domingo, 5 de abril de 2015


DOMINGO DE PASCUA DE RESURRECCIÓN
HA RESUCITADO EL SEÑOR !
¡La muerte ha dejado de ser muerte y se ha convertido en vida!
Por el P. Clemente Sobrado

San Juan  20,  1 - 9:

El primer día de la semana va María Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todavía estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simón Pedro y donde el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: “Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto.” Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó, pues hasta entonces no habían comprendido que según la Escritura Jesús debía resucitar de entre los muertos.

Reflexión

Queridos amigos: ¡Ha resucitado! ¡Hemos resucitado! ¡La muerte ha dejado de ser muerte y se ha convertido en vida! Me váis a permitir que os relate lo que Javier Jafo, en su Homilía el domingo de Pascua, nos cuenta. Es algo que tuvo lugar en una prisión de la policía secreta de Moscú durante los duros días de la guerra fría y la represión religiosa de la ex-Unión Soviética.

La Señora Arsenjeff escuchó cómo una compañera de celda le decía al oído: “¡Mañana es Pascua de Resurrección!”, y pensó en el inmenso gozo de ese día del que ella parecía excluida. Mientras caminaba por la galería, se rompió el duro silencio con un grito: “¡Cristo ha resucitado!” Era su compañera de celda, cuyos ojos brillaban de alegría en medio de su tristeza. Se hizo un silencio que se mascaba. De pronto, de cada una de las celdas fue saliendo, una respuesta tras otra: “¡Verdaderamente ha resucitado!” Los vigilantes quedaron sorprendidos y aturdidos y se llevaron a rastras a la mujer del rostro pálido. A los cuatro días, la mujer volvió a su celda, pálida y demacrada: había pasado la Pascua en una fría y oscura celda de castigo. Al ver a su compañera, le susurró al oído: “Ya ves, me he atrevido a gritar el mensaje de Pascua y he podido hacerlo. Todo lo demás carece de importancia.”

Amigos, y nosotros, ¿seremos capaces de gritar hoy desde el fondo de nuestro corazón: ¡Hoy es Pascua! ¡Jesús ha resucitado! ¡Nosotros hemos resucitado! Ya no hay muerte, la vida ha triunfado? ¡Qué maravilloso sería que hoy nos asomásemos todos a la ventana o cogiésemos el teléfono y llamásemos a todo el mundo gritándoles: ¡Hermano, Jesús ha resucitado y nosotros con Él! Cuando hoy nos digamos unos a otros: “Felices Pascuas” que sea el anuncio gozoso de que Jesús está vivo y ha vencido a la muerte. Miguel Humberto, Nando y este hermano vuestro, desde aquí os decimos: “Es verdad, está vivo, ha resucitado.” Hoy sí podemos cantarle a Jesús.

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