Hace no menos de una semana tuve una experiencia muy fuerte en los años que llevo caminando por la vida. A veces Dios nos pone situaciones frente a nosotros que registran detalles de un mundo que avanza tan rápido y ligero que no nos damos la menor cuenta de quienes somos y adonde nos dirigimos.
Puede resular esta historia un poco chocante para algunos, espero que no lo tomen a mal, porque el objetivo de publicar este artículo no tiene la intención de hablar sobre lo que me sucedió, ni de que hice o qué no hice, sino la de plantear la imperiosa necesidad de sacarnos la venda de los ojos.
Estaba yo esperando que me instalen un seguro de batería para mi auto. Hugo me había recomendado un lugar en la avenida Los Héroes (Pachacutec) a la altura del llamado "Paradero El Pozo". Necesitaba ese servicio porque era un detalle que había dejado pasar y que era requisito para la revisión técnica vehicular y posterior venta de mi "engreído". Hacía un frío como nunca, la ciudad con el acostumbrado cielo gris y unos toques de garúa un tanto más fuerte que de costumbre; eran las 12.30 pm. y ya mi "estómago comenzaba a cantar". Estaba parado en la esquina con las manos en los bolsillos del abrigo y como a veces uno no tiene esa oportunidad de observar el entorno y de las cosas que suceden en el ir y venir de la gente de la calle, puse mi atención en un anciano reciclador que merodeaba por el lugar, que enterrado entre la basura amontonada escogía lo que le podía servir entre plásticos y cartones, para luego venderlos y así obtener algo de dinero.
Puede resular esta historia un poco chocante para algunos, espero que no lo tomen a mal, porque el objetivo de publicar este artículo no tiene la intención de hablar sobre lo que me sucedió, ni de que hice o qué no hice, sino la de plantear la imperiosa necesidad de sacarnos la venda de los ojos.
Estaba yo esperando que me instalen un seguro de batería para mi auto. Hugo me había recomendado un lugar en la avenida Los Héroes (Pachacutec) a la altura del llamado "Paradero El Pozo". Necesitaba ese servicio porque era un detalle que había dejado pasar y que era requisito para la revisión técnica vehicular y posterior venta de mi "engreído". Hacía un frío como nunca, la ciudad con el acostumbrado cielo gris y unos toques de garúa un tanto más fuerte que de costumbre; eran las 12.30 pm. y ya mi "estómago comenzaba a cantar". Estaba parado en la esquina con las manos en los bolsillos del abrigo y como a veces uno no tiene esa oportunidad de observar el entorno y de las cosas que suceden en el ir y venir de la gente de la calle, puse mi atención en un anciano reciclador que merodeaba por el lugar, que enterrado entre la basura amontonada escogía lo que le podía servir entre plásticos y cartones, para luego venderlos y así obtener algo de dinero.
Pasaban los minutos y el diminuto hombre -que lucía una platinada cabellera muy descuidada; de arapos como vestimenta y que de calzado llevaba tan solo sandalias- se la pasaba tosiendo a cada rato, quizás un síntoma de alguna enfermedad respiratoria sin tratar. Ya con sus dos bolsas de plásticos llenas se movía alrededor de los puestos ambulantes que vendían comida que se encontraban a unos metros del lugar. Después lo ví sentado al filo de la acera con las manos en el rostro, no se si llorando o limpiándose la cara con un pañuelo. Esto hizo que me acercara un poco más a donde se encontraba. Sin saber en realidad si era un reciclador confeso, un orate o un simple indigente, pasaba por mi mente cosas como ¿tendrá familia?, ¿dónde estarán sus hijos?, ¿cómo habrá sido su juventud?, etc., sin embargo permanecía yo ahí sin hacer nada. Es más, nadie se percató de la presencia de aquel hombre. Todos hacían lo suyo, ambulantes, choferes de combi, taxistas, policías, gente de serenazgo, inclusive un sacerdote cruzó la pista muy cerca donde aquel hombre estaba , sin darse cuenta del aludido.
Al rato se incorpora -para esto había transcurrido otros quince minutos más- se dirige al puesto de comida en donde atendía una señora muy obesa y alegre. Se queda parado frente a los comensales como pidiendo un poco de alimento y solo recibe la indiferencia de la que atiende y de los que se encontraban ahí. Después de esto se acerca al otro puesto sin obtener resultados positivos. Ya era mucha humillación, me dió tanta pena que seamos tan indiferentes a veces, acostumbrados a velar tan solo por nuestros intereses que dejamos pasar estas cosas. Nadie se dió cuenta de aquel anciano, no soporté más y me acerqué a él cuando ya estaba en retirada con su cargamento. Logré alcanzarlo y cogiendolo de un hombro le dije: "Tío ya deja esto y anda a casa que te están esperando" (dije esto para hacerlo más natural y que no le choque tanto) y dejé caer algo de dinero en el bolsillo de su viejo saco. En ese momento me ofreció una amable sonrisa y me dijo "Gracias sobrino". De seguro no tenía hogar fijo ni familia que vele por él, estaba muy sucio y emanaba un desagradable olor, por el desaseo y por el "trabajo" que desempeñaba.
Lo vi perderse cruzando la pista entre unas mototaxis muy contento. Pasaron algunos minutos y regresé a mi lugar de observación. En eso la gente comenzó a correr hacia la dirección por donde estaba el anciano. Inclusive el técnico que veía mi automovil salió al encuentro de la gente. Me pareció raro y la curiosidad fue mayor así que también llevado por la sugestión masiva emprendí marcha hacia el tumulto de gente. Fue extrema mi sorpresa cuando vi al anciano tirado en el pavimento, no tuve la necesidad de acercarme mucho, solo vi su mano sangrante y sus bolsas rotas con el contenido por todos lados. Un taxista lo había atropellado y lo había arrojado metros hacía adelante. Había fallecido en el acto....
Al rato se incorpora -para esto había transcurrido otros quince minutos más- se dirige al puesto de comida en donde atendía una señora muy obesa y alegre. Se queda parado frente a los comensales como pidiendo un poco de alimento y solo recibe la indiferencia de la que atiende y de los que se encontraban ahí. Después de esto se acerca al otro puesto sin obtener resultados positivos. Ya era mucha humillación, me dió tanta pena que seamos tan indiferentes a veces, acostumbrados a velar tan solo por nuestros intereses que dejamos pasar estas cosas. Nadie se dió cuenta de aquel anciano, no soporté más y me acerqué a él cuando ya estaba en retirada con su cargamento. Logré alcanzarlo y cogiendolo de un hombro le dije: "Tío ya deja esto y anda a casa que te están esperando" (dije esto para hacerlo más natural y que no le choque tanto) y dejé caer algo de dinero en el bolsillo de su viejo saco. En ese momento me ofreció una amable sonrisa y me dijo "Gracias sobrino". De seguro no tenía hogar fijo ni familia que vele por él, estaba muy sucio y emanaba un desagradable olor, por el desaseo y por el "trabajo" que desempeñaba.
Lo vi perderse cruzando la pista entre unas mototaxis muy contento. Pasaron algunos minutos y regresé a mi lugar de observación. En eso la gente comenzó a correr hacia la dirección por donde estaba el anciano. Inclusive el técnico que veía mi automovil salió al encuentro de la gente. Me pareció raro y la curiosidad fue mayor así que también llevado por la sugestión masiva emprendí marcha hacia el tumulto de gente. Fue extrema mi sorpresa cuando vi al anciano tirado en el pavimento, no tuve la necesidad de acercarme mucho, solo vi su mano sangrante y sus bolsas rotas con el contenido por todos lados. Un taxista lo había atropellado y lo había arrojado metros hacía adelante. Había fallecido en el acto....
Salí confundido del lugar cargado de enorme tristeza, ira y sentimientos muy encontrados. Si bien es cierto que me dí cuenta de su existencia antes de este suceso, me sentí muy mal ya que imaginé cuantas personas como aquel anciano hay por el mundo, por Lima y por nuestra ciudad pidiendo algo de nosotros y no nos damos cuenta. Quizás porque estamos dentro de nuestros vehículos con las lunas levantadas para no ser abordados por vendedores y mendigos -inclusive algunos vehículos portan lunas polarizadas que limitan el contacto con el exterior. Si estamos como transeuntes vamos tan rápido que no observamos nada o casi nada de lo que nos rodea. Corremos de aquí y de allá preocupados tan solo por lo que nos ocurre y atañe; por nuestras responsabilidades y deberes; quizás también por nuestros problemas y dificultades. Yo mismo aquel día me "rompía la cabeza" tratando de dar soluciones a los míos. Uno siempre cree poseer los problemas más difíciles de resolver y a veces ponemos "el grito en el cielo" por algo sin importancia. Es aquí que comparando lo "nuestro" con los de "aquellos", las cosas con un poco de fe y esperanza pueden tener soluciones. Sin embargo el sobrevivir, -como fue el caso del hombre de esta historia- demanda una complejidad por resolver.
Quizás su partida fue el descanso merecido ante tanto "buscar y no encontrar" nada entre sus "hermanos" semejantes. El decirle: "...deja esto y anda que te están esperando..." resulta ahora un tanto una frase premonitoria. El encuentro con la eternidad y el haber estado con él los últimos minutos de su vida en paz y esperanza, hicieron que este suceso lo viera de otro ángulo. Es muy triste haber sido testigo de la indiferencia del ser humano ante situaciones como la expuesta. Nadie, o casi nadie en esa hora que estuve allí reparó en aquel hombre, solo cuando se produjo el accidente corrieron para satisfacer su morbo. Fue en ese momento que sentí pena por la raza humana y verguenza propia por lo insignificante de mi accionar. Hoy mismo vi como una monjita invidente quería cruzar una avenida de Surco haciendo denodados esfuerzos sin que nadie -gente que se encontraba a su alrededor hiciera algo para ayudarla. Evidentemente yo estaba al volante de mi auto y no podía. Esto se repite una y otra vez cerca de nosotros y lo pasamos por alto.
Tenemos que pensar que Dios está presente en el desposeído, en el mendigo y pordiosero, en el encarcelado, en el que sufre, en el enfermo, en el PROJIMO. Como dije en algún artículo anterior, la bondad y la generosidad, tan igual que la verdad nos hace LIBRES Y FELICES. La vida es corta y no debemos negarnos a ser felices, recuerden que la felicidad está en nuestro interior, si no somos felices jamás haremos felices a los demás. Proyectemos lo que somos en verdad, no hagamos cosas por obediencia sino por convicción. Hagamos lo que nos apasiona, vivamos nuestras vidas sin maltratar a los demás, si tenemos éxito compartamos nuestra dicha con el otro, amen a sus familias nunca se alejen de ellos porque este es el peor error que podemos cometer...... El ANCIANO INVISIBLE de mi historia estaba solo en este mundo. Sigamos los designios de Dios no los mandatos humanos, la espiritualidad se refleja en lo interno no en lo externo o material.
Paco Cárdenas Linares
Mucha sensibilidad encuentro en tu relato. Me llegó muy adentro. Te felicito.
ResponderEliminarLos seres humanos a veces nos volvemos inhumanos, creo que los animales son más solidarios...
ResponderEliminarLAS PERSONAS SON INSENCIBLES POR QUE ES ALGO COTIDIANO,PERO SON MUCHAS LAS PERSONAS QUE HAVEMOS ALGO POR ELLOS DESINTERESADAMENTE,TU LO SABES PACO,TE FELICITO Y SE QUE LO QUE HACES LO HACES DE CORAZON.
ResponderEliminarLO IMPORTANTE ES SEMBRAR ESA SEMILLA DE HACER EL CAMBIO,ESTE ARTICULO SOLO ES UNA SEMILLA,PERO YA DEBEN DE HABER MUCHAS MAS SEMBRADAS EN EL CORAZON DE LOS QUE LEEN ESTA COLUMNA.
SIEMPRE HAY ALGO QUE HACER POR LOS DEMAS SIN PENSAR EN RECIBIR NADA A CAMBIO
La vida se ha convertido en una verdadera jungla donde los "grandes" se comen a los "chicos". Es una pena que seamos tan insencibles e indolentes. Muy bueno el post.
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