sábado, 16 de abril de 2016


YO LES DOY LA VIDA ETERNA
"Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen"
Por el P. Clemente Sobrado



San Juan 10,  27 al 30:

Dijo Jesús: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco y ellas me siguen, yo les doy la vida eterna: no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno. ”

Reflexión

Queridos amigos, hoy celebramos el Cuarto Domingo de Pascua, conocido también como el Domingo del Buen Pastor, ya que todos los años leemos en este día parte de la parábola del Buen Pastor que Juan describe en el Capítulo 10 de su Evangelio.

Hoy no son sino cuatro versículos, pero llenos de vida y de esperanza para todos nosotros. Hasta me atrevería a decir que aquí a Jesús se le pasó la mano. Así son las generosidades del corazón de Dios.

Lo primero que destaca es “que mis ovejas me escuchan mi voz”. Ese es el primer paso abrirnos a Dios. Esa fue también la base de la espiritualidad del Antiguo Testamento: “Escucha. Israel.” Algo fundamental hoy que tanto se habla del silencio de Dios. El Dios de nuestra fe es un Dios que habla porque sólo se puede escuchar al que habla no al mudo.

En segundo lugar, nosotros no somos unos desconocidos de Dios. “Yo las conozco” nos dice Jesús. ¿Sabías tú que Dios te conoce por tu propio nombre y apellido?

Para en un tercer momento plantearnos nuestra verdadera actitud para con Él: “Y ellas me siguen.” El seguimiento es la gran invitación que hace Jesús. “Tú sígueme.”

Pero todo eso tiene un final: tendremos vida. “Yo les doy la vida eterna.”

El Papa Francisco nos comenta: “Esta es una gran responsabilidad y debemos pedir al Señor la gracia de la generosidad y el valor y la paciencia para salir, para salir a anunciar el Evangelio. Ah, esto es difícil. Es más fácil quedarse en casa, con esa única oveja. Es más fácil con esa oveja, peinarla, acariciarla... pero nosotros sacerdotes, también vosotros cristianos, todos: el Señor nos quiere pastores, no peinadores de ovejas; ¡pastores!”

Y añade: “Al final un obispo no es obispo para sí mismo, es para el pueblo; y un sacerdote no es sacerdote para sí mismo, es para el pueblo: al servicio de, para hacer crecer, para pastorear al pueblo, precisamente al rebaño, ¿no? Para defenderlo de los lobos. ¡Es bello pensar esto! Cuando en este camino el obispo hace eso es una bella relación con el pueblo, como el obispo Pablo hizo con su pueblo, ¿no? Y cuando el sacerdote tiene esa bella relación con el pueblo, nos da un amor: viene un amor entre ellos, un verdadero amor, y la Iglesia se vuelve unida”.

Queridos amigos, ¿no os parece un lindo mensaje para todos nosotros? ¿No sentís que la Palabra de Dios es hoy todo un mundo de esperanzas e ilusiones?

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