sábado, 3 de septiembre de 2011


 PREJUICIOS

Abrió los ojos y lo primero que vio fue a la robusta morena con traje de enfermera que le acomodaba la almohada.
- ¡Quítame tus sucias manos negras de encima!... ¡No se te ocurra tocarme!...
- Bueeenno, ya se despertó el blanquiñoso; bienvenido a este lado del túnel… ¡a buena hora!... Hace cuatro días, que estas manos negras, se ocupan de tu blancucho cuerpo mi-hijiiitoo... Y, debo decirte, sólo están sucias después, nunca antes, pero tú tranquilo, nada que un poco de agua y jabón no solucione papito.

Se sentía mareado, poco a poco la nebulosa que envolvía su cabeza se iba disipando y tomaba conciencia de dónde estaba. Aun aturdido; era capaz de darse cuenta de que aquello era la habitación de un hospital, y esa mujer de piel oscura, a suponer por su uniforme, una enfermera. ¿Por qué tenía que ser ella quien lo atienda? -pensaba- ¿es que no habían personas blancas en ese lugar?... ¿Qué le había ocurrido?... ¿Por qué estaba allí?... Intentó moverse, pero un tirón en el costado y un intenso escozor le hicieron desistir. Además, sentía que su cuerpo estaba dolorido por todas partes, como si le hubiera machacado todo el cuerpo.

No tenía ningún deseo de hablar con aquella negra, pero ya que no había nadie con piel decente en ese lugar, preguntó sin ocultar su fastidio y desprecio:


- ¿Qué me ha pasado?... ¿Qué estoy haciendo aquí?
- Hace cinco días estas aquí. Llegaste totalmente contuso y maltrecho, y con una grave lesión en el riñón izquierdo… -ahí era donde sentía el escozor, pensó el muchacho-.
- Luego el doctor te dará información más detallada; yo solo estoy autorizada a decirte que nos hemos visto obligados a intervenir quirúrgicamente, para salvarte la vida.

Dicho esto, y tras comprobar que todos los aparatos mecánicos y el suero funcionaban correctamente, la auxiliar salió de la habitación. Él la siguió con la mirada. Al desviar la vista de ella, pudo apreciar como desde el ventanal de la UCI, tres personas lo observaban. Había uno con aspecto de mestizo –acholado diría él- que, a juzgar por la bata blanca y el estetoscopio, debía ser doctor. Otro, vestido normalmente, bueno, todo lo normalmente que se suelen vestir los de su estirpe y que parecía recién bajado de la puna. Y el tercero, con la indumentaria verde, habitual de los camilleros de ambulancia y que, por sus ojos rasgados, nariz plana y cabello hirsuto cortado a flequillo y con raya en medio lo delataban como algún chunchito selvático.

Haciendo una mueca de incomodidad esforzó sus recuerdos frunciendo el ceño sin disimulo. ¿Por qué lo miraban de aquella forma?... Cómo se atreven a mirarme con cara de lástima… Poco a poco las imágenes empezaban a abrirse paso en su aturdida mente, el vago recuerdo se iba aclarando… Se acordó que estaba en La Planicie con la gentita tomando unos tragos y fumando unos tronchitos de la mejor hierba colombiana hasta que al Pelao se le ocurrió que sería buena idea darse una vuelta por Barranco para patear a los serranos igualados que quieren cantar en inglés, romperle la jeta a algunos zambitos que pretenden mezclarse con los blancos o apretarles el pescuezo a los maricones que se creen iguales a las personas normales como nosotros.

Llegaron en grupo al boulevard de Barranco y se encontraron con unos muchachos que conversaban en una esquina, y, sin mediar palabras arremetieron contra ellos con manoplas y bates de beisbol; los otros se defendieron y llegaron otros más, se armó la trifulca y los golpes llovían indiscriminadamente por todas partes hasta que se escuchó el ulular de la sirena policial... No recodaba nada más, salvo que todos corrían en todas direcciones a la desesperada; tanto, que él cayó al pavimento.

A partir de ahí, todo se oscureció y en su cabeza solo habían sombras. Era incapaz, en ese momento, de recordar nada más. Seguía inmerso en estos pensamientos cuando, el de la bata blanca entró en la habitación.

- Buenos días, permítame que me presente. Soy el doctor Ramírez…
- ¿No hay otro?
- ¿Otro qué?
- Otro médico que sea de piel blanca…
- Lo siento por usted, pero el médico que lo ha operado hoy, he sido yo. Y, yo, soy el que puede darle toda la información que necesita.
- ¡Qué mala suerte la mía!...
- Si, lo siento. Es una desgracia que perdiera un riñón y que el único cirujano disponible para el trasplante haya sido yo…
- Un mestizo…
- De Villa El Salvador para ser más preciso… - Para lo que me importa… ¡¿Por qué me han trasplantado un riñón?!
- Si, disculpe mi atrevimiento -dijo el galeno, arrastrando toda la ironía, que le provocaba aquel individuo con sus palabras- pero no estaba en condiciones de elegir y, créame, que yo tampoco, mi juramento hipocrático me obliga… Tuvo Ud. tan mala suerte que ésta se prolongó hasta el extremo de necesitar un donante y encontrarlo…
- ¿Puedo saber quién ha sido el donante?
- No solemos revelar ese dato, es más, el protocolo lo prohíbe; pero en esta ocasión, es una regla que me la voy a saltar con gusto.
- ¿Recuerdas lo que pasó?
- Vagamente. Sé que hubo una gran pelea y llegó la policía, pero ignoro qué ocurrió.
- La pelea se armó porque tus compañeros se ensañaron con un adolescente, que cometió el atrevimiento de tararear una canción “reservada” para blancos siendo el un cholito, como ustedes les dicen.

- ¿Se ensañaron?... - Sí, cuando están en mancha, son ustedes muy valientes. Por lo visto, tus amigos, decidieron hacerle pagar por todo, y por todos… Desgraciadamente para él, lo consiguieron y le dieron una certera cuchillada en el centro del pecho y cuando llegaron los sanitarios, ya no pudieron hacer nada por su vida.
- ¿Y yo?... ¿Cómo llegué a esta situación?
- Tú, estabas en el tumulto que se armó y cuando uno de tus amigos quiso atinarle con el bate a un zambito, éste se esquivó y el golpe fue a dar de lleno en uno de tus riñones, caíste desvanecido y en ese momento llegó la policía y tus valerosos compañeros huyeron en desbandada, varios de ellos te pasaron por encima; ninguno se dignó a auxiliarte y ayudarte.
- ¿Y?...
- Él -dijo el doctor, señalando al muchacho mestizo que estaba al otro lado del cristal- pasaba por allí buscando a su hermano. Al primero que encontró fue a ti, llamó a la ambulancia y cuando estuvo seguro de que estabas atendido, continuó buscando a su hermano.

- ¿Lo encontró?
- Si… pero ya no tendrá que buscarlo nunca más.
- ¿Era el que acuchillaron?...
- Si, era él -confirmó el doctor Ramírez aguantándole la mirada-
- Está bien, pero, ¿Y el donante? Usted dijo que revelaría su identidad.
- Lo estoy haciendo--

- ¿Qué?... No es posible…
- Si, amigo, sí que lo es. ¿De verdad crees que somos tan diferentes a ti?; pero eso no es todo ya que tu mala suerte continuaba. Te sientes tan desgraciado, ¿verdad? - Necesitabas un riñón con urgencia, y ahí estaba, quien consideras tu enemigo de raza, para donártelo… ¡Ah! Y no lo olvides, con el consentimiento de su hermano… Quizás pensó que su hermano podría ganar, después de muerto, una batalla perdida. El órgano que él ya no necesita, de repente podría ablandar el corazón que no tienes.

El enfermo sudaba cada vez más. Su mirada delataba el caos que se estaba originando en su interior.
- Pero… ¡¿Cómo viviré con el riñón de un serrano?!...
- Para completar la información que pediste, te diré que él -volviendo a señalar su rescatador a través del cristal- es el que ha donado la sangre necesaria para las transfusiones durante la operación. Te sientes desdichado… ni modo eras compatible con los dos y, los dos, han querido ayudarte. Además de eso, él –señalando al muchacho de la ambulancia- fue quién te dio la reanimación, hasta estabilizarte para poder traerte aquí.
- Y eso qué tiene de especial…
- Nada, si no tienes nada en contra de ellos. Él es charapa, y homosexual para añadidura. Piensa que para reanimarte, lo primero que tuvo que hacer fue darte la respiración artificial…
- ¿Respiración artificial?...


- En otras palabras te dio respiración de boca a boca… Bueno, creo que no se me queda nada en el tintero… ni en las tripas… -con la mayor dureza en sus ojos, continuó sin apartar la vista del paciente- Tienes razón, no era tu día mejor te hubieras quedado en casa. ¿Cómo vas a seguir ahora con tus tristes prejuicios raciales?: Te opera un médico cholo, tus donantes; un serranito, al que los “tuyos” habían acuchillado, y su hermano; que fue el único que se ocupó de ti cuando te quedaste tirado en el suelo como un perro; te devuelve a la vida un selvático homosexual, insuflando en tus pulmones directamente de su boca, el aire que necesitabas para respirar, y te cuida durante todo este tiempo una enfermera negra, haciendo todo lo que está en su mano para que te sientas confortable… Realmente hay que tener muy mala suerte amigo… muy mala suerte…

El doctor se marchó satisfecho; seguro de haber dicho y hecho lo que era justo. El doctor, ya en el pasillo, con los otros dos observadores mirando al paciente desde la ventana comentó:

- No sé, que es lo que va a llevar peor… Le será difícil mantener en secreto todo lo que le ha ocurrido para que no lo rechacen sus amigos, pero lo peor va a ser soportarse a sí mismo…
- Vamos, doctor, siempre se puede cambiar- dijo el camillero
- No lo sé -Añadió el donante- yo no apostaría por él, nadie le ha cambiado el cerebro, ni el corazón… Que tenga un buen día doctor.

Mario Domínguez Olaya

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