domingo, 15 de marzo de 2015


CUARTO DOMINGO DE CUARESMA
VINO LA LUZ AL MUNDO
Pero el que obra la verdad, va a la luz
Por el P. Clemente Sobrado

San Juan  3,  14 - 21:

Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea tenga por él vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es juzgado; pero el que no cree, ya está juzgado, porque no ha creído en el Nombre del Hijo único de Dios. Y el juicio está en que vino la luz al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras. Pero el que obra la verdad, va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios.”

Reflexión

Queridos amigos: El Evangelio de hoy es como una especie de oasis en medio de las arenas del desierto de la Cuaresma. Un Evangelio que nos habla de ambiente y clima de muerte, pero a la vez, nos habla de vida y de amor.

Nos recuerda el ambiente de muerte que el Pueblo de Dios sufrió en el desierto, pero también nos habla de ese que está levantado y clavado en los palos de la Cruz que no solo nos cura de las mordeduras de muerte que cada día hieren nuestra carne, sino que habla y anuncia la vida verdadera, la vida eterna.

Este Evangelio nos habla no de ese Dios que tantas veces han querido meternos en la cabeza, un Dios que castiga y está a la espera de que le fallemos para enviarnos a la caldera del diablo. Nos habla de un Dios que nos ama tanto que es capaz de hacerse él mismo hombre como nosotros y entregarnos a su hijo único. Un Dios que no quiere que se pierda ni uno solo, sino que todos nos salvemos.

No es el Dios que amenaza, sino el Dios que nos abre al gozo y a la alegría de la esperanza. Tenemos que reconocer que nosotros vivimos demasiado del pesimismo e incluso vivimos con demasiado temor a Dios. Vivimos una especie de esquizofrenia espiritual donde todo es pecado, que no logra la paz y la alegría del perdón. Andamos siempre revolviendo el pasado. Dudamos que Dios nos haya perdonado y nos volvemos a confesar una y mil veces lo que hicimos de niños o de jóvenes.

El cristiano es el que ha descubierto el amor y la vida, el que ha descubierto que Dios le ama tanto o más que a sí mismo, y ha descubierto que más que amenazado de muerte está amenazado de vida.

Nos han metido en la cabeza un cristianismo de castigo y de muerte, cuando el Evangelio es el gran anuncio del amor, de la vida y de la esperanza. No hagamos antipático el Evangelio y la fe. No hagamos antipático el ser cristiano. Al contrario, presentemos nuestra fe como una invitación al amor y a la vida.

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