domingo, 29 de marzo de 2015


DOMINGO DE RAMOS
LA PASIÓN DEL SEÑOR
“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”
Por el P. José Antonio Pagola

San Marcos 15, 1 - 38 (lectura abreviada)


Y los que pasaban por allí le insultaban, meneando la cabeza y diciendo: “¡Eh, tú!, que destruyes el Santuario y lo levantas en tres días, ¡sálvate a ti mismo bajando de la cruz!” Igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas diciendo: “A otros salvó y a sí mismo no puede salvarse. ¡El Cristo, el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.” También le injuriaban los que con él estaban crucificados. Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: “Eloí, Eloí, ¿lema sabactaní?”, - que quiere decir - “¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?”
Al oír esto algunos de los presentes decían: “Mira, llama a Elías.” Entonces uno fue corriendo a empapar una esponja en vinagre y, sujetándola a una caña, le ofrecía de beber, diciendo: “Dejad, vamos a ver si viene Elías a descolgarle.” Pero Jesús lanzando un fuerte grito, expiró. Y el velo del Santuario se rasgó en dos, de arriba abajo. Al ver el centurión, que estaba frente a Él, que había expirado de esa manera, dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios.”


Reflexión

Jesús contó con la posibilidad de un final violento. No era un ingenuo, sabía a qué se exponía si seguía insistiendo en el proyecto del reino de Dios. Era imposible buscas con tanta radicalidad una vida digna para los «pobres» y los «pecadores», sin provocar la reacción de aquellos a los que no interesaba cambio alguno.

Ciertamente, Jesús no es un suicida. No busca la crucifixión. Nunca quiso el sufrimiento ni para los demás ni para él. Toda su vida se había dedicado a combatirlo allí donde lo encontraba: en la enfermedad, en las injusticias, en el pecado o en la desesperanza. Por eso no corre ahora tras la muerte, pero tampoco se echa atrás.

Seguirá acogiendo a pecadores y excluidos aunque su actuación irrite en el templo. Si terminan condenándolo, morirá también él como un delincuente y excluido, pero su muerte confirmará lo que ha sido su vida entera: confianza total en un Dios que no excluye a nadie de su perdón.

Seguirá anunciando el amor de Dios a los últimos, identificándose con los más pobres y despreciados del imperio, por mucho que moleste en los ambientes cercanos al gobernador romano. Si un día lo ejecutan en el suplicio de la cruz, reservado para esclavos, morirá también él como un despreciable esclavo, pero su muerte sellará para siempre su fidelidad al Dios defensor de las víctimas

Lleno del amor de Dios, seguirá ofreciendo «salvación» a quienes sufren el mal y la enfermedad: dará «acogida» a quienes son excluidos por la sociedad y la religión; regalará el «perdón» gratuito de Dios a pecadores y gentes perdidas, incapaces de volver a su amistad. Ésta actitud salvadora que inspira su vida entera, inspirará también su muerte.

Por eso a los cristianos nos atrae tanto la cruz. Besamos el rostro del Crucificado, levantamos los ojos hacia él, escuchamos sus últimas palabras... porque en su crucifixión vemos el servicio último de Jesús al proyecto del Padre, y el gesto supremo de Dios entregando a su Hijo por amor a la humanidad entera.

Es indigno convertir la semana santa en folclore o reclamo turístico. Para los seguidores de Jesús celebrar la pasión y muerte del Señor es agradecimiento emocionado, adoración gozosa al amor «increíble» de Dios y llamada a vivir como Jesús solidarizándonos con los crucificados.

P. José Antonio Pagola

domingo, 22 de marzo de 2015


QUINTO DOMINGO DE CUARESMA
SI EL GRADO DE TRIGO MUERE, DARÁ MUCHO FRUTO
Atraídos por el Crucificado
Por el P. José Antonio Pagola

San Juan 12, 20-33

"En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la Fiesta, había algunos gentiles; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: Señor, quisiéramos ver a Jesús. Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús. Jesús les contestó: Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre le premiará. Ahora mi alma está agitada y, ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora, Padre, glorifica tu nombre. Entonces vino una voz del cielo: Lo he glorificado y volveré a glorificarlo. La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel. Jesús tomó la palabra y dijo: Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí."

Reflexión

Un grupo de «griegos», probablemente paganos, se acercan a los discípulos con una petición admirable: «Queremos ver a Jesús». Cuando se lo comunican, Jesús responde con un discurso vibrante en el que resume el sentido profundo de su vida. Ha llegado la hora. Todos, judíos y griegos, podrán captar muy pronto el misterio que se encierra en su vida y en su muerte: «Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».

Cuando Jesús sea alzado a una cruz y aparezca crucificado sobre el Gólgota, todos podrán conocer el amor insondable de Dios, se darán cuenta de que Dios es amor y solo amor para todo ser humano. Se sentirán atraídos por el Crucificado. En él descubrirán la manifestación suprema del Misterio de Dios.

Para ello se necesita, desde luego, algo más que haber oído hablar de la doctrina de la redención. Algo más que asistir a algún acto religioso de la Semana Santa. Hemos de centrar nuestra mirada interior en Jesús y dejarnos conmover, al descubrir en esa crucifixión el gesto final de una vida entregada día a día por un mundo más humano para todos. Un mundo que encuentre su salvación en Dios.

Pero, probablemente a Jesús empezamos a conocerlo de verdad cuando, atraídos por su entrega total al Padre y su pasión por una vida más feliz para todos sus hijos, escuchamos aunque sea débilmente su llamada: «El que quiera servirme que me siga, y donde esté yo, allí estará también mi servidor».

Todo arranca de un deseo de «servir» a Jesús, de colaborar en su tarea, de vivir solo para su proyecto, de seguir sus pasos para manifestar, de múltiples maneras y con gestos casi siempre pobres, cómo nos ama Dios a todos. Entonces empezamos a convertirnos en sus seguidores.

Esto significa compartir su vida y su destino: «donde esté yo, allí estará mi servidor». Esto es ser cristiano: estar donde estaba Jesús, ocuparnos de lo que se ocupaba él, tener las metas que él tenía, estar en la cruz como estuvo él, estar un día a la derecha del Padre donde está él.

¿Cómo sería una Iglesia «atraída» por el Crucificado, impulsada por el deseo de «servirle» solo a él y ocupada en las cosas en que se ocupaba él? ¿Cómo sería una Iglesia que atrajera a la gente hacia Jesús."

miércoles, 18 de marzo de 2015

 
EN UN MAR DE INDIFERENCIA, UNA ISLA DE MISERICORDIA
“Fortalezcan sus corazones”
Por Juan Borea Odría

Los cristianos, en el camino de esta vida, vamos acercándonos a la celebración del gran acontecimiento de nuestra salvación: La Semana Santa 2015. En ella conmemoraremos y volveremos a experimentar ese amor misericordioso de Dios Padre expresado en su Hijo Jesús: “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su hijo único, para que todo el que crea en él no perezca sino tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenarlo, sino para salvarlo por medio de él.” (Jn 3,16-17).

Por este motivo, como Iglesia estamos viviendo ya este tiempo de Cuaresma, 40 días de renovación de nuestro fe, desde el miércoles de Ceniza hasta el sábado anterior al domingo de Ramos. Cuaresma es un tiempo de gracia, es decir, un don que Dios Padre nos ofrece para renovar nuestra comunión con Él, el prójimo y la naturaleza. Comunión que implica revisar nuestra vida de fe. ¿Estamos viviendo según los consejos de su Hijo Jesús? Seguro que habrá motivos para agradecerle, pedirle perdón y convertirnos a su amor.

Para esta Cuaresma, el Papa Francisco, en su carta “Fortalezcan sus corazones”, nos invita a fijarnos en la “Globalización de la indiferencia” y afrontarla como cristianos. Y para que sea posible debemos renovar nuestra vida de fe como Iglesia, comunidades y parroquias y cada uno como creyentes. Nos dice: “cuánto deseo que los lugares en los que se manifiesta la Iglesia, en particular nuestras parroquias y nuestras comunidades, lleguen a ser islas de misericordia en medio del mar de la indiferencia”.

Invitamos pues a la familia marista para que cada uno vivamos intensamente este tiempo de Cuaresma y Semana Santa tanto en la familia como en el colegio. Acoger el amor de Dios Padre, vivir la reconciliación, renovar nuestra fraternidad y retomar el camino con esperanza.

domingo, 15 de marzo de 2015


CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
VINO LA LUZ AL MUNDO
Pero el que obra la verdad, va a la luz
Por el P. Clemente Sobrado

San Juan  3,  14 - 21:

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.”

Reflexión

Queridos amigos: El Evangelio de hoy es como una especie de oasis en medio de las arenas del desierto de la Cuaresma. Un Evangelio que nos habla de ambiente y clima de muerte, pero a la vez, nos habla de vida y de amor.

Nos recuerda el ambiente de muerte que el Pueblo de Dios sufrió en el desierto, pero también nos habla de ese que está levantado y clavado en los palos de la Cruz que no solo nos cura de las mordeduras de muerte que cada día hieren nuestra carne, sino que habla y anuncia la vida verdadera, la vida eterna.

Este Evangelio nos habla no de ese Dios que tantas veces han querido meternos en la cabeza, un Dios que castiga y está a la espera de que le fallemos para enviarnos a la caldera del diablo. Nos habla de un Dios que nos ama tanto que es capaz de hacerse él mismo hombre como nosotros y entregarnos a su hijo único. Un Dios que no quiere que se pierda ni uno solo, sino que todos nos salvemos.

No es el Dios que amenaza, sino el Dios que nos abre al gozo y a la alegría de la esperanza. Tenemos que reconocer que nosotros vivimos demasiado del pesimismo e incluso vivimos con demasiado temor a Dios. Vivimos una especie de esquizofrenia espiritual donde todo es pecado, que no logra la paz y la alegría del perdón. Andamos siempre revolviendo el pasado. Dudamos que Dios nos haya perdonado y nos volvemos a confesar una y mil veces lo que hicimos de niños o de jóvenes.

El cristiano es el que ha descubierto el amor y la vida, el que ha descubierto que Dios le ama tanto o más que a sí mismo, y ha descubierto que más que amenazado de muerte está amenazado de vida.

Nos han metido en la cabeza un cristianismo de castigo y de muerte, cuando el Evangelio es el gran anuncio del amor, de la vida y de la esperanza. No hagamos antipático el Evangelio y la fe. No hagamos antipático el ser cristiano. Al contrario, presentemos nuestra fe como una invitación al amor y a la vida.

domingo, 8 de marzo de 2015

 
TERCER DOMINGO DE CUARESMA
JESÚS ECHA A LOS MERCADERES
"No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado.”
Por el P. Clemente Sobrado
San Juan  2, 13 - 25:

Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas en sus puestos. Haciendo un látigo con cuerdas, echó a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparramó el dinero de los cambistas y les volcó las mesas; y dijo a los que vendían palomas: “Quitad esto de aquí. No hagáis de la Casa de mi Padre una casa de mercado.” Sus discípulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorará. Los judíos entonces le replicaron diciéndole: “¿Qué señal nos muestras para obrar así?” Jesús les respondió: “Destruid este Santuario y en tres días lo levantaré.” Los judíos le contestaron: “Cuarenta y seis años se han tardado en construir este Santuario, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?” Pero Él hablaba del Santuario de su cuerpo. Cuando resucitó, pues, de entre los muertos, se acordaron sus discípulos de que había dicho eso, y creyeron en la Escritura y en las palabras que había dicho Jesús. Mientras estuvo en Jerusalén, por la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su nombre al ver las señales que realizaba. Pero Jesús no se confiaba a ellos porque los conocía a todos y no tenía necesidad de que se le diera testimonio acerca de los hombres, pues él conocía lo que hay en el hombre.

Reflexión

Queridos amigos: Juan nos presenta al comienzo de la Vida Pública de Jesús, lo que será la estructura de su Evangelio, nos propone los tres cambios sustanciales que el Evangelio quiere introducir. Tres cambios radicales en aquella estructura religiosa de entonces. Las Bodas de Caná: como anuncio de una nueva alianza, pues la antigua ya no tiene vida, le faltael el vino de la fiesta, el cambio del Templo por un Templo nuevo que será el mismo Jesús a partir de su Muerte y Resurrección, y el cambio de la Ley esclavizante por la nueva ley del amor y como consecuencia el cambio de la nueva imagen de Dios.

Hace falta mucho atrevimiento y valentía para afrontar cambios tan radicales. Juan nos habla hoy del cambio del Templo en una actitud poco común en el comportamiento de Jesús. Se trata de cambiar lo viejo que ya no tiene vida y no sirve, por algo nuevo que da vida. Cambiar no significa destruir el pasado, significa renovar y transformar el pasado ya inútil por algo nuevo que devuelva la vida al pueblo.

Hablar de la destrucción del Templo era atentar contra el centro mismo de la religiosidad de Israel y, por tanto, dejarlo sin un elemento que fundamentaba su identidad junto con la antigua alianza y la ley mosaica. Jesús no es de los que se dedica a conservar lo antiguo, aunque ya sea inservible y esté carcomido ya por la herrumbre del tiempo. Para el cambio hace falta mucho coraje y mucha valentía e incluso es consciente de que tendrá que pagar su atrevimiento con su propia muerte.

domingo, 1 de marzo de 2015

 
SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA
NO CONFUNDIR A NADIE CON JESÚS
 “Este es mi Hijo amado, escuchadle.”
Por el P. Clemente Sobrado
Marcos  9,  2 - 10:

Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los lleva, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús. Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: “Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: “Este es mi Hijo amado, escuchadle.” Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos. Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos observaron esta recomendación, discutiendo entre sí qué era eso de “resucitar de entre los muertos.”

Reflexión

Amigos, este domingo aparece lleno de luz y también de alegría y esperanza. Ya no estamos en las arenas del desierto, estamos en la cima de un monte. Ya no estamos ante un Jesús hundido en la experiencia humana del pecado de los hombres, estamos ante un Jesús cuya humanidad de transfigura por la luz interior que alumbra dentro de Él.

En el desierto lo vemos solo, en lucha consigo mismo y en la oscuridad de los caminos que el Padre le pone por delante. Hoy lo vemos acompañado, primero por tres de sus discípulos más cercanos y luego por las dos grandes figuras del Antiguo Testamento: Moisés y Elías.

Si la tentación del desierto puede ser un símbolo de la humillación de Jesús en la Cruz, donde la misma tentación se repite, hoy lo vemos en las luces de la Pascua, iluminado, transformado, victorioso sobre las oscuridades de la muerte.

En nuestro caminar hacia la Pascua, no solo nos hemos de ver a nosotros como los débiles ante la tentación o los hundidos en el pecado de la infidelidad a los planes de Dios.

La Transfiguración es una llamada a vernos nosotros en nuestra Transfiguración llevada a cabo en nosotros por el Espíritu que nos hace hombres nuevos. Se trata de ese cambio interior que se opera en nosotros por la gracia del Resucitado y por la presencia del Espíritu que nos renueva y nos hace hombres nuevos.

Un cambio, por otra parte, que no queda en nosotros sino que tiene que ser percibido por los demás y tiene que ser como una invitación a que los demás se sientan atraídos por Jesús.

Es aquí dónde cada uno de nosotros nos convertimos en fuente de luz y fuente de alegría para los demás, cuyo mejor ejemplo lo encontramos en el mismo San Pablo. Él es el mejor ejemplo de la Transfiguración que el Espíritu puede llevar a cabo en cada uno de nosotros.
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