29 DE JUNIO: DÍA DE PEDRO Y PABLO El 29 de junio celebramos la vida de dos personas cuyo aporte fue fundamental para la constitución y difusión de nuestra iglesia: a Simón hijo de Jonás, a quien Jesús apodó . Piedra. (Pedro) y a Saulo de Tarso, conocido por nosotros como Pablo. El primero fue un hombre de recio carácter, un líder, en el que los discípulos reconocían la conducción que le otorgaban las palabras de Jesús y su propia personalidad. El segundo fue un individuo apasionado por Cristo, el gran difusor de la Iglesia entre los no judíos, el apóstol de la libertad y el espíritu frente a la rigidez de la norma que no tenía como eje el amor.
La percepción sobre el papel de estos hombres ha sufrido con el paso de los siglos una deformación. En la celebración de esta fecha, y también en un modelo de Iglesia, Pablo ha sido prácticamente olvidado; y en cuanto a Pedro se resalta no tanto la persona que vemos en los Evangelios y en Hechos de los Apóstoles, sino la figura del Papa como cabeza visible de un esquema determinado de organización eclesial que tuvo su momento histórico (que no fue el de los primeros siglos de la Iglesia) pero que no necesariamente corresponde a nuestro tiempo.
Vale la pena recordar que la iglesia es fundamentalmente la comunidad de todos los bautizados en el nombre de Jesús. La manera como se organiza puede variar, de acuerdo a las necesidades de sus integrantes y del mundo en que vive. No podemos .sacralizar. una estructura de organización, sino estar siempre abiertos a la voz de Dios expresada en la Biblia y en la vida del mundo, (los .signos de los tiempos.) para ponerla a su servicio. Esto fue lo que quiso hacer el Concilio Vaticano II en la década de 1960: abrir las ventanas de la Iglesia, que estaba muy cerrada en sí misma y anquilosada en estructuras arcaicas que la alejaban de la historia, para escuchar la voz del mundo y de Dios.
Que nuestro recuerdo de Pedro y Pablo nos anime a los cristianos tener a un papel más protagónico en la vida de la Iglesia, tal como lo quiso Jesús.
Vale la pena recordar que la iglesia es fundamentalmente la comunidad de todos los bautizados en el nombre de Jesús. La manera como se organiza puede variar, de acuerdo a las necesidades de sus integrantes y del mundo en que vive. No podemos .sacralizar. una estructura de organización, sino estar siempre abiertos a la voz de Dios expresada en la Biblia y en la vida del mundo, (los .signos de los tiempos.) para ponerla a su servicio. Esto fue lo que quiso hacer el Concilio Vaticano II en la década de 1960: abrir las ventanas de la Iglesia, que estaba muy cerrada en sí misma y anquilosada en estructuras arcaicas que la alejaban de la historia, para escuchar la voz del mundo y de Dios.
Que nuestro recuerdo de Pedro y Pablo nos anime a los cristianos tener a un papel más protagónico en la vida de la Iglesia, tal como lo quiso Jesús.
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