MÁS SOBRE LAS LISURAS
Hace un par de meses, nuestro amigo Paco escribió un artículo sobre las lisuras invitando a debatir al respecto, una cosa u otra no me permitieron seguir la secuencia de este tema, por ello hoy quiero referirme nuevamente sobre este asunto que quiérase o no forma parte de nuestra cotidianidad.
La misma palabra lisura es controvertida por que puede remitirnos a la idea de la tersura de una superficie (referido a algo liso); también puede significar gracia y donaire (“derramaba lisura…”); o también osadía, desparpajo, cinismo (“qué lisura de borrico…”) o quizás la más conocida y utilizada por todos (incluido nuestro estimado presidente Julián): grosería irrespetuosa; o, quién sabe, todas ellas juntas.
Lo cierto es que el tema es bastante amplio y tan antiguo como la misma necesidad de comunicarse del ser humano, sobre todo cuando de comunicar emociones se trata ya que la variedad e intencionalidad es tan diversa que es preciso crear una suerte de metalenguaje para referirnos a lo más profundos del tánatos y eros de nuestro mundo interior.
A mediados de la década de los ’80 tuve la oportunidad de asistir a una conferencia en la Casona de San Marcos donde la ponente era nada menos que la inefable Dra. Martha Hildebrandt, claro está que aún no se asomaba por el horizonte los ojos chinitos y corruptos de don Fuji y Cía. y la Dra. Hildebrandt solo era conocida como una destacada lingüista; su disertación versaba sobre un tema que, se notaba, le apasiona sobremanera: “El lenguaje coloquial y el proceso de lexicalización en las replanas y lisuras”; me acuerdo bien de esta conferencia como si la estuviera escuchando hoy, porque abundó en gran cantidad de ejemplos explícitos lo cual hizo bastante amena la reunión haciendo gala de un gran dominio del tema.
Lexicalización se refiere al surgimiento de nuevas estructuras léxicas (formas de hablar) a partir de palabras o términos que por el uso y las costumbres pierden su significado de origen y adquieren el contenido de una nueva idea, por ejemplo el sustantivo huevo se asocia coloquialmente al testículo del hombre y su derivado “huevón” originariamente nos remitiría a la idea de un testículo grande y todos sabemos que el uso coloquial de esta palabra nada tiene que ver con ello ya que cuando le decimos a alguien “eres un huevón” no nos referimos precisamente a que esta persona vaya por ahí con testículos de dos kilos c/u sino lo que en realidad le estamos diciendo es “eres un tonto”, es más, en este caso incluso pierde su naturaleza de género ya que no solo se usa en masculino sino también se le escucha en su forma femenina: “eres una huevona”. Lo mismo ocurre con el “hijo de puta” que se hiciera famoso cuando al modosito Hernando de Soto se le salió el callejón y dijo que Vargas Llosa era un hijo de puta; como vemos no se refiere precisamente a que alguien haya nacido de una meretriz sino que -y de acuerdo a la región- significa taimado, ladino, astuto y abyecto; y así con todas las lisuras que teniendo un origen sexual (por ej. carajo proviene de carajera que era un aditamento del yelmo de la edad media que protegía el pene y los testículos) o escatológico* (por ej. mierda, excremento) derivan en interjecciones referidas a la subjetividad del individuo y no a su contenido literal.
Algo similar ocurre con las replanas que son las jergas usadas en el mundo marginal y lumpen, pero que, llegado un momento al popularizarse su uso se lexicaliza y se convierten en palabras cotidianamente usadas; por ej. el conocido “tombo” que hoy todos usamos pero que originalmente proviene del lunfardo que usaban los lúmpenes argentinos, estos utilizaban la palabra “tombo” para referirse al policía que a principios del s. XX en su uniforme usaban una gran cantidad de botones y haciendo un juego de palabras e invirtiendo las letras “botón” se convertía en “tombo”, este lenguaje lumpen se hizo, a lo largo del tiempo, de uso cotidiano y dejó de ser usado solo por el submundo de los delincuentes y hoy es común escuchar “me paró un tombo” a cualquier ciudadano en su hablar cotidiano; otro tanto ocurre con el caló gitano en Francia y España que al policía le decían “guindilla” haciendo referencia a su uniforme guinda o “pirarse” para referirse a la fuga.
El desarrollo cultural del hombre se expresa en su forma de comunicarse, y expresa también la calidad de sus relaciones; la actual enajenación tecnológica que tiende a encapsularnos en simplificaciones superfluas y banales nos hace esclavos de un “pragmatismo” inmediatista que va reduciendo cada vez más nuestra capacidad crítica y creadora, por ello me causa gran tristeza escuchar que niños y niñas hagan uso y abuso de las lisuras y groserías como lenguaje cotidiano muchas veces con el aplauso de los mayores que deberían darles mejor ejemplo y ver con mayor frecuencia a jovencitos, casi niños, que para escribir amigo escriben “amix”, te quiero mucho lo reemplazan con “tqm”, por siempre con “p100pre” y así una sucesiva edecadencia del lenguaje que revela una gran agresividad y el peligroso empobrecimiento de las relaciones interpersonales que nos califican como seres humanos.
Por último, la ocasión amerita a preguntarnos: ¿será “rechuflas” un neologismo que ya se ha lexicalizado?, ¿será una novísima lisura en vías de popularización?; yo creo que esta palabra está en pleno proceso de lexicalización, al menos en los Maristas Boys,
la sutileza del eufemismo son producto de años de resistencia para no hablar groserías ni lisuras, incluso a pesar del tormento a lo Túpac Amaru o la pirámide al que era sometido nuestro amigo Julián cuando estábamos en el colegio para obligarlo a decir siquiera ¡mierda! o ¡carajo!; nunca se le pudo arrancar una sola palabra, entonces como autoprotección y mecanismo de defensa ideó el connotado de ¡rechuflas¡ que condensa el universo lisuriento de la cultura peruana. Gran aporte de nuestro presidente.
(*) Escatológíco tiene dos significados uno religioso y otro fisiológico
1) Religioso: Referido al fin del mundo
2) Fisiológico: Relativo a los excrementos
En el artículo se usa la segunda acepción.
Mario Domínguez Olaya
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