SUCEDIO TAMBIÉN...
Capítulo tres
PUÑETES Y ARGOLLAS
Era ya costumbre las constantes riñas, insultos y trompeaderas que sucedían por doquier, todo esto en los momentos que Parra se ausentaba, la tensión entre los nuevos sobre todo era evidente. Advertido este de alguna diferencia entre dos alumnos era frecuente sacarlos al fresco y sin mediar tintas armaba el espectáculo, ¡Si no se entienden de buenas maneras, pues a golpes tendrán que entenderse! No importaban diferencias de tamaño o contextura, entendía él, que solo sacando al frente a los pleitistas los, problemas serían solucionados. Tristes los desventajados quienes terminaban maltrechos y adoloridos, evidenciando más de un moretón.
Al trato dado a la mayoría, un pequeño grupo como de cinco alumnos nunca se les vio en tal situación. Eran burlones, correctamente uniformados, demasiado aseados frente al total de cincuenta y dos alumnos que ocupaban el aula, al hablar Parra con ellos su tono era totalmente diferente al de los demás, mucho más amable y tolerante , quizás hasta paternal, parecía de aceptación total entre el alumnado tal situación, groseramente diferenciada, Jorge advirtió rápidamente todo esto, y buscó de primera instancia acercarse al círculo de tales predilectos alumnos, un vano intento, tras los primeros acercamientos, sus roles ya estaban bien definidos. Miguel Ángel Dóminos, de gruesos anteojos, contextura mediana, casi del mismo tamaño de Jorge, con pinta de estudioso, aunque tras cada intervención no parecía ser destacadamente más inteligente que los demás, era petulante pretendía siempre mostrarse como voz autorizada en las discusiones. José Castrillón, mucho más bajito mostraba más mesura en sus participaciones, solía ser el más sociable, futbolero y andaba muy seguro en el salón, tenía su hermano mayor en el Quinto A, quizás era una de las razones por la cual era bien considerado, José Padilla, era el típico sobón, sin que nadie se diera cuenta, llevaba siempre un presente de su madre al profesor. No era en definitiva, más sobresaliente, que los demás, no dejaba de ser vulgar y maleado pero de forma más sutil, tenía a su hermano mayor Juan en el mismo salón, no solían andar juntos, el segundo era si definitivamente un maleado descarado, vulgar y despreciable, se pasaba el tiempo en el salón tratando de mariconear a más de un débil, sin ser físicamente mejor dotado, se dejaba notar el ser dos o tres años mayor. Otro Miguel Ángel pero de apellido Quispe, fue quien mejor congenió con Jorge, le llamaban despectivamente Serrano, resultaba ser un alumno promedio. El quinto era Javier Oblitas, repitente ya señalado, compartía aulas con el grupo desde el segundo año, antes de lo cual repitió muchas veces los años anteriores, jugando futbol era sobresaliente, veloz y muy hábil a la hora de manejar el balón, bien podría haber terminado jugando a corto tiempo en un equipo profesional.
En sí no eran un grupo, se sentaban cerca entre ellos pero solo los tres primeros eran de alguna manera allegados, Quispe y Oblitas se mostraban un poco más distantes a ellos.
Resultó que la mamá de Dóminos, brindaba a Parra y otros profesores, desayuno y almuerzo hasta inclusive hospedaje, siendo esta relación muy estrecha y explicaba muy bien ese trato diferenciado para el muchacho. De la misma forma los padres de Castrillón, eran asiduos concurrentes al colegio, miembros conspicuos de la asociación de padres de familia, no dejaban de apoyar las acciones de Parra bajo la premisa de ser un muy buen docente egresado de la Universidad de la Cantuta. La madre de Quispe, conversaba bastante con Parra se sospechaba de cierto rasgo familiar lo que nunca pudo confirmarse.
Sucedió entre los primeros días, que Jorge entró en confianza con otros muchachos, Moisés Vivaldi, resulto vivir cerca de su casa, en sus costumbres y en el intento de querer sobresalir trataba siempre de lornear* a alguien y fue así que trato muchas veces de hacerlo con Jorge, a este fin, se repitieron entre ambos innumerables trompeaderas en las cuales nunca dejo Moisés de salir airoso, era mucho más agarrado que el americano, quien por más que intentó nunca pudo con él, al punto que más de una vez le dejo los ojos totalmente hinchados lo que indigno a su madre quien no tardó en llevar sus quejas a la madre de Moisés, quien aparte de atenderla pareciera que nunca hizo nada al respecto.
Como todos los niños, hoy en día se peleaban, al día siguiente continuaban jugando juntos aun a pesar de las huellas que quedaban sobre todo en el rostro de Coquito, mas Moisés nunca mostró alguna huella de las riñas que tuvo, su color cobrizo oscuro le facilitaba el camuflaje.
En el grupo de Jorge no tardo en aparecer un gordito de porte físico similar al de Moisés, Gregorio, quien fregaba constantemente la paciencia, era totalmente abusivo, a punta de empujones y amenazas no dejaba de tratar de imponerse sobre los demás. Así, tanto era que fastidiaba, que mantenía a todos en constante tensión, eran frecuentes los enfrentamientos con insultos, apodaba a cualquiera de la peor manera que llevaba a la risa forzada de quienes lo apoyaban. Así fue que en plena clase de Parra, puso su mano en el asiento al momento que Jorge se sentaba y frente a la risa de los que vieron Jorge reaccionó con un rápido empujón que lo hizo caer y un sonoro ¡hijo de puta! Que advertido de la situación hizo que el profesor los llevara al frente a fajarse.
El pánico se apoderó de Jorge quien miraba al profesor asustado y lleno de vergüenza, sus porqués no fueron tomados en cuenta por Parra. El espacio era muy chico como para poder escapar, intento de primera instancia darle vueltas rápidamente a su corpulento contrincante quien no demoró en tomarlo por la cintura y cual muñeco de trapo, tirarlo al suelo, bajo su desesperación iba recibiendo la golpiza de su vida. Con manos y pies trataba de escapar de la seguidilla de golpes que iba recibiendo de Gregorio quien confiado en su fortaleza no le daba tregua. Al lograr escapar por breves segundos de tamaña golpiza y estando a punto de recibir más golpes, logro sacar de manera inesperada un soberbio gancho de su mano derecha, impactando en la mandíbula inferior haciendo que el gordito saliera volando, cayendo brutalmente al suelo golpeándose la zona occipital. El asombro y el temor se generalizaron en ese momento en todo el salón de clases. La palidez y el nerviosismo de Parra contagiaron a todo el alumnado que ya no miraron al maltrecho americano sino al gordito Gregorio que yacía en el suelo inconsciente. ¡Se ha muerto! Gritaban los alumnos, ¡Lo mato el Americano!, Dos alumnos de los más cercanos a la puerta salieron a traer agua, todo sucedió en breves segundos, felizmente el gordito despertó y medio confuso fue sentado en su carpeta. Sin decir nada, al observarlo más repuesto Parra abandonó el salón, dirigiéndose al quiosco a tomar una bebida para calmar el nerviosismo que no podía disimular.
Pasada la tensión entre el alumnado muchos se acercaron al maltrecho Americano dándole su apoyo haciéndole ver que no era su culpa lo sucedido sino del Chato Parra, ¡Un día alguien de nosotros se va a morir y vamos a ver donde mete su cara el Chato! Alguien comentó. "¡Bien hecho gringo, es lo menos que merecía ese gordo tarado!" En voz baja se escuchó la voz de Oblitas diciéndole a Jorgito.
De regreso al salón ordenó Parra que abriesen todos sus libros y siguiesen la lectura que Dómino iba relatando. Se trataba de un extracto de la obra de Felipe Pardo y Aliaga “El viaje”. Y fue así, que en medio de la lectura mencionó al personaje principal de esta, El niño Goyito, que el salón estalló en risa, el mismo Parra no pudo aguantarse, quizás fue el desfogue luego de la tensión. Había resultado para Gregorio su peor día, encima de todo fue bautizado bajo las burlas de todo el Cuarto B como "El niño Goyito".
Esta historia continuará
El Dr. Joe 90
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