Uno de los referentes mas connotados de la literatura peruana de la era republicana es sin lugar a dudas Don Ricardo Palma y su obra mas significativa las “Tradiciones Peruanas” se encarga de compilar relatos costumbristas que atraviesan el panorama peruano desde el incario hasta la guerra independentista de las primeras décadas del s. XIX; hasta aquí lo conocido desde de nuestras tempranas épocas escolares, sin embargo paralelamente a estos escritos existieron otros elaborados secretamente por Palma y circulados clandestinamente entre un grupo selecto y hermético de sus allegados a tal punto que su publicación solo fue posible póstumamente, es decir luego de varios años de la muerte del autor. Son breves relatos que él atesoraba con el título de “Tradiciones en Salsa Verde” y que, dentro de su estilo de tradicionalista, se encargaba de subvertir lo literariamente establecido y las formas “socialmente” aceptadas en una Lima repleta de la herencia colonial de la mojigatería, la hipocresía, la traición y la corruptela que se prolonga hasta nuestros días.
Las “Tradiciones en Salsa Verde” se caracterizan por hacer gala de un lenguaje verdaderamente popular no por lo procaz de algunos términos sino por el cuestionamiento de una sociedad vertical y asfixiante; son varias las joyitas que encontré, pero en esta oportunidad me llamó mucho la atención de ésta titulada “El carajo de Sucre” ya que este fue un personaje que aunque militar solo una vez pronunció una lisura y fue cuando cayó mortalmente herido a traición por un balazo en una traicionera emboscada en la localidad de Berruecos (Colombia), hasta ese aciago momento creo que la única interjección que de vez en cuando profería era “¡Rechuflas!” y quizás, también, era adicto a la “Fanta” por lo demás fue un buen general y mejor organizador de promociones (esto último quizás solo será entendido por aquellos que bien estimamos a nuestro apreciado Julián).
“EL CARAJO DE SUCRE
El mariscal Antonio José de Sucre fue un hombre muy culto y muy decoroso en palabras. Contrastaba en esto con Bolívar. Jamás se oyó de su boca un vocablo obsceno, ni una interjección de cuartel, cosa tan común entre militares. Aun cuando (lo que fue raro en él) se encolerizaba por gravísima causa, limitábase a morderse los labios; puede decirse que tenía lo que llaman la cólera blanca.
Tal vez fundaba su orgullo en que nadie pudiera decir que lo había visto proferir una palabra soez, pecadillo de que muchos santos, con toda su santidad, no se libraron. El mismo Santo Domingo cuando, crucifico en mano, encabezó la matanza de los albigenses, echaba cada «Sacre nom de Dieu» y cada taco, que hacía temblar al mundo y sus alrededores.
Quizá tienen ustedes noticia del obispo señor Cuero, arzobispo de Bogotá y que murió en olor de santidad: pues su ilustrísima, cuando el Evangelio de la misa era muy largo, pasaba por alto algunos versículos, diciendo: Estas son pendejadas del Evangelista y por eso no las leo.
Sólo el mariscal Miller fue, entre los pro-hombres de la patria vieja, el único que jamás empleó en sus rabietas el cuartelero ¡carajo!
El juraba en inglés y por eso un «God dain!» de Miller, (Dios me condene), a nadie impresionaba. Cuentan del bravo británico que, al escapar de Arequipa perseguido por un piquete de caballería española, pasó frente a un balcón en el que estaban tres damas godas de primera agua que gritaron al fugitivo:
jAbur, gringo pícaro!
Miller detuvo al caballo y contestó:
- Lo de gringo es cierto y lo de pícaro no está probado, pero lo que es una verdad más grande que la Biblia es que ustedes son feas, viejas y putas. ¡God dam!
Volviendo a Sucre, de quien la digresión milleresca nos ha alejado un tantito, hay que traer a cuento el aforismo que dice: «Nadie diga de esta agua no beberé».
El día de la horrenda, de la abominable tragedia de Berruecos, al oírse la detonación del arma de fuego, exclamó Sucre, cayendo del caballo:
- ¡Carajo! un balazo...
Y no pronunció más palabra.
Desde entonces, quedó como refrán el decir a una persona, cuando jura y rejura que en su vida no cometerá tal o cual acción, buena o mala: ¡Hombre, quién sabe si no nos saldrá usted un día con el Carajo de Sucre!”.
Mario Domínguez Olaya
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