrar, porque en este misterio está la razón de nuestra fe.
¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
UNA REFLEXIÓN SOBRE NEWTOWN
No podemos dejar de hacer una breve reflexión sobre el asesinato masivo que tuvo lugar en una escuela de la ciudad de Newtown (Connecticut); un asesinato que empieza por el de sus progenitores y culmina con el de 20 niños y otras personas adultas. Si bien no tenemos los datos de este caso específico, hay varios otros casos similares. Y la pregunta es el por qué.
Más allá de la posible sicopatía del asesino, o de los odios particulares que haya desarrollado con sus padres, hay un entorno social que propicia que estas anomalías acaben en masacres. Podríamos citar algunas como la facilidad que hay en Estados Unidos para adquirir armas; podemos mencionar los video juegos violentos que inmunizan contra la solidaridad y la empatía con el agredido a los niños y jóvenes que los utilizan frecuentemente y que suman puntos asesinando o torturando “virtualmente”; podemos pensar en los programas de televisión y cine en los cuales la muerte del otro es casi una condición para la diversión. Si ahora como sociedad no reaccionamos ante estos factores, más adelante no nos quejemos de las consecuencias.
Juan Borea Odría
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