miércoles, 28 de septiembre de 2016


¿TIRAR LA TOALLA? ¡NO! ¡LUCHAR CONTRA LA CORRIENTE!
Cuando la tecnología la aplicamos mal
 Por Juan Borea Odría



La carta de Leonardo Haberkorn, periodista y académico uruguayo, renunciando a seguir dando clases en una Universidad de Montevideo ha circulado ampliamente en las redes y nos da una oportunidad para reflexionar sobre un tema de mucha actualidad: el uso de los celulares y las redes sociales. Textualmente, el profesor dice:

“Después de muchos, muchos años, hoy di clase en la universidad por última vez. (…) Me cansé de pelear contra los celulares, contra WhatsApp y Facebook. Me rindo. Tiro la toalla. Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono (…) Claro, es cierto, no todos son así. Pero cada vez son más.

Hasta hace tres años la exhortación a dejar el teléfono durante 90 minutos tenía algún efecto. Ya no. Además, cada vez es más difícil explicar cómo funciona el periodismo ante gente que no lo consume ni le ve sentido a estar informado. Esta semana en clase salió el tema Venezuela. Solo una estudiante en 20 pudo decir lo básico del conflicto. El resto no tenía ni la más mínima idea. Les pregunté si sabían qué uruguayo estaba en medio de esa tormenta. Obviamente, ninguno sabía. Les pregunté si conocían quién es Almagro. Silencio. A las cansadas, desde el fondo del salón, una única chica balbuceó: ¿no era el canciller? ¿Saben quién es Vargas Llosa? ¡Sí! ¿Alguno leyó alguno de sus libros? No, ninguno. (…) La incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos. Les fueron matando la curiosidad (…)y les enseñaron que todo da más o menos lo mismo. No quiero ser parte de ese círculo perverso.
Nunca fui así y no lo seré. (…) La carta acaba con una experiencia final en la que expone a sus alumnos la entrevista de una periodista al dictador argentino Galtieri sobre la Guerra de las Malvinas.

Continúo con la cita textual: “Normalmente, a esta altura, todos los años ya había conseguido que la
mayor parte de la clase siguiera el asunto con fascinación. Este año no. Caras absortas. Desinterés. Llegamos a la entrevista. Leímos los fragmentos más duros e inolvidables. Silencio. Silencio. Silencio. Ellos querían que terminara la clase. Yo también.”


Comprendo al profesor, pues muchas veces los docentes nos sentimos descorazonados cuando tratamos de motivar dando charlas emotivas, usando diversas estrategias didácticas, buscando temas que a nuestro juicio debían interesar, todo sin éxito. Pero comprenderlo no significa estar de acuerdo. No se trata de tirar la toalla, sino de comprender que la situación es nueva y hay que abordarla.

Lo primordial es saber que no se trata de pelear contras las tecnologías, y lamentarnos “que cualquier tiempo pasado fue mejor”. Las tecnologías actuales y las futuras son hechos incontrovertibles con los cuales debemos convivir. Lo que tenemos que hacer los padres, autoridades y docentes es tratar de comprenderlas y convertirlas en nuestras aliadas. No es tarea fácil, sobre todo a quienes tenemos más años y nos cuesta entender su lógica, pero es una tarea indispensable sin la cual estamos condenados al fracaso.

Cuando hablamos de tecnología no nos referimos solo a los aparatos y los programas, sino también a la manera de ver el mundo que se va configurando en el usuario. No es la misma configuración de quienes nos acercamos por primera vez al conocimiento a través de los libros y las conferencias; los niños y jóvenes conocen y sienten de otra manera. Tal vez no nos convenza ni nos guste, pero es la suya.

El segundo paso, trascendental, es educarlos en hogar y escuela para que los muchachos no dependan de la tecnología; que la dominen y la USEN no que ella los domine. No es tarea fácil; requerirá firmeza, cariño, motivación, normas, estrategias, pero puede lograrse, y ejemplos de ello hay muchos colegios de Lima. Prevenir también con orientación y vigilancia los peligros conexos como apertura irrestricta de la intimidad, abuso sexual y otros.

Lo tercero, que corresponde ya a las autoridades educativas, a las Universidades, institutos, gremios diversos, es elaborar una tecnología que ayude a los jóvenes y niños a aprender conocimientos, adquirir habilidades, comunicarse provechosamente con pares, promover sentimientos, ampliar sus horizontes. Hay muchos de esos elementos, pero no tienen la difusión ni la fuerza necesaria para convertirse en predominantes; por ello insisto en que más allá de la creatividad de una persona, es preciso una política de producción y difusión impulsada por quienes tienen como meta la formación de las personas.

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