EL BUEN SAMARITANO
El Amor hacia tu prójimo
Por el P. Clemente Sobrado
San Lucas 10, 25 - 37:
Se levantó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: "Maestro, ¿qué tengo que hacer para tener en herencia vida eterna?" Él le dijo: "¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?" Respondió: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo." Le dijo entonces: "Bien has respondido. Haz eso y vivirás." Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: "Y ¿quién es mi prójimo?" Jesús respondió: "Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de salteadores, que, después de despojarle y golpearle, se fueron dejándole medio muerto. Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo. De igual modo, un levita que pasaba por aquel sitio le vio y dio un rodeo. Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él, y al verle tuvo compasión; y, acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y montándole sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y dijo: "Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva." ¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?" Él dijo: "El que practicó la misericordia con él." Le dijo Jesús: "Vete y haz tú lo mismo."
Reflexión
Queridos amigos: La parábola que acabamos de escuchar es bien provocativa. Relata un hecho que vemos cada día, tal vez no en la cuneta de los caminos, pero sí en las aceras de nuestras calles, delante de la puerta de las Iglesias y por toda la geografía del mundo. Esos heridos y golpeados por la vida y la miseria y la enfermedad.
Es frente a ellos que Jesús presenta la verdad de nuestra fe, de nuestra religiosidad y de la misma Iglesia. Lucas dice muy finamente que por allí pasan "casualmente" un sacerdote y un levita, se ve que no era normalmente su camino porque su camino era el del templo, hasta es posible que viniesen del Templo.
Sacerdote y levita al verlo al herido "dan un rodeo", es decir, cierran los ojos o miran a otra parte. Es una manera gráfica de expresar que el que sufre no existe para ellos. Ellos viven otra realidad, la del templo, la de la ley. Viven encerrados posiblemente en sus rezos.
Pero ahí está un samaritano que apesta por ser un pagano, ese está de viaje. No viene del templo, va a sus negocios o a solucionar alguno de sus problemas. Pero éste sí tiene ojos y tiene ojos en el corazón porque "sintió lástima", "se acercó, le vendó las heridas, lo monta en su cabalgadura y lo lleva a una posada" donde puedan atenderle mejor. Mete la mano al bolsillo y paga los gastos.
Es una parábola provocativa para los que viven la religión de la ley y del Templo. La gente religiosa no tiene ojos porque no tiene sensibilidad en el corazón ante el sufrimiento humano, es una religiosidad a la que no importa el dolor y el sufrimiento.
Incluso el letrado que pregunta a Jesús demuestra que sabe mucho de la ley, pero no sabe quién es realmente su prójimo. Sabe mucho de Dios, pero ignora quién pueda ser su prójimo. Una religiosidad de la indiferencia ante los demás. Una religiosidad que no tiene ojos para ver al que sufre.
Como contraste, un samaritano, un pagano, uno que no sabe nada del Templo y de Dios tiene "entrañas de compasión". Para colmo, Jesús le dice al letrado: "que también él haga lo mismo." Que sea no como su gente del templo, sino que sea como ese pagano. ¡También fuera de la Iglesia puede haber mucho corazón, mucha solidaridad, mucha bondad! Hay que estar atentos a lo que hacemos.
Fuente
La Iglesia que camina
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