viernes, 6 de febrero de 2009

5 DE FEBRERO DE 1975 "EL LIMAZO": EL COMIENZO DEL FINAL


Hace 34 años ya, el 5 de febrero de 1975, Lima Metropolitana y el Callao amanecieron sin protección policial y desguarnecidos en la seguridad ciudadana, llena de gente y muy populosa ya desde ese entonces. Desde hace meses la Policía (Guardia Civil de aquellos años) experimentaba una crisis que era también el reflejo de todo un periodo que comenzó a “desgastarse” desde el golpe de estado dado siete años atrás por Velazco Alvarado y que ya en 1973 cuando “El Chino” cae enfermo se presagiaba una situación muy complicada en el aparato estatal.

En ese tiempo tenía yo solo 13 años, eran las vacaciones de verano y mi viejo me había matriculado en una academia de idiomas –como siempre sin consultarme para nada- una que quedaba en pleno centro de Lima, nada menos entre las avenidas Wilson y La Colmena. Eran las 8 de la mañana, mi hermana y yo estábamos en el auto de papá con rumbo a Lima a la academia de nombre Brown, ésta quedaba en un tercer piso con vista a la intersección de avenidas antes mencionadas. Días antes habíamos conversado con nuestra profesora de inglés Ingrid Bello –hermana de Johnny Bello, que disputó dos finales olímpicas en México 1968 y Munich 1972, en natación- habíamos acordado ese día que al terminar la clase íbamos a llevarla al Maristas para que tuviera una entrevista con el hermano Director de aquel entonces, Manuel García y postular a una plaza como profesora de inglés. Ella se había sorprendido el nivel de enseñanza del idioma inglés en nuestro colegio...pero esperen un momento...no fue acaso Carlos Mayo quién fue nuestro maestro aquel año?...qué ironía...

Papá nos dejó como siempre sin ningún problema, no me había percatado que en todo el recorrido camino a Lima desde San Juan, no había visto a ningún efectivo policial. No sé si mi viejo sabía lo que iba a pasar. Entramos al salón de clases y no había mucha gente. La miss empezó con el dictado y después de una hora manifestantes, universitarios de la Villarreal protestaban a lo largo de la avenida La Colmena. Provistos de palos, pancartas, piedras y cadenas los apristas avanzaban cada vez más. El dictado de Miss Ingrid se hacía muy accidentado, cada cierto tiempo mandaban llamar a los alumnos, los padres de familia venían a recoger a sus hijos antes de que la cosa se ponga peor.

Me enteré mucho después –ya cuando cursaba el cuarto de secundaria- que del otro lado, en plena plaza Dos de Mayo, otro grupo de gente, esta vez trabajadores y gente sin empleo se organizaba y también salían a protestar por las calles, hartos de muchas cosas . La SUTEP recién creada también estaba en pie de lucha ese día. Los partidos opositores al régimen como el APRA y algunos partidos izquierdistas, que años atrás no se pronunciaban, en esta ocasión lo hacían. La política económica del gobierno militar no dio los resultados esperados; antes bien resultó en un progresivo endeudamiento público. A la crisis económica se sumó el de la inestabilidad política del país. Los policías también habían entrado en protesta masiva, entre sus reclamos se contaban el aumento de sus salarios y el mejor trato hacia el personal subalterno.

Ya éramos en el aula solo seis niños, mi hermana -dos años menor que yó- se puso a llorar justo cuando voltearon un Bus Ikarus al frente del local donde estudiábamos. Cómo deseaba que papá estuviera allí. Me acuerdo todavía que llovían disparos por todas partes, muchos de esos ingresaron al salón de clases y se impactaron en la pared o quebraron algún cuadro colgado en ella. Pude asomarme audazmente a la ventana y ver a jóvenes llevar carretillas llenas con bidones -ahora sé que contenían gasolina y eran usados para incendiar locales y vehículos- En eso veo que llaman a Miss Ingrid, sale corriendo dejando su bolso en el pupitre, al cabo de un rato regresa llorando diciendo que se tiene que retirar, que su mamá se había puesto muy grave, nunca más la volví a ver, ella era buena y muy guapa....

Se hacían las horas interminables para nosotros. El director de la academia mandó tirarnos al suelo y cerrar las ventanas. Nunca había experimentado nada igual, a mis cortos trece años me parecía increíble vivir el peligro tan cerca de mí. Nos llamaron...al fín, dije. Entre gritos, disparos, carros incendiados salimos agazapados del local, mi papá estaba pálido de miedo, tenía la responsabilidad de sacarnos de ese infierno a salvo. Su carro Datsun –rojo de techo negro- tenía impactados en su carrocería, dos proyectiles recién disparados. No podíamos subir al coche a pesar que nos encontrábamos cerca, las balas silbaban cerca de nuestros oídos. No sé entre quienes se disparaban, ya que el ejército recién salió a controlar la situación horas después.

A gatas llegamos al carro, mi hermana no paraba de llorar, yo tenía el corazón en la boca. Veía gente en el suelo, muerta o herida por todos lados. Tengo en mi mente la imagen de una señora con su niño tirados los dos en el pavimento, ensangrentados. Una vez dentro, mi viejito emulando a Steve Mc Queen en la película Le Mans de 1971, donde el actor hace de corredor de fórmula uno, pisó fierro a fondo y sorteando todo obstáculo que se presentaba en el camino,-incluyendo personas que pedían ser recogidas- salimos del feo infierno. Nunca lo había visto tan asustado, como si se tratara de una persecución policial, agazapado en el asiento, sentía como el carro zigzagueaba de un lado a otro. Cuando tomamos la avenida Wilson, con las justas pude ver como se incendiaba el local de El Correo, periódico matutino. En esa posición solo escuchaba sirenas de ambulancias o bomberos, gritos, disparos y nada más. Por momentos levantaba la cabeza, ya que mi curiosidad era mayor. Al cruzar la avenida Bolivia, pude ver como ardía el Centro Cívico, grandes llamaradas y humo salían de su interior. Al llegar a la avenida España alcancé ver como saqueaban la Casa Matushita que no se salvó pese a estar ubicada frente a la Embajada de los Estados Unidos. Del local de los gringos salían gente vestida de civil con revólveres en mano disparando a todo el que se cruzaba por ahí.

Mi papá no debió tomar ese ruta de escape, nos pudo pasar lo peor. Pero de otra manera no hubiera sido testigo de aquel día que graficó para siempre el peligro que existe en nuestras calles cuando no hay protección policial. Desde ese episodio supe aquilatar la responsabilidad que uno tiene al protestar en las calles por algo justo. De medir nuestras limitaciones y demandas cuando eres estudiante universitario, quizás será por eso que muy pocas veces salí a las calles gritando alguna arenga con puño en alto.
Ese día la ciudad de Lima se quedó sin vigilancia policial, mientras que los huelguistas se reunían en el cuartel de Radio Patrulla, en la avenida 28 de Julio, el ejército se concentraba en los alredeores; por la mañana, el centro de Lima se convirtió en escenario de innumerables saqueos e incendios debidos a la falta de policías. Sólo a las 11 de la mañana el ejército reprimió a los hampones que provocaban tales desmanes, haciendo uso de sus armas inclusive. Luego, el gobierno declaró el toque de queda a partir de las 6 de la tarde. Hasta el momento se desconoce el saldo de policías y civiles muertos, heridos o «desaparecidos» por la represión militar de ese día, lo mismo el saldo en pérdidas materiales.

Creo que este acontecimiento, el primer y último susto del gobierno militar, marcó el inicio del retroceso de la Junta Militar de Gobierno, ya que meses mas tarde en vista que la orientación del gobierno había tomado un rumbo irresponsable, Morales Bermudez da el golpe a Velazco y con el "Tacnazo" se trata de enmendar la plana, sin embargo una seguidilla de yerros y ensayos nuevos, terminan por sepultar años más tarde con el último militarismo vivido hasta hoy en el Perú.

Paco Cárdenas Linares

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