jueves, 26 de noviembre de 2015


DE CAMINANTES, CAMINOS Y VERTIENTES: ADVIENTO 2015
Por P. Hilario Huanca M. ss.cc. (comentarista invitado)

La vida es un camino y cada año es un trecho. Cada uno transita procurando la meta que se ha trazado, a su estilo y de acuerdo a sus convicciones. En el trayecto encuentra trechos llanos, escarpados, bajadas o subidas que le resultan fáciles o difíciles. Valles, pampas o cumbres que le permiten contemplar el horizonte que le entusiasma; o, quizá cañadas, abismos, sendas angostas donde apenas caben los pies que le hacen encogerse y angustiarse; riadas o huaicos que detienen su camino, a veces por horas o días. Incluso, nadie está libre de encontrarse con la muerte cara a cara como una enfermedad repentina, una caída, el hundirse. Sin embargo, el buen caminante no se detiene nunca pues, supera los obstáculos, avanza aún herido, aunque sea en camilla llega su destino por sí mismo, su familia, por su compromiso con una causa. Hay en el ser humano un aprecio radical por la vida.

Así también, la vida interior tiene su propio recorrido. Alegrías o pesares, entusiasmos o apatía, certezas o dudas, hasta fe e incredulidad. Obstáculos como impotencia ante las limitaciones y las fragilidades. Incluso, caídas y heridas interiores que le hacen tóxico para los demás y le colocan incluso al borde de la muerte. Pese a todo, continúa aun rengueando o sostenido por los suyos. Hay un halo misterioso que trasciende a la persona y le impulsa a conservar la vida.

Pero entre trecho y trecho el caminante hace un alto. Los caminantes peruanos antiguos tenían sus lugares de descanso conocidos como los puquios (vertientes de agua) y las apachetas (altares en las abras paso de las montañas) para reposar, renovar las energías, volver la mirada a la senda recorrida y avistar la siguiente, encomendarse a su divinidad, y retomar el camino. Ahora cada caminante hace un alto y recurre a su propia fuente para renovarse: usa la razón para afianzar sus propósitos; sus creencias como la ropa amarilla, hacerse un baño de florecimiento etc.; invoca a su divinidad; o, simplemente hace un brindis “para que nos vaya bien”. Pero, ¡retoma energías para mantener y hacer avanzar la vida!

Para nosotros, los cristianos, una de esas vertientes o abras del camino es la Navidad, encuentro con Jesús. Pero, conforme nos vayamos acercando a ese día debemos prepararnos durante cuatro semanas, tiempo llamado Adviento. Comenzaremos el primer domingo con la invitación del mismo Jesús a recobrar el ánimo, levantar la cabeza porque, se acerca nuestra liberación (Lucas 21,28). El Adviento nos dispone para acoger a ese niño pobre, frágil y dejarnos colmar con el amor de Dios; y, una vez más, experimentar la presencia de ese Dios que es fuente de nuestra vida y camino, un Padre que nos ama, nos quiere hermanos entre todos, donde caben los frágiles y los despreciados, y la meta final de nuestro camino es su casa.

El Héctor de Cárdenas (colegio en que laboro) es una familia educativa habituada al camino y al compañerismo en la ruta donde todos cabemos. Por eso mismo, estamos invitados a prepararnos intensamente en este Adviento. Y después de nuestro encuentro con Jesús y renovada nuestra vida, retomar nuestro camino con Él, llevando en nuestro corazón el mensaje den Gabriel: “…para Dios nada hay imposible” (1,37).


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