En Fiestas Patrias salí de viaje hacia Llamellín, en Ancash. El lugar es lindo pero la reflexión en esta oportunidad no es sobre la belleza del Perú, sino sobre el despilfarro que suele hacerse en nuestro país con las inversiones. En este caso me referiré a la carretera asfaltada que une Cátac en el Callejón de Huaylas con Huari en el Callejón de Conchucos. Es la carretera que pasa por Chavín de Huántar, por la que muchos debe haber transitado para conocer el conjunto arqueológico.
Hace dos o tres años fue recién inaugurada: discursos, fotos, entrevistas. Hoy, en muchos tramos la carpeta asfáltica simplemente no existe, y en otros la cantidad de huecos y rupturas obliga a que la velocidad a la que se pueda ir sea muy lenta, amén del peligro al que se exponen los carros al tratar de esquivar los agujeros e irregularidades. El deterioro es tal que exige la renovación casi total del asfaltado, lo que significa que gran parte del dinero invertido en esa carretera ha sido perdido; y perdido en un país pobre con múltiples carencias.
¿Corrupción, negligencia, incapacidad, todas juntas? ¿Las autoridades habrán demandado a los constructores de la obra? ¿Cuál es hasta ahora la reacción de la población estafada?
Estas cosas volverán a suceder mientras haya impunidad para los que las perpetran. Es tarea ciudadana generar conciencia crítica y participar en las acciones que lleven a desterrar de nuestra patria esta actitud.
Juan Borea Odría
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