LA TRANSFIGURACIÓN DE JESÚS
"Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle."
Por el P. Clemente Sobrado
Lucas 9, 28- 36:
Sucedió que unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago, y subió al monte a orar. Y sucedió que, mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que conversaban con él dos hombres, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en gloria, y hablaban de su partida, que iba a cumplir en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con Él. Y sucedió que, al separarse ellos de Él, dijo Pedro a Jesús: "Maestro, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías", sin saber lo que decía. Estaba diciendo estas cosas cuando se formó una nube y los cubrió con su sombra; y al entrar en la nube, se llenaron de temor. Y vino una voz desde la nube, que decía: "Este es mi Hijo, mi Elegido; escuchadle." Y cuando la voz hubo sonado, se encontró Jesús solo. Ellos callaron y, por aquellos días, no dijeron a nadie nada de lo que habían visto.
Reflexión
Queridos amigos: Hoy el panorama ya no es de desierto sino de linda montañita, desde cuya cima se ve el valle. Si en el desierto sentíamos como que se apagaba la luz sobre Jesús, aquí, en el Tabor, vemos un rostro de Jesús resplandeciente como el sol y sus vestidos brillantes de blanco.
Siempre me ha impresionado ver a las gentes por fuera y luego verlas por dentro. ¡Qué diferentes somos por dentro! Lo que externamente parece ordinario, cuando destapamos lo que somos por dentro, vemos toda la belleza que llevamos dentro.
Esto les pasó a los tres discípulos del Tabor. Conocían de sobra a Jesús por fuera, pero ahora que ven cómo todo lo que lleva dentro se trasluce hacia fuera, se sienten tan entusiasmados que hasta que se quieren quedar allí.
Es el gran problema que todos tenemos con Jesús. Le conocemos de oídas, pero no hemos logrado meternos dentro de Él. Le conocemos por fuera, pero necesitamos conocerle por dentro. Es posible que muchos sintamos cierto aburrimiento cuando nos hablan de Jesús. Necesitamos meternos dentro de Él y contemplar su corazón y toda esa belleza divina que encierra.
Pero eso no se puede hacer a prisas y corriendo. Se necesita de ese silencio contemplativo y que el Espíritu nos lo vaya revelando interiormente, solo entonces podremos entenderle y entender el Evangelio. No conocemos a Jesús si no le conocemos en su interioridad. Por algo Pablo escribía que él no quería saber otra cosa que a Jesús y a este crucificado.
Algo parecido nos sucede con la gente. ¡Con qué facilidad la juzgamos por sus apariencias, por su belleza física! Sin embargo, nuestra verdad la llevamos dentro. Es ahí dentro donde somos nosotros mismos.
Incluso, hasta es posible que nosotros mismos nos conozcamos más en el espejo que mirándonos por dentro. También nosotros necesitamos de esos momentos para entrar dentro de nosotros mismos.
El camino cuaresmal es una invitación a "mirar por dentro". Mirar por dentro a Jesús. Mirar por dentro a nuestros hermanos. Mirarnos por dentro a nosotros mismos.
Fuente
La Iglesia que camina
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