domingo, 18 de septiembre de 2011


LA PARÁBOLA DE LOS OBREROS DE LA VIÑA
 "Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos."
Por el P. Clemente Sobrado


San Mateo  20,  1- 16:
“En efecto, el Reino de los Cielos es semejante a un propietario que salió a primera hora de la mañana a contratar obreros para su viña. Habiéndose ajustado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña. Salió luego hacia la hora tercia y al ver a otros que estaban en la plaza parados, les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo." Y ellos fueron. Volvió a salir a la hora sexta y a la nona e hizo lo mismo. Todavía salió a eso de la hora undécima y, al encontrar a otros que estaban allí, les dice: "¿Por qué estáis aquí todo el día parados?" Dícenle: "Es que nadie nos ha contratado." Díceles: "Id también vosotros a la viña." Al atardecer, dice el dueño de la viña a su administrador: "Llama a los obreros y págales el jornal, empezando por los últimos hasta los primeros." Vinieron, pues, los de la hora undécima y cobraron un denario cada uno. Al venir los primeros pensaron que cobrarían más, pero ellos también cobraron un denario cada uno. Y al cobrarlo, murmuraban contra el propietario, diciendo: "Estos últimos no han trabajado más que una hora, y les pagas como a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el calor." Pero él contestó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No te ajustaste conmigo en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Por mi parte, quiero dar a este último lo mismo que a ti. ¿Es que no puedo hacer con lo mío lo que quiero? ¿O va a ser tu ojo malo porque yo soy bueno?" Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos.”

Reflexión

Una parábola sencilla, pero tras la cual se esconde todo un mensaje y de suma actualidad. Demasiada gente sentada en la plaza por el sencillo hecho de que nadie “los ha contratado”. Hoy traduciría el Evangelio a una realidad de hoy de la que todos somos testigos y que bien la pudiéramos expresar así: demasiados cristianos, demasiados seglares cristianos, bautizados, sentados en la plaza de la Iglesia por la simple razón de que tampoco hoy contamos con ellos.

Hablamos mucho de los seglares pero, a la hora de la verdad, lo seguimos acaparando todo nosotros. Lo cual significa la inmensa fuerza perdida y no envía nada a la viña del Señor. Demasiadas energías y posibilidades desperdiciadas también hoy en la Iglesia, que sólo esperan que alguien pase a su lado y les diga también: ¿Qué hacéis aquí sentados sin hacer nada? ¿Qué hacéis cuando tanto hay que hacer en la Iglesia? ¿No será llegada la hora de contar más con los laicos bautizados y decirles también a ellos: “¡Id también vosotros a mi viña!”

El contexto social es diferente. Hoy Jesús no diría que la gente estaba sentada en la plaza, sino que diría por qué hoy, hay tantos hombres y mujeres que carecen de trabajo o son despedidos de su trabajo y las familias pasan por situaciones económicas tan difíciles.

Es muy bonito lo que dice el Documento de Puebla y que lo retoma el Documento Aparecida: Los laicos “son hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del mundo en el corazón de la Iglesia”. Además añade: “Los laicos también están llamados participar en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado, según las necesidades locales bajo la guía de sus pastores. Ellos estarán dispuestos a abrirles espacios de participación y a confiarles ministerios y responsabilidades en una Iglesia donde todos vivan de manera responsable su compromiso cristiano.” (DA 209 y 211)

La vida siempre será corta para cumplir con todo lo que tenemos que hacer. Por eso, en la viña del Señor entramos todos, nadie tiene por qué pasar al paro. En la vida social, a cierta edad nos jubilan. Para Dios y para anunciar el Evangelio no hay edad de jubilación. Las urgencias pastorales son grandes y es una pena que aún no hayamos valorado suficientemente el bautismo de los laicos que los hace partícipes de los tres dones de Cristo: el don sacerdotal, profético y real. ¿Habrá llegado vuestra hora? “Vayan también ustedes a mi viña” os dice el Señor".

Fuente
La Iglesia que camina

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