SOBRE EL VOTO PREFERENCIAL
Uno de los pocos consensos en la percepción sobre política en nuestro país, es que el Congreso de la República no responde a las expectativas ciudadanas. Claro que existen congresistas dignos, productivos, con una representación real de sectores de la población, pero se piensa que esos congresistas no son la mayoría y que más bien abundan personas que han ingresado al Congreso con fines particulares y no de servicio a la nación. Esto es grave porque en una democracia el equilibrio de poderes y la buena imagen que de cada uno de los poderes del Estado tenga la población, son claves para la gobernabilidad y el liderazgo.
En busca de mejorar la calidad del Congreso y la fortaleza de los partidos políticos que son fundamentales en una democracia representativa (lamentablemente pocos partidos en el Perú hacen honor al nombre de PARTIDOS) los tres organismos que integran el Poder Electoral (JNE, RENIEC, ONPE) presentaron varias propuestas legislativas. Una de ellas, la eliminación del voto preferencial, ha sido desechada por votación mayoritaria en la comisión de constitución; lo que desde nuestra óptica es un error.
La intención del voto preferencial fue buena: intentar acercar a los congresistas a la gente evitando una posible manipulación de las cúpulas partidarias. Pero con los años la práctica ha sido nefasta; pululan a nivel nacional y regional “partidos” creados para la ocasión en torno a caudillos, a dinero, a grupos de intereses, que han puesto a subasta las candidaturas. Y con el costo que suponen las campañas, los advenedizos y negociantes han ido sacando del camino a quienes no tienen recursos, con el resultado que vemos cada día en la pobre actuación parlamentaria, en la ignorancia, y en la baja calidad ética de muchos que al llegar al Congreso hacen lo necesario para “recuperar la inversión y sacar la utilidad”.
Otros que aprovechan el voto preferencial son quienes tienen acceso a imagen pública tales como deportistas, actores, gente de la farándula; al ser conocidos en una faceta, la gente los identifica y vota por ellos sin saber qué calidad tendrán para ejercer la difícil tarea del congresista. Todo esto sin profundizar en el hecho muy probable que sectores delincuenciales financien campañas para que salgan “sus” candidatos y ejerzan lobby al interior del Estado; esto último se está viendo también con frecuencia en elecciones municipales y regionales.
No hay sistema perfecto, y a cualquier ley se le puede sacar la vuelta si no hay participación y vigilancia ciudadanas. Pero hay que buscar el mecanismo adecuado a las circunstancias; en estos momentos el voto preferencial no ayuda a tener un Congreso digno. Es mejor que haya en los partidos elecciones internas supervisadas por la ONPE que definan quiénes deberán representarlos. Lamentamos la decisión de la Comisión de Constitución, y esperamos una pronta rectificación.
Juan Borea Odría
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