jueves, 29 de septiembre de 2011


A PROPÓSITO DE UN ASESINATO
La "cosificación" de la persona

Diariamente varias personas son asesinadas en nuestro país; la mayoría no merecen más que unas líneas en páginas interiores de los diarios. Sin embargo el asesinato de un aficionado aliancista al culminar el “clásico” del fútbol peruano ha concitado mucha atención; cabe preguntarnos el por qué.

Creo que la principal razón es porque gran parte de los peruanos nos sentimos identificados con algún equipo de fútbol profesional; tengo la impresión que si la muerte se hubiera producida en un torneo de squash o de badminton hubiera pasado desapercibida. Otra razón es la cobertura que le han dado los medios de comunicación porque al haber ocurrido en el U -Alianza, hay bastante espacio para el sensacionalismo. Como muchas veces explico a los alumnos, el acontecimiento no es la noticia; la noticia es aquél acontecimiento, situación o tendencia que un medio presenta a su audiencia como digna de interés. Algo similar pasa en con la desaparición de Ciro Castillo; mucha más gente ha desaparecido y nadie ni se entera. Pero la situación por el imponente paisaje que le da marco, y por la presencia de la novia que da pábulo a muchas interpretaciones hace que los medios sigan dando vueltas al refrito cada vez que pueden hacerlo.

Habiendo dado por sentado lo anterior, creo que es pertinente hacer una reflexión sobre lo sucedido. Lo quiero hacer desde un enfoque que los medios de comunicación no han tratado: el papel que juega en este suceso (y en tantos otros) la cosificación. La cosificación es un proceso por el cual en la mente de una persona o un grupo se le quita al otro la cualidad de persona, y se la convierte en una “cosa”. Se ha agredido a un “cagón”, a una “gallina”, a un “pavo” y no a un ser humano con sentimientos, familia, vida. En otros campos los cosificas como “infieles”, “paganos”, “herejes”, “nerds”, “terrucos”, “burgueses”, “cachacos”, etc. con lo cual ante la propia conciencia no ha pasado nada aunque haya habido agresión, burla, humillación, robo o asesinato.

He leído estos días una serie de recetas para detener la violencia en los estadios, y nos olvidamos que no es más que el reflejo de una tragedia social: la falta de respeto, de considerar al otro como digno de aprecio y reconocimiento. ¿Cómo nos puede extrañar que se mate a una persona cuando en lo cotidiano el respeto brilla por su ausencia? Urge una acción conjunta por lograr que el respeto sea parte de la cultura de nuestro país; acción que debe empezar por diversos frentes, entre los cuales los más importantes son la familia, la escuela y los medios de comunicación.

Un respeto que se construye en los pequeños actos de cada día, y va un ejemplo al canto. Cuando salíamos de campamento, era ley el toque de queda y de diana. Quienes compartíamos el esfuerzo de caminar guardábamos un silencio estricto a la hora de acostarnos y en la madrugada porque nos apreciábamos como personas. En otras ocasiones he visto individuos que se pasan la noche libando licor, y hablando a voz en cuello sin respetar a otros acampantes, ni a sus propios niños pequeños y señoras.

Cuando toda la sociedad interiorice el respeto este tipo de muertes no se producirán, porque nos relacionaremos de una nueva manera reconociéndonos y apreciándonos como personas que nos sabemos diferentes pero embarcados en la misma sociedad.

Juan Borea Odría

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