miércoles, 14 de mayo de 2014


Recurrentemente el comentario político en el Perú toca el tema de “la Primera Dama” por lo que hace o deja de hacer. Es cierto que la señora Nadine Heredia tiene una fuerte personalidad y una actuación que la ponen en el centro de la noticia; pero si nos acordamos la señora Elianne Karp, esposa de Alejandro Toledo, también tenía un rol protagónico, aunque de estilo diferente a la señora Heredia. Hace doce años escribí en el diario Liberación, donde tenía una columna política, un artículo que transcribo ahora porque tiene actualidad, y sobre el cual convendría representar para que el Perú vaya tomando conciencia

EL PRIMER CABALLERO DE LA NACIÓN
"Los electores votamos por una persona para Presidente..."


Uno de los rezagos de la mentalidad machista que ha predominado en la administración pública, es el cargo de “Primera Dama”. Estamos tan acostumbrados a tenerlo que no recuerdo que en el país haya habido un cuestionamiento ni sobre su origen, ni sobre su utilidad.

La raíz de este cargo no es constitucional: no aparece en ningún artículo de la Constitución del 79 ni del documento impuesto por la dictadura el 93. ¿De dónde podría entonces provenir? De la necesidad de otorgar a la esposa del gobernante (que para esa mentalidad era obvio que tenía que ser varón; no olvidemos que la mujer recién consigue el voto en la década del 50) un espacio “adecuado” en el “jet set” gubernamental: las recepciones de etiqueta y la asistencia social.

¿Y qué pasaría si la presidente es mujer? ¿Su esposo sería el “primer caballero” y debería ajustarse de grado o fuerza a las funciones arriba enunciadas?

Quede claro que no es ésta una crítica a la consorte del actual Presidente. Pero creo que ha llegado el momento que toda la sociedad tome conciencia de esta situación, y la arregle. Los electores votamos por una persona para Presidente; el o la cónyuge, según el caso, no ha sido objeto de ninguna votación. Debe por tanto continuar su vida familiar y profesional cotidiana, y no tener, como ahora tiene, oficina de primera dama, gabinete de asesores de primera dama, gastos de representación de primera dama, reuniones continentales de primeras damas, etc. Las tareas de asistencia social la deben desarrollar los organismos estatales correspondientes; y si se considera que la esposa (o esposo) del o la gobernante deben desempeñar alguna responsabilidad, que la asuman; pero no en mérito al matrimonio, sino a su propia capacidad.

Juan Borea Odría

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