lunes, 20 de febrero de 2017


JUAN BOREA: "LOS TECNÓCRATAS SUBESTIMAN A LOS PROFESORES"
Entrevista de Patricia Wiesse -Directora de la Revista Ideele- a Borea Odría

Antes que nada y por encima de todo se reconoce como un profesor. Fundó el Colegio Héctor de Cárdenas hace 32 años y se apasiona cada vez que habla de su propuesta educativa. Es fundador y directivo del Foro Educativo. No habla en vano, pues conoce al monstruo por dentro. Ha sido Director Nacional de Educación Secundaria y asesor del exministro de Educación Javier Sota Nadal. Siente y vive los problemas educativos como propios. Aborrece las modas educativas y le enferman los vaivenes del Estado.

La educación ha empezado a ser un tema de debate nacional. ¿Es esta una percepción o es cierto que ha habido una mayor visibilidad, sobre todo en la gestión de Saavedra?

Ha habido mayor presencia en los medios, pero no ha habido un debate de fondo. No es de fondo porque los medios repiten lugares comunes y se centran en aspectos tangenciales. Por ejemplo, en febrero siempre informan sobre el costo de las matrículas, lo caro que están los uniformes. La moda
empezó cuando se publicaron los resultados de las pruebas PISA y el Perú aparece en el último lugar en comparación con los países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico. Eso generó que se declarara en emergencia la educación, lo cual solo tuvo un impacto
mediático porque no hubo presupuesto y no pasó nada.

¿Alguna vez ha habido un debate serio sobre educación en el país?

A mi juicio solamente durante el gobierno de Velasco en el año 1972, cuando se implementó la reforma educativa que fue dirigida por destacados especialistas como Augusto Salazar Bondy, Walter Peñaloza, Emilio Barrantes, Ricardo Morales. Lo que pasa es que ese debate se tiñó de política y la
reforma se asoció a las posiciones nacionalistas, cuando en realidad se basaba en los mismos conceptos que se publicarían en el Libro Blanco de la UNESCO “Aprender a ser”. Cuando asumió el gobierno el general Morales Bermúdez, en tres años se echó abajo varios aspectos de la reforma, pero ya no pudo eliminar el cambio de mentalidad de los profesores, la “educación liberadora”, el cambio de la educación memorística por una participativa.

En esa época hubo una corriente internacional que apuntaba hacia otras formas de enseñanza. Claro, el mundo educativo empujaba hacia ese lado. El paradigma de la reforma educativa de Velasco se basaba en la tecnología educativa, pero también en la educación liberadora y el desarrollo integral, así como en una actitud mucho más participativa de los profesores. Lo que pasa es que después, en el año 1985, el Banco Mundial y el BID empujaron otro sistema de enseñanza basado en el constructivismo, que también tiende a que sea el estudiante el que construya su propio aprendizaje, pero no con una ligazón social. A los que introdujeron esa corriente les ha sido más fácil tener logros porque se beneficiaron de este cambio de mentalidad que ya existía en los profesores.

Otra etapa en la que algunos especialistas consideran que hubo una reforma fue la de Fujimori, en la que impulsó una educación para servir al mercado. Pero en ese momento no hubo debate. Tan es así, que el nuevo documento de la UNESCO, “La educación encierra un tesoro”, casi no se discutía en el
Perú y los pocos ejemplares que circulaban eran fotocopias. Se hablaba de paporreta de los cuatro pilares: aprender a ser, a hacer, aprender a conocer, aprender a convivir, pero no se llevaban a la práctica porque las teorías del Banco Mundial no coincidían con las de la UNESCO, que promueve una educación orientada al desarrollo del ser humano y de la sociedad.

¿La UNESCO sigue en esa línea o ya se allanó a las nuevas corrientes mercantilistas?

UNESCO no ha elaborado otro documento importante después de ese que produjo a finales del siglo pasado. Lo concreto es que en el Perú ese paradigma no cuajó. Como el Banco Mundial financiaba préstamos para la elaboración de los programas curriculares, éstos se inscribían en la corriente
constructivista. Un constructivismo que, a mi juicio, se tragó sin digerir, pero en el que seguimos todavía. A veces hay elementos antiguos de la pedagogía que son muy buenos y que pueden ser mejores que el constructivismo. Creo que todas las corrientes tienen aspectos interesantes, pero no debemos ser adictos a ninguna religión pedagógica.

Volviendo al intento de reforma de Fujimori, tú fuiste crítico del bachillerato que su ministro Jorge Trelles propuso.

Yo estuve en contra porque solamente un 10% de alumnos iba a ingresar al bachillerato y el resto iba a terminar su básica en cuarto de media. En ningún momento he estado en contra de la metodología del bachillerato. Me hubiera parecido bien si, por el contrario, hubiesen incorporado un año más. Yo
peleo porque aquí en el Perú haya seis años de secundaria, como en Europa. Un año más permite que el alumno madure. Perú y Colombia son los únicos países de América del Sur que tienen cinco años de secundaria. El resto tiene seis.

Actualmente hay colegios que asumen este sistema. ¿Te parece correcta su aplicación?

Hay colegios que hacen el bachillerato en cuarto y quinto de secundaria. Eso es una estafa, no es lo auténtico, los alumnos no tienen la madurez que se requiere. En cambio otros incorporan un año más, hacen el bachillerato en quinto y sexto de secundaria.

Un grupo de educadores liberales sostiene que la calidad educativa a la que apunta el Minedu ya está obsoleta, que el profesor no debe ser transmisor de información sino gestor del aprendizaje, porque la información ya está en el smartphone del alumno. A mí no me gusta eso. Yo soy profesor y éste tiene que ser un guía y no un facilitador. No tiene que dictar la clase, pero debe orientar, discernir y seleccionar las fuentes de consulta por Internet, ayudar al alumno a digerir la información. Y, sobre todo, tener criterio porque muchos de los trabajos que presentan los copian del Rincón del Vago o similares. Me acuerdo que una vez un buen alumno me presentó una monografía sobre las nuevas armas de la Primera Guerra Mundial y no mencionó ni las ametralladoras ni los tanques. Yo me di cuenta de que la había sacado de esa página y no le acepté el trabajo.

¿Consideras que la de Salas y Saavedra fue una reforma?

Una cosa es una reforma y otra mejorar ciertos aspectos como ocurrió con la llamada “reforma” del gobierno de Humala. Con Saavedra hubo un incremento del presupuesto, pero la forma en la que se ha implementado es cuestionable.


¿Qué características debe tener una reforma para ser considerada como tal?

Para que se dé una reforma educativa la sociedad tendría que tener conciencia de que necesita transformar la educación. Tendría que generarse un consenso sobre cuáles son los principales lineamientos de ésta. 

Se necesitaría un presupuesto que cubriera los objetivos que se quieren alcanzar.

Por supuesto. En este momento ni siquiera se cumple con la ley antibullying que requiere de un número determinado de psicólogos por cada colegio. No hay plata para eso. No hay plata para pagar las horas de tutoría a los profesores. Tendría que haber una mejora sustancial en los institutos pedagógicos y en las facultades de educación. Es increíble que los alumnos de educación terminen los cinco años de universidad y tengan que tomar cursos de capacitación. Claro, uno siempre se tiene que actualizar, pero ¿por qué no los actualizaron en tantos años de carrera?

Hablemos de la educación pública peruana. Antes se decía que las grandes unidades escolares brindaban una buena educación. ¿En quémomento tocó fondo?

Cuando se produce la masificación. En la década del 60 los grandes movimientos migratorios se vuelven incontenibles y la gente empieza a demandar más educación. Actualmente la cantidad de población en edad escolar que recibe atención es porcentualmente mucho mayor que la cantidad porcentual de población que recibía atención en la década del 30 o del 40. Había pocos centros educativos, y en ellos enseñaban muy buenos profesores y bien pagados. Cuando aumenta la demanda, la oferta es de menos calidad porque no hay presupuesto Se hacen dos, tres turnos, y hay menos horas de clases. El sueldo del profesor comienza a desmejorar a fines de la década del 60. La captación de nuevos profesores tuvo que ser más amplia y entonces bajó el nivel.

Los bajos sueldos influyen en que cada vez menos personas quieren ser maestros.

Claro, yo me acuerdo que cuando ingresé a la facultad de educación de la Universidad Católica en el año 1972, no había suficientes varones para formar el equipo de fútbol. Los varones éramos o religiosos o políticos. Todos con una mística y la idea de transformar el país mediante la educación. Siempre hay honrosas excepciones, gente que le encanta enseñar. Por ejemplo, yo desde los nueve años quise ser maestro. 

Has publicado un artículo en el que sostienes que la tragedia de la educación es que casi no hay educadores en el Ministerio de Educación.

Sí, los últimos ministros y viceministros no han sido educadores. Ninguno ha dado una clase en su vida. Por eso dan tantas normas irreales. Provienen del mundo universitario, que es diferente al de la educación básica que es la preocupación principal del ministerio. Solo algunos tuvieron la habilidad de buscar profesionales de la educación para el sector de la gestión pedagógica.

¿Cuál es la explicación de esto?

Mi opinión es que existe un menosprecio hacia los profesores por parte de un sector de la tecnocracia, que considera a los docentes poco preparados, con una visión centrada en las aulas y no en el conjunto. Considera que son meros ejecutores de políticas que diseñan los “realmente entendidos”. El resultado de esto es que se diseñan políticas y currículos sin tener en cuenta las vivencias de las aulas, las necesidades reales de estudiantes y profesores.

¿Cómo fue tu paso por el ministerio?

Fue interesante conocer el sistema estatal. Mover ese paquidermo es terrible. Para poder sacar un libro hay una serie de procedimientos que se demoran mucho. Los funcionarios tienen miedo de firmar porque después les cae la Contraloría. Para dar de baja cualquier cosa el procedimiento es complicadísimo. Cuando fui asesor de Sota Nadal entré a los almacenes y vi 20 mil libros de Educación Cívica de Planas que estaban arrinconados hacía cinco años. Ordené que se repartieran a las UGEL bajo mi responsabilidad. Aprendí sobre el tipo de demandas que hay, el tipo de presiones. Hay que tratar con los congresistas que presentan sus iniciativas legales y que tienen, por lo general, un nivel paupérrimo. Yo tuve que parar seis proyectos de ley que buscaban restablecer la instrucción premilitar.

¿Por qué renunciaste?

Salí con el viceministro Manuel Iguiñiz con quien trabajaba. Yo era el que recomendaba al Viceministro, luego de una evaluación, a los directores de UGEL ¡y había cada sinvergüenza que postulaba! Toledo quiso meter a dos de éstos en circunscripciones importantes, yo dije que no y Manuel igual; y tuvimos que salir los dos. Después, cuando entra Sota Nadal como ministro, me llamó y me preguntó si quería volver al monstruo. Le dije que lo iba a consultar con mi confesor que es el Padre Gastón Garatea. Gastón me dijo que era mi deber ir.

El exministro Saavedra, como buen economista, tenía una visión marquetera y exitista de la educación. ¿Cada ministro le imprime un sello diferente a su gestión?

Ese es un problema. Un ejemplo: un eslogan de su gestión era “Rumbo a la nota más alta”; sin embargo, los funcionarios del ministerio hablaban hasta la saciedad de la nueva manera de evaluar – que la evaluación es formativa y no sumativa, que lo que se valora es el esfuerzo, que no importa la nota sino el trabajo gozoso -. ¿En qué quedamos entonces? Tienen que revisar los mensajes que lanzan porque no hay concordancia entre lo que proponen y lo que dicen. Si no hay coherencia nunca se producirán estos cambios de paradigmas en la sociedad.

Se han puesto de moda una serie de pruebas para evaluar los rendimientos de los alumnos.

Eso es algo con lo que estoy en contra. Por ejemplo, formar un ejército de aplicadores que vayan tomando la prueba estandarizada que se llama Evaluación Censal de Estudiantes. Actualmente hay muchos pedagogos que piensan que su aplicación trae más problemas que beneficios. No en vano
en Chile, que en nuestro continente fue uno de los iniciadores del sistema de medición de la calidad educativa, existe un fuerte movimiento contra su aplicación. El ministerio otorga una recompensa económica a los docentes y directores cuyos alumnos tienen un alto rendimiento en estas pruebas, y
esto ha generado perversiones como las “ausencias” de los alumnos menos destacados el día de la prueba, o las horas de clase dedicadas a entrenar a los alumnos para que la rindan. Forman una especie de academia para rendir la prueba.


Entonces, ¿cómo se debe medir el aprendizaje de los alumnos?

Mi opinión es que deberían existir pruebas muestrales a nivel nacional y regional con respecto a algunos indicadores, y que esas pruebas se difundan luego para que en cada centro educativo los docentes y los padres de familia las apliquen, las comparen con los datos nacionales y tomen medidas
relacionadas a lo que ellas miden. Las pruebas estandarizadas para todo el país no sirven: uno se tiene que comparar con los que están al mismo nivel.

La herencia de Saavedra ha sido el nuevo currículo nacional. Tú has señalado que no fue consultado de manera amplia. ¿Tienes otras observaciones?

Sí, las consultas se han hecho por Internet y eso no sirve para nada. Han consultado algunas partes de la propuesta a algunas personas o en algunos eventos, pero no el documento integral de manera abierta. La primera versión fue pésima, la segunda malísima, la tercera mala, la cuarta fue mejor y la última ha mejorado bastante. Pero lo que se ha aprobado está incompleto y tiene todavía deficiencias.

Pero ya que formalmente es un hecho consumado, mi sugerencia fue que durante el 2017 se desarrollara una aplicación piloto para realizar ajustes. El propio ministerio en su página web señala que se necesita una etapa previa de capacitación docente y de diversificación curricular en las regiones. Tampoco se han adecuado los textos escolares. Recién en diciembre se han aprobado los programas curriculares, no hay guías de ningún tipo. El nuevo currículo trae muchos cambios que deben ser procesados por cada maestro y por la escuela para convertirlo en normas consensuadas que se incorporen al proyecto curricular institucional.

Ese procesamiento toma tiempo.

Es que todo se hace de manera apresurada, al caballazo. El nuevo diseño curricular nacional solamente se va a aplicar en primaria urbana. No se va aplicar ni en inicial ni en secundaria. Todo el resto del país estará con el diseño anterior. ¡En lugar de hacer un programa piloto con pocos colegios, se les ocurre hacer un inicio con 4 mil colegios!

¿Hay libertad para aplicarlo o se exige que se cumpla al pie de la letra?

La Constitución señala que el Estado peruano tiene que dar los lineamientos generales, nada más. Pero este currículo le dice todo lo que tiene que hacer al profesor porque hay una percepción de que no está capacitado. Pero si el profesor no está convencido del nuevo currículo o no lo maneja, va a hacer lo que siempre hace e informará como le piden que informe.

El debate ha girado también en torno a dos tendencias: una que apuesta por la privatización de la educación y otra a fortalecer la participación del Estado en la educación pública.

Creo que debe haber libertad de educación. En España, la mayoría de escuelas son públicas, pero también hay colegios concertados dirigidos por instituciones religiosas o filosóficas que el Estado financia. En Finlandia casi no hay colegios privados. Yo soy partidario del sistema europeo, pero aquí
eso no es posible porque ni siquiera hay presupuesto para los colegios estatales. Cuando el Estado ha querido hacer una educación de calidad ha recurrido a los colegios por convenio como los de Fe y Alegría, o ha construido los colegios de alto rendimiento promovidos por Humala. No estoy a favor de éstos. Se gasta 20 tantos mil soles por alumno, igual que un Newton, un Roosevelt. No es lo mismo que lo que Alan García intentó hacer con los colegios emblemáticos a los que se les mejoraba la infraestructura y se capacitaba a los profesores.

Ahora los padres prefieren poner a sus hijos en colegios particulares, aún si estos no tienen la infraestructura requerida ni profesores medianamente buenos. ¿Por qué ocurre esto?

Porque tienen la idea de que el colegio particular se ocupa más de su hijo, que lo tienen más controlado y que, como pagan, pueden reclamar, algo que no ocurre en un colegio estatal. No les importa que tengan menos infraestructura y que les paguen menos a los profesores que en los colegios estatales. Este fenómeno se produce por la demanda y por el crecimiento económico del país. Hay gente dispuesta a pagar. Y me da pena decirlo, pero se produce también porque los colegios del Estado no son buenos. Si esto no fuera así, los colegios privados no serían necesarios.

¿Es un buen negocio poner un colegio de ese tipo o es algo parecido a la bodeguita de la esquina?

Los “colegios de garaje” son negocios de sobrevivencia: trabajan los amigos, la familia. Pero hay otros que son consorcios. Hay cadenas que tienen varios colegios en los conos de Lima. Si Interbank invierte en los colegios Innova es porque es negocio.

¿Y qué opinas de los colegios preuniversitarios?

Existen porque hay demanda. Por más que el Ministerio de Educación prohíbe que se use ese término, esos colegios siguen siéndolo. Algunos funcionan como franquicia, otros como cadenas. La gente cree que son mejores, porque hay paradigmas que están internalizados. Por ejemplo el Minedu sacó una publicidad televisiva e impresa para evitar la deserción escolar que decía: “Terminar la secundaria(o algo similar) es el inicio para que puedas realizar tus estudios superiores, ser un profesional y seguir avanzando en tu vida”. Ellos mismos no entienden que la educación básica tiene objetivos formativos en sí misma, como contribuir al desarrollo integral de la persona, sentar las bases para su felicidad o crear su conciencia ciudadana.

Es el paradigma de los “tigres de Asia”. Alumnos que solo piensan en ser más competitivos, que se tiene que esforzar cada vez más para pasar el examen.

Me desespera cuando esos colegios ponen esos banners enormes que dicen “nuestros éxitos: fulano de tal ingreso con el puesto tal a la universidad”. Yo podría poner esos banners porque mi colegio tiene porcentualmente un alto número de ingresos a universidades de prestigio. Pero a mí no se me va a ocurrir poner un banner

así, porque los ingresos no son un éxito del colegio, sino la formación integral.

Frente a eso, ¿el modelo finlandés sería el ideal?

Hasta cierto punto, porque Finlandia tiene una alta tasa de alcoholismo y de suicidios. Hay un problema en esa sociedad y es que no tiene un sentido de vida. A la educación le falta incorporar eso.

Vocación a prueba de balas

¿Nunca te han tentado los cargos u ofrecimientos que te generarían más rentabilidad económica?

Cuando estuve en el ministerio nadie me ofreció nada. Saben a quién tientan. Les hago entender rápidamente por qué a mí no me ofrecen nada: El colegio más mi casa constituyen un terreno en forma de “L” de mil metros cuadrados en esquina. El metro cuadrado en Jesús María, en una esquina frente al parque, con licencia para construir nueve pisos está a 2500 dólares. Los constructores son los que me ofrecieron comprarlo y me hicieron un cálculo de lo que yo tendría mensualmente solo viviendo de los intereses. Eran ocho mil dólares mensuales que yo no los gano acá ni de lejos. Yo gano como director ocho mil soles trabajando, no echado en una cama. Si no he cedido en eso, menos voy a ceder a otras propuestas.

Son 33 años en Jesús María.

Mis alumnos son del barrio, muchos profesores se han mudado por acá para estar cerca, porque este es un colegio con mucha vivencia; siempre estamos realizando actividades. Para mí el principal indicador de la calidad educativa es si el niño o la niña vienen contentos al colegio. Eso es lo que más me importa. En las charlas que les doy a los padres les digo que deben buscar un colegio que coincida con sus ideas y en el que sus hijos estén felices.

Después de más de casi cinco décadas como educador, ¿qué ideas has cuestionado y reformulado?

En el Perú vivimos de modas educativas, eso es lo que me revienta el hígado. Por ejemplo, la de Summerhill que fue una propuesta que no era real. Yo por eso no tengo ninguna religión pedagógica: ni el constructivismo, ni Tallahasse, ni los objetivos operacionales, ni nada. Conozco todo, pero aplico lo que hay que aplicar en el momento.

El perfil de tus alumnos también ha cambiado. Dices que la mayoría de tus alumnos son del barrio.

Han cambiado junto con el cambio del país. Al principio la gente que venía al colegio era de la teología de la liberación o de los partidos políticos de izquierda. Esa gente se hizo vieja y ya no tiene hijos. Quedan pocos políticos jóvenes de izquierda. Yo fui secretario de organización del Partido Socialista Revolucionario y cuando se hizo el congreso de Izquierda Unida, por lo menos el 30% de los papás del colegio estuvieron allí como representantes de diversos partidos. Ahora me he tenido que adecuar. Yo les digo a los papás que en el colegio damos una visión política democrática y de
compromiso con el país. No es partidaria porque los alumnos no tienen la edad para eso y porque lamentablemente hoy en día hay pocos partidos que valgan la pena. También he cambiado personalmente, y ahora soy mucho más comprensivo y abierto. Hemos generado un nuevo concepto de disciplina.

¿Cuál ha sido el aporte de los colegios alternativos a la educación?



Han sido los precursores, en el Perú, de la famosa “escuela nueva” que viene de 1900 y cuyos textos no se aplicaban. Los colegios alternativos influyeron para abrir caminos. El trato horizontal con los alumnos viene de esas experiencias. La preocupación individual, el conocer el entorno de cada alumno, el salir del aula cerrada para hacer visitas de estudio, la metodología de trabajos de grupo, de investigación. Cosas que ahora todos reconocen, pero que hace treinta años casi nadie
aplicaba

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