domingo, 27 de julio de 2014


LA DECISIÓN MÁS IMPORTANTE
“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido"
Por el P. Clemente Sobrado
 
San Mateo  13,  44 - 52. Hacemos la lectura abreviada versículos del 44 al 46:

“El Reino de los Cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo que, al encontrarlo un hombre, vuelve a esconderlo y, lleno de alegría, va y vende todo lo que tiene y compra el campo aquel. También es semejante el Reino de los Cielos a un mercader que anda buscando perlas finas, y que, al encontrar una perla de gran valor, va, vende todo lo que tiene y la compra.”

Reflexión

Queridos amigos: ¿Ya han encontrado ustedes su tesoro? No me digan que no. ¿No han encontrado a Dios como el gran tesoro de sus vidas? ¿No han descubierto la fe como el gran don de sus vidas? ¿No han descubierto a la Iglesia como el hogar de sus vidas?

¿Les parece caro el ser cristiano, el tener el don de la fe, y sentirse hijos de Dios? No me digan que ser cristiano es vivir cargando cruces, ser cristiano es vivir la alegría de haber encontrado lo mejor de la vida que es la gracia, es Dios, es la fe, y es el poder llamar a los demás hermanos y sentirnos todos una gran familia.

Todo esto, no tiene precio, ni rebajas. Por esto todos debiéramos estar felices de pagar lo que sea. Mi mejor deseo es que seamos una comunidad gente feliz y gozosa y que nuestras vidas anuncian al mundo a Dios, no como una carga que hay que soportar sino como un regalo del que hay que disfrutar.

Santa Teresa lo entendió muy bien cuando dijo que “un santo triste era un triste santo”. A mí no me gustan los cristianos tristes, tampoco los santos tristes. Yo prefiero los santos alegres como la Madre Teresa que así me entero y me doy cuenta de que los santos también tienen dientes porque... ¿verdad que a los santos nos los ponen demasiado seriotes?

Yo quisiera una Iglesia alegre y feliz. Una Iglesia donde los que no creen sientan envidia de nuestra alegría porque no hay nada más atrayente que una persona alegre feliz, una persona capaz de sonreír a todo el mundo.

Pero para ello, ya saben, hay que encontrar el tesoro. Hay que descubrir ese tesoro que tantas veces lo tenemos delante de los ojos y no lo vemos. Paulo Coelho escribía en el Alquimista: “Porque mis ojos aún no se han acostumbrado al desierto y puedo ver cosas que los ojos demasiado acostumbrados no consiguen ver.” No seamos de los acostumbrados a Dios para que podamos ver lo que los otros no consiguen ver.
 
Fuente: La Iglesia que camina

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