Escribo esta editorial un par de semanas luego de producidas las "noticias", pues no me interesan tanto los acontecimientos en sí, sino la mentalidad social que ellos revelan.
El primer acontecimiento es la frase "El fútbol es para los vivos" pronunciada por un jugador (la palabra deportista le queda grande) del Cristal para justificar el uso de la mano para robar la pelota al aquero y anotar un gol que determinó la derrota de otro equipo. Él reconoce (no podía ser de otra manera, pues la TV lo muestra con toda claridad) que usó ilegalmente la mano; pero lo justifica como "viveza". Como el árbitro no lo vio, es válido.
En mi reflexión no es el resultado del partido el que interesa; es la actitud del jugador, de su equipo y dirigentes, que refleja lo que la mayoría de la población aprueba: la "viveza", es decir, el uso de recursos tramposos o delictivos para conseguir lo que busco. Esa "viveza" es el ambiente en el cual se desarrolla la corrupción. El gobernante, el funcionario, el comerciante, pueden haber robado, pero como no lo descubrieron, se les felicita porque "la supo hacer".
La otra "noticia" es la que crearon muchos "periodistas" al criticar el vestido que Magaly Solier usó en la ceremonia del Oscar. ¡Cuánta tinta y cuánto papel usado para aparentemente criticar un vestido, incluso con comentarios abiertamente racistas, que ocultan otra actitud nefasta entre nosotros: la envidia. ¡Cuántos de esos comentaristas deben estar molestos por que esa campesina de rasgos andinos haya estado en un lugar donde ELLOS imaginan que les corresponde. Como no pueden decirlo abiertamente, recurren a la burla y el chisme para desacreditar a la que les ha "robado" la figuración (lamentablemente algo corriente en la actitud del peruano promedio). Conste que no opino sobre el vestido porque ni lo vi ni me interesa verlo; lo que siento es orgullo que una película peruana y unos actores peruanos hayan tenido esa figuración.
Es preciso cambiar el sentido común del que estas dos "noticias" son un reflejo; sin este cambio, el Perú no va a ningún lado. Y esto se hace con ejemplos concretos que enseñen la alegría de la franqueza, la honestidad, el aprecio a lo que otros logran. Pienso por ejemplo qué hubiese pasado si el jugador Henry, de la selección francesa, hubiera dicho al árbitro que usó la mano para dar pase a su compañero y que por tanto el gol no es válido. Tal vez su selección no hubiese clasificado.pero el fútbol y la decencia mundial habrían ganado cuánto.
Juan Borea Odría
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