domingo, 11 de enero de 2015

 
EL BAUTISMO DE JESÚS
“Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.”
Por el P. Clemente Sobrado
 
 
San Marcos  1, 6 - 11:

Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo.” Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a Él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.”

Reflexión

 “¿De qué te sirve creer en Dios si luego no lo usas?” Marcos comienza el relato del Bautismo de Jesús presentando el exterior de Juan el Bautista: vestido de piel de camello y se alimentaba de langostas y miel silvestre y bautizaba solo con agua. A su vez, nos describe la experiencia interior de Juan: “Viene otro que es más fuerte y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias.” Juan siente que su bautismo es muy inferior al de Jesús que “bautizará con Espíritu Santo”.

De Jesús se nos dice que viene de Galilea, que pide ser bautizado, pero luego nos presenta la interioridad de Jesús: la presencia del Espíritu y la proclamación del Padre confesándolo como su “Hijo amado, en quien tiene sus complacencias”.

El hombre no es solo exterioridad, sino también interioridad. El Bautismo de Jesús es una invitación a entrar dentro de nosotros mismos. A vernos por dentro, a experimentarnos desde el alma y no solo experimentarnos desde nuestro exterior: desde lo que hacemos, desde lo que buscamos, desde lo que los demás quieren de nosotros.

Nos hemos olvidado de lo que llevamos dentro. Nos hemos olvidado que nuestra mayor riqueza no está en la corteza de nuestra piel, sino allá dentro donde estamos habitados por el Espíritu Santo. Nos hemos olvidado que nuestro mayor gozo no es tanto sentir que los demás nos aman, sino sentirnos interiormente amados por Dios, como sus hijos amados, sus predilectos.

Mirémonos cada uno y nos daremos cuenta de que por dentro caminamos como vacíos, como una nuez que por dentro no tiene nada. Como si toda nuestra existencia fuese un simple vivir siempre en la superficie de nosotros mismos. ¿Será por eso que nos falta la verdadera alegría y necesitamos de mucho ruido para sentir que estamos vivos? Y dejo la frase del Papa Francisco: “Y ahora os dejo una tarea para hacer en casa. Cuando hoy volváis a casa, id a buscar bien cuál es la fe­cha de vuestro Bautismo, y esto para festejado, para dar gracias al Señor por este don.” ¿Lo haréis?
 
Fuente: La Iglesia que camina

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