jueves, 2 de abril de 2015


EL AYUNO QUE AGRADA AL SEÑOR EN LA FIESTA MÁS IMPORTANTE DE FE
UNA REFLEXIÓN POR JUEVES SANTO
Por Juan Borea Odría


Hemos iniciado la Semana Santa con el Domingo de Ramos, en que recordamos la entrada de Jesús a Jerusalén. Para prepararnos a esta fiesta, fundamental en nuestra vida de fe, hemos tenido presente el ayuno. Pero ¿cuál es el ayuno que agrada a Dios? No necesariamente el de la mortificación, sino el de la solidaridad y la justicia. Sí, a veces hay que renunciar a algo que nos agrada, pero el valor no es la renuncia en sí, sino aquello que conseguimos renunciando. Dejar de consumir algo para darle al que le hace falta, dar de nuestro tiempo para servir al hermano, arriesgar nuestra tranquilidad e incluso nuestra vida por causa de la justicia: ese es el verdadero valor del ayuno.

En el inicio de la Semana Santa compartimos con nuestra comunidad educativa lo que nos dice el libro de Isaías en su capítulo 58. Isaías se dirige al pueblo judío del siglo VII antes de Cristo, pero su mensaje tiene la actualidad de la inspiración de la Palabra de Dios.

Este es el ayuno que yo amo —oráculo del Señor—:
soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo,
dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos;
Compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo;
cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.

Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar;
delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor.
Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: "¡Aquí estoy!"

Si eliminas de ti todos los yugos, el gesto amenazador y la palabra maligna;
si ofreces tu pan al hambriento y sacias al que vive en la penuria,
tu luz se a
lzará en las tinieblas y tu oscuridad será como el mediodía

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