PEDRO: PIEDRA DE LA IGLESIA
"Y vosotros quién decís que soy yo?”
Por el P. Clemente Sobrado
San Mateo 16, 13 - 20:
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: “¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?”
Ellos dijeron: “Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas.”
Díceles Él: “Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”
Simón Pedro contestó: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.”
Replicando Jesús le dijo: “Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos.”
Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo.
Reflexión
Hoy Jesús se dedica a preguntar y no hace preguntas genéricas ni tampoco intrascendentes. Sus preguntas son directas y van al fondo del ser. “¿Y vosotros quién decís que soy yo?”
Nos cuesta preguntar y más todavía de responder. Huimos de las preguntas. Preferimos distraernos en mil cosas para no tener que cuestionarnos. ¿Cuánto tiempo hace que no nos hacemos preguntas esenciales? Preguntamos por los resultados del fútbol, del voley, preguntamos por los últimos chismes de la política. Al fin y al cabo, siempre preguntas sobre lo que está fuera de nosotros, pero cuánto tiempo hace que no nos preguntamos por nosotros mismos, por lo que somos y tendríamos que ser, por el sentido de nuestras vidas. Partimos de que tenemos fe en Dios, pero cuánto tiempo hace que no nos hemos cuestionado cuál es nuestro Dios, en qué Dios creemos, qué es Dios para nosotros.
Me encantan los niños que lo preguntan todo. Hace ya unos años, un niño de unos seis años se me acercó por delante al confesionario y, muy tiesito él, me clavó una pregunta que nunca me hubiese esperado: ¿Quién es el padre de Dios? ¿Dios tiene padre? Con todas mis teologías estoy seguro de no haberle convencido. Yo que llevo tantos años caminando en la fe en Dios, no pude responder a los interrogantes de un niño que no se daba por vencido y seguía preguntando.
El que pregunta y el que se pregunta, busca su propia verdad y la verdad de las cosas. El que se pregunta vive cuestionándose constantemente; por tanto, vive buscando la verdad.
Diariamente tendríamos que cuestionarnos porque con suma facilidad deformamos la imagen de Dios en nosotros. Cuando damos por supuestas las cosas, significa que no las sometemos a juicio y a crítica y, por tanto, no actualizamos la verdad de Dios en nosotros.
Es posible que muchos sigamos con la imagen de Dios que nos dieron cuando éramos niños. Entonces era válida como niños, pero aquella imagen no nos sirve para hoy que somos adultos. Además, nuestra percepción de Dios depende mucho de la cultura. Una es la experiencia agrícola de Dios y otra la experiencia citadina. Hoy el mundo es más urbano que rural.
Hoy Jesús nos hace una pregunta doble: qué piensa la gente sobre Él y qué pensamos nosotros sobre Él. A la primera pregunta contestaron todos, siempre es más fácil responder por los demás. A la segunda pregunta, Pedro tuvo que salvar la situación y respondió por todos. ¿Nos atrevemos nosotros hoy a responderle qué significa Él nuestras vidas? No digas que crees en Él, di qué significa para ti. Es posible te lleves algunas sorpresas.
Fuente
La Iglesia que camina
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La Iglesia que camina
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