MARISTAS BOYS 78

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
 Porque mi yugo es suave y mi carga ligera
Por el P. Clemente Sobrado

San Mateo  11, 25 - 30:

En aquel tiempo, tomando Jesús la palabra, dijo: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Sí, Padre, pues tal ha sido tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce bien al Hijo sino el Padre, ni al Padre le conoce bien nadie sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. “Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.”

Reflexión

Hoy el Evangelio nos presenta dos momentos en la vida de Jesús. Uno, a Jesús en diálogo de oración con el Padre y, en el otro, una sugerencia para todos nosotros a que comencemos a valorar eso que llamamos “descanso”, tiempo de “ocio”.

Pocas veces los Evangelios sorprenden a Jesús hablando con el Padre. Esos momentos de silencio y oración en los que Jesús desahoga su corazón hablándole de su experiencia al Padre. En este caso, el gozo y la alegría de ver cómo la Palabra de Dios va calando en el corazón de la gente sencilla y no precisamente en el corazón de aquellos que se creen superiores. Es que el estar más arriba no es garantía alguna para que nos abramos más a la Palabra de Dios y al mensaje de Dios. Más bien, son los de abajo, los sencillos, los que significan poco, los más disponibles para abrir sus corazones a la voluntad y a la gracia y el amor del Padre. Es el gran misterio de la gracia. No es el lugar que ocupamos ni en el mundo ni en la Iglesia la que garantiza la docilidad a la Palabra de Dios. El problema no está en qué lugar ocupamos, sino en la docilidad, la nobleza, la limpieza y la sencillez del corazón siempre disponible. En el plano de lo humano, los puestos de arriba dan categoría, pero no son garantía de mayor docilidad a Dios.

En segundo lugar, Jesús que tiene la experiencia humana del cansancio de los caminos, nos hace una invitación a saber reposar, descansar, Regalarnos un tiempo para respirar y dejar que nuestro espíritu se vacíe de tantas tensiones que hoy, elegantemente llamamos el “estrese”. Jesús se da cuenta de que andamos con demasiado cansancio y demasiado agobio en el alma. Nos falta serenidad y tranquilidad interior. Más que el mismo cansancio físico todos llevamos un cansancio interior que no impide la calma interior. Además, nos pide que busquemos el descanso, ese relax interior apoyándonos en Él.

Finalmente nos da o regala un criterio. Que Dios no es de los que echa cargas encima de nosotros. Que a Dios no le gusta vernos derrumbados bajo el peso de las obligaciones, imposiciones y mandatos. Que Dios lo que quiere es vernos ligeros y libres en el camino y que las peores cargas ya las ha llevado Él. Que carguemos con el yugo que Él nos impone porque es ligero y llevadero y no el yugo que con frecuencia nos imponen los hombres, que es pesado.

El que ama no utiliza a los demás. El que ama quiere bien a los demás. El que ama nunca aplasta al otro. El que ama quiere ver libres y felices a todos. El mejor ejemplo el del mismo Dios que “tanto amó al mundo que entregó a su Hijo para que todos se salven por Él”. Tanto el amor como el servicio a los demás es una medicina que cura todas las enfermedades. Además se puede tomar sin receta médica, no tiene efectos secundarios, ni hace falta tenerla lejos de los niños.

Para Jesús eso es posible porque Él siempre estará ahí para que podamos recostar nuestra cabeza en su corazón o en su hombro. Siempre estará ahí para escucharnos y regalarnos una palabra de aliento. De nosotros depende. Personalmente yo recomendaría a todos: “Regalaos diariamente diez o quince minutos para quedaros a solas escuchando el latir de vuestro corazón y la presencia de Dios en él.”

Fuente

La Iglesia que camina