domingo, 2 de marzo de 2014

 
DIOS Y LA RIQUEZAS TERRENALES
“Nadie puede servir a dos señores"
Por  el P. José Antonio Pagola
 
San Mateo  6, 24 - 34:

“Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero. Por eso os digo: No andéis preocupados por vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con qué os vestiréis. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. Así que no os preocupéis del mañana: el mañana se preocupará de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio mal.”

Reflexión

NO A LA IDOLATRÍA DEL DINERO
 
 
El dinero, convertido en ídolo absoluto, es para Jesús el mayor enemigo de ese mundo más digno, justo y solidario que quiere Dios. Hace ya veinte siglos que el Profeta de Galilea denunció de manera rotunda que el culto al Dinero será siempre el mayor obstáculo que encontrará la Humanidad para progresar hacia una convivencia más humana.

La lógica de Jesús es aplastante: “No podéis servir a Dios y al Dinero”. Dios no puede reinar en el mundo y ser Padre de todos, sin reclamar justicia para los que son excluidos de una vida digna. Por eso, no pueden trabajar por ese mundo más
humano querido por Dios los que, dominados por el ansia de acumular riqueza, promueven una economía que excluye a los más débiles y los abandona en el hambre y la miseria.

Es sorprendente lo que está sucediendo con el Papa Francisco. Mientras los medios de comunicación y las redes sociales que circulan por internet nos informan, con toda clase de detalles, de los gestos más pequeños de su personalidad admirable, se oculta de modo vergonzoso su grito más urgente a toda la Humanidad: “No a una economía de la exclusión y la iniquidad. Esa economía mata”.

Sin embargo, Francisco no necesita largas argumentaciones ni profundos análisis para exponer su pensamiento. Sabe resumir su indignación en palabras claras y expresivas que podrían abrir el informativo de cualquier telediario, o ser titular de la prensa en cualquier país. Solo algunos ejemplos.

“No puede ser que no sea noticia que muera de frío un anciano en situación de la calle y que sí lo sea la caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es iniquidad”.

Vivimos “en la dictadura de una economía sin rostro y sin un objetivo verdaderamente humano”. Como consecuencia, “mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz”.

“La cultura del bienestar nos anestesia, y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que todavía no hemos comprado, mientras todas esa vidas truncadas por falta de posibilidades nos parecen un espectáculo que de ninguna manera nos altera”.

Como ha dicho él mismo: “este mensaje no es marxismo sino Evangelio puro”. Un mensaje que tiene que tener eco permanente en nuestras comunidades cristianas. Lo contrario podría ser signo de lo que dice el Papa: “Nos estamos volviendo incapaces de compadecernos de los clamores de los otros, ya no lloramos ante el drama de los demás”.

UNA «NUEVA RELIGIÓN»
El consumismo penetra en nosotros de forma sutil. Nadie elige esta manera de vivir después de un proceso de reflexión. Nos vamos sumergiendo en ella, víctimas de una seducción casi inconsciente. El ingenio de la publicidad y el atractivo de las modas van captando suavemente nuestra voluntad. Al final nos parece imposible vivir de otra manera.

No hay que pensar mucho para saber cómo actuar. El proyecto de vida para la mayoría es muy sencillo: trabajar para ganar el dinero que necesitamos para poder disfrutar de unos períodos de tiempo (fin de semana, vacaciones) en los que se gasta el dinero anteriormente ganado y se recuperan las fuerzas para volver al trabajo.

El consumismo se ha convertido en la «nueva religión» del hombre moderno. La meta absoluta consiste en poseer y disfrutar (doctrina dogmática). Para ello es necesario trabajar y ganar dinero (ética y méritos). Los practicantes acuden fielmente a su compra semanal (precepto de fin de semana). Se viven con devoción intensa las grandes fiestas (Navidad, Reyes, vacaciones, bodas, día del padre, de la madre...).

No es fácil liberarse de la esclavitud del consumismo. Como decía Erich Fromm, «el hombre puede ser un esclavo sin cadenas». El consumismo no ha hecho sino desplazar las cadenas del exterior al interior. Por dentro estamos encadenados a un sinfín de caprichos y falsas ilusiones. Estas cadenas interiores son más fuertes que las que se ven por fuera. ¿Cómo liberarnos de esa esclavitud si vivimos creyendo ser libres?

Nuestra vida es insensata. La obesidad y la anorexia que se dan en no pocas personas son una imagen gráfica del aletargamiento y la pérdida de vitalidad de muchos espíritus. Tenemos de todo y carecemos de paz y alegría interior. Queremos vivir triunfando, pero somos cómplices de la miseria y del hambre de muchos.

Inmersos en la sociedad del bienestar, nos preocupamos de seleccionar el restaurante donde iremos a comer, la calidad del vino que vamos a tomar o la marca de nuestro atuendo. Jesús tenía su manera de ver las cosas. Es importante pensar en «lo que vais a comer», «lo que vais a beber» o «con qué os vais a vestir». Pero no viváis obsesionados por todo eso: «Sobre todo, buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura».

P. José Antonio Pagola
Fuente: Odres nuevos

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