sábado, 4 de octubre de 2014

 
EN VÍSPERAS DE LAS ELECCIONES
Valorar la acción política

 
Dentro de pocos meses los peruanos acudiremos a las urnas para elegir autoridades regionales y municipales; las elecciones son un momento importante en la vida democrática, y es por ello que en esta ocasión me interesa valorar la acción política. Es necesaria esta revaloración porque en la actualidad en el lenguaje común la Política es una palabra desprestigiada; se la asocia con intereses personales o con corrupción. Se la opone a una supuesta pureza y eficiencia de los “independientes” y de los técnicos. Hasta en el colmo de la audacia actores como el presidente, los ministros, los congresistas y alcaldes acusan a otros de actuar con intención política, cuando son ellos quienes encarnan por su cargo la representación política de la sociedad.

La política es el arte de ejercer el poder para el servicio del bien común; es en ese sentido una labor necesaria para la sociedad. Que existan personas que deshonran con su práctica esta definición no debe ser razón para que cada uno de nosotros y la sociedad en general sepamos apreciar la importancia de esa labor. Justamente quienes más vilipendian de palabra la acción política son los corruptos y advenedizos que quieren tener campo libre y menos opositores para sus maniobras.

Los ciudadanos tenemos también el derecho y el DEBER de hacer acción política de diversas maneras. Algunas de ellas son el control a las autoridades, la generación de opinión pública, la información sobre el acontecer diario, la conformación de instituciones que den densidad al tejido social, la educación cotidiana de la responsabilidad social, la promoción de obras comunales, el voluntariado, la preocupación por la seguridad y el ornato, y también la participación como candidatos y eventualmente como autoridades electas.

Por el lado de nuestra fe, el Papa Juan Pablo II decía a los cristianos en su Encíclica Christi fideles laici que “los fieles laicos de ningún modo pueden abdicar de la participación en la política” y más adelante que “la difundida opinión de que la política sea un lugar de necesario peligro moral no justifican ni la ausencia ni el escepticismo de los cristianos en relación con la cosa pública”.

No contribuyamos, pues, al desprestigio de la palabra política. Usemos los términos adecuadamente, y en los casos que sea necesario denunciemos la “politiquería” como deformación de lo político, o la actitud de aprovechamiento y o corrupción en los casos concretos, pero sin manchar el concepto. Es una tarea difícil pero necesaria si queremos que a la larga asuman cargos representativos quienes realmente los merecen y están dispuestos a hacer su mejor esfuerzo por el beneficio de la sociedad.
 
Juan Borea Odría

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