domingo, 15 de febrero de 2015


LA CURACIÓN DEL LEPROSO
En el corazón de Dios caben todos
Por el P. José Antonio Pagola
 
 
San Marcos  1,  40 - 45:

Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: “Si quieres, puedes limpiarme.” Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: “Quiero; queda limpio.” Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio. Le despidió al instante prohibiéndole severamente: “Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.” Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a Él de todas partes.

Reflexión

De forma inesperada, un leproso «se acerca a Jesús». Según la ley, no puede entrar en contacto con nadie. Es un «impuro» y ha de vivir aislado. Tampoco puede entrar en el templo. ¿Cómo va a acoger Dios en su presencia a un ser tan repugnante? Su destino es vivir excluido. Así lo establece la ley.

A pesar de todo, este leproso desesperado se atreve a desafiar todas las normas. Sabe que está obrando mal. Por eso se pone de rodillas. No se arriesga a hablar con Jesús de frente. Desde el suelo, le hace esta súplica: «Si quieres, puedes limpiarme». Sabe que Jesús lo puede curar, pero ¿querrá limpiarlo?, ¿se atreverá a sacarlo de la exclusión a la que está sometido en nombre de Dios?

Sorprende la emoción que le produce a Jesús la cercanía del leproso. No se horroriza, ni se echa atrás. Ante la situación de aquél pobre hombre, «se conmueve hasta las entrañas». La ternura lo desborda. ¿Cómo no va a querer limpiarlo él, que sólo vive movido por la compasión de Dios hacia sus hijos e hijas más indefensos y despreciados?

Sin dudarlo, «extiende la mano» hacia aquél hombre y «toca» su piel despreciada por los puros. Sabe que está prohibido por la ley y que, con este gesto, está reafirmando la transgresión iniciada por el leproso. Sólo lo mueve la compasión: «Quiero: queda limpio».

Esto es lo que quiere el Dios encarnado en Jesús: limpiar el mundo de exclusiones que van contra su compasión de Padre. No es Dios quien excluye, sino nuestras leyes e instituciones. No es Dios quien margina, sino nosotros. En adelante, todos han de tener claro que a nadie se ha de excluir en nombre de Jesús.

Seguirle a él significa no horrorizarnos ante ningún impuro, ni impura. No retirar a ningún «excluido» nuestra acogida. Para Jesús, lo primero es la persona que sufre y no la norma. Poner siempre por delante la norma es la mejor manera de ir perdiendo la sensibilidad de Jesús ante los despreciados y rechazados. La mejor manera de vivir sin compasión.

En pocos lugares es más reconocible el Espíritu de Jesús que en esas personas que ofrecen apoyo y amistad gratuita a prostitutas indefensas, que acompañan a psicóticos olvidados por todos, que defienden a homosexuales que no pueden vivir dignamente su condición… Ellos nos recuerdan que en el corazón de Dios caben todos

domingo, 1 de febrero de 2015


JESÚS EXPULSA A UN ESPÍRITU
La enseñanza de Jesús es liberadora
Por el P. Clemente Sobrado

San Marcos  1,  21 - 28:

Llegan a Cafarnaúm. Al llegar el sábado entró en la sinagoga y se puso a enseñar.Y quedaban asombrados de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas.
Había precisamente en su sinagoga un hombre poseído por un espíritu inmundo, que se puso a gritar:“¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios.”Jesús, entonces, le conminó diciendo: “Cállate y sal de él.”Y agitándole violentamente el espíritu inmundo, dio un fuerte grito y salió de él.Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: “¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen.”Bien pronto su fama se extendió por todas partes, en toda la región de Galilea.

Reflexión

Queridos amigos: El Evangelio de hoy nos sitúa ante las primeras impresiones que la gente tiene acerca de Jesús. Y resulta curioso que la primera reacción haya sido de reconocer la superioridad de la enseñanza de Jesús por encima de los escribas, los especialistas de la ley. Lo primero que reconocen en Él es “la autoridad con la que enseña”. “Este modo de enseñar es nuevo”, aquí hay algo distinto a lo que los escribas dicen que no hacen sino hablar comentando la ley de Moisés y los Profetas. Pero aquí hay algo más, hay una novedad, Jesús no es un comentarista. Jesús habla de lo que sabe, de lo que Dios le inspira y de lo que el Espíritu Santo despierta en su corazón.

La enseñanza de los letrados esclaviza. La enseñanza de Jesús es liberadora, es una invitación al amor y a la libertad y el respeto a la persona.

Un Evangelio de suma actualidad, precisamente hoy que la autoridad ha perdido fuerza y sentido porque hoy ya no creemos tanto en la autoridad que nace del puesto que uno ocupa o del poder que tiene, sino que creemos en la autoridad de la persona misma, de la verdad y autenticidad de la persona y en la medida en que esta autoridad es una llamada al respeto de los demás, a la libertad de los demás y a la promoción y desarrollo de los demás. Es decir, hoy creemos a la autoridad no del que manda sino del que pone su vida en actitud de servicio a los demás.

Una autoridad capaz de sacar de nuestros corazones esos malos espíritus que nos esclavizan. La autoridad que brota de la dignidad misma de la persona que manda. Más que mandar, la verdadera autoridad sirve a los demás. Más que sentirse superior, la verdadera autoridad es la que siente superiores a los demás. Una verdadera autoridad no se impone por el miedo, sino por el amor. Hoy tenemos más miedo a la autoridad que un verdadero amor y cariño.

Por eso pienso que el Evangelio de hoy es una llamada de atención para todos, para los que enseñan y mandan y para los que escuchan y obedecen.

Fuente: La Iglesia que camina
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