sábado, 8 de diciembre de 2012

 
RETORNO
 
Como dijera Heraud, por un momento llegué a pensar que se me habían agotado las palabras. Aquello sucedió hace casi tres meses y, en mi caso, eso equivalía casi a morir, o, cuando menos, a sentirme diluido en el ostracismo que es peor que la propia muerte. Sentí con claridad cómo la bella musa que siempre estaba a mi lado, de un momento a otro desapareció, aunque pensándolo bien, quizás, ella siempre estuvo ahí y era yo quien me alejaba; dejé de escuchar su dulce susurro que acariciaba todos los días mis oídos y sorprendí, cuando se alejaba presuroso, a aquel ángel que se roba la voz de aquellos que están hablando y de pronto se sumergen en un silencio inexplicable, los vi perderse rápidamente por algún recodo infame como quien se prepara para una celada artera.
 
De un momento a otro me sentí sólo con mi soledad en medio de la multitud cotidiana del día a día, y me acordé de Harry Haller -el personaje de “El lobo estepario” de Hesse- quien por cuenta propia decidió que sólo viviría hasta los 52 años; y recordé también que fue a propósito de comentar esta lectura que intercambié los primeros e-mails con mi amigo Paco quien me propuso emborronar algunas cuartillas para el blog del Maristas Boy’s porque le dije que había adquirido el “mal hábito” de la lectura y la “pésima” costumbre de comprender lo que leía -o por lo menos intentarlo- y como consecuencia de ello mi columna se llamaría “Léase con cuidado”.
 
Durante este tiempo seguí divagando y sólo existiendo, empequeñecido y casi invisible entre cuentas por pagar y cosificado por telarañas mercantiles; intenté en vano llenar el vacío subiendo a las minas de Cerro de Pasco, escalando paredes en el bosque de piedras de Huayllay a 2°C de temperatura y 4,300 m. snm., regresé a Prusia y a Pozuzo sobre los pasos aún tibios de la amistad sincera e indescriptible, y hasta aproveche el viaje para leer a mis anchas el prólogo de Carlos Baudelaire a los “Cuentos de misterio y Fantasía” de Edgar Allan Poe en una edición argentina de 1944, pero nada me colmaba; hasta que de pronto, con la misma violencia que se fue la sentí regresar vigorosa y renovada, la musa había logrado escapar del ángel que la había robado y regresó conmigo gritando dulcemente en mi oído: habibi vuelve a coger la pluma, ¿no te das cuenta que sigue el tiempo de masacre y continúan destazando a los más vilipendiados en la Franja de Gaza? ¿no percibes acaso que el ser humano se auto aniquila y como Cronos el mercado terminará por devorar a sus propios hijos?.
 
Fue entonces que desperté de mi letargo recordando al Vallejo republicano en “España, aparta de mi este cáliz”: Todo acto o voz genial viene del pueblo y va hacia él… y comprendí que era yo quien realmente se había agotado pues las palabras nunca se agotarán mientras alguien tenga algo que decir, mientras alguien tenga algo que sentir y aquí me tienen, nuevamente, recopilando sueños del futuro en unas cuantas líneas, porque nada humano me es ajeno, mi musa, mi habibi que ha regresado.
 



Mario Dominguez Olaya

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