domingo, 25 de septiembre de 2011


LA PARABOLA DE LOS DOS HIJOS
Muchos hablan de lo que harán y no lo hacen...
Por el P. Clemente Sobrado
San Mateo  21,  28 - 32:
Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: "Hijo, vete hoy a trabajar en la viña." Y él respondió: "No quiero", pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: "Voy, Señor", y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?” - “El primero” - le dicen. Díceles Jesús: “En verdad os digo que los publicanos y las prostitutas os llevan la delantera en el Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, en cambio los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis ni creísteis.”

Reflexión
 
Comenzamos hoy con la primera de tres parábolas que leeremos en estos tres domingos. Tres parábolas dirigidas con toda su dinamita contra los dirigentes religiosos: la parábola de los dos hijos, la parábola de los viñadores y la parábola del banquete del Reino. Jesús acaba de llegar a Jerusalén y comienza por barrer el templo de vendedores y comerciantes. A continuación, sin miedo a las reacciones que puedan tener contra Él, les encaja estas tres parábolas.

En esta primera parábola, la del padre que tiene dos hijos, es una alusión directa contra los Jefes a los cuales Jesús identifica con el hijo que dice sí, pero un sí que luego es un no en la vida. Hasta se atreve a compararlos con los publicanos y prostitutas, diciéndoles que tanto los unos como las otras son mejores que ellos.

El sentirse dueños de la verdad y sentirse dueños de Dios, hace que sus vidas que en un principio fueron un sí, ahora terminen siendo un no a Jesús, al Evangelio, al cambio, a lo nuevo. Mientras que los malos, los que viven de espaldas a la ley religiosa, publicanos y pecadoras públicas, que comenzaron siendo un no a la religión de la ley, ahora abren sus corazones a la predicación de Juan y de Jesús y están en el camino del Reino de Dios.

Como podéis daros cuenta, hace falta tener coraje, valentía y libertad de espíritu para echarles en cara a los Maestros de la Ley, a los que se creen representantes legales de Dios, sacerdotes y ancianos, que ellos no entrarán al Reino, mientras que aquellos a quienes ellos excluyen ya tienen la puerta abierta.

Actualmente los padres educan a sus hijos lo mejor que pueden, son dóciles, pero llega al momento de su adolescencia y también los hijos son hijos de su ambiente. Del sí a la voluntad de los padres terminan con un no fruto de su sentido de independencia. Muchos padres sufren una tremenda decepción de que todo lo que han hecho por ellos se haya ido al agua. Entonces comienzan las agresiones, los ataques. Y eso no es bueno  porque lo que era una simple crisis puede convertirse en una autoafirmación. Vienen los resentimientos mutuos y entonces el orgullo afianza lo que no era sino una pose del mismo proceso de maduración. Que es bueno pasar por la crisis de la protesta y demostrarles que los entendemos y que no por eso vamos a marginarlos ni a vivir amargados con ellos. Ahí el amor y la comprensión son esenciales.

Es muy fácil hablar contra el pecado del pueblo, el pecado de los sencillos, pero se requiere todo el coraje de los Profetas para echar en cara a los de arriba su falta de sensibilidad al Evangelio y su cerrazón a la novedad de Dios y sus resistencias a la novedad del Espíritu. Lo curioso es que eran precisamente ellos los que se creían los embajadores acreditados de Dios, los que se creían dueños de la verdad.

Quienes pedimos la conversión a nuestros fieles debiéramos ser los primeros en convertirnos al Evangelio. Quienes reclamamos a los fieles un espíritu de pobreza y solidaridad debiéramos ser los primeros dar ejemplo de vida sencilla, pobre y solidaria. Quienes exigimos a nuestros fieles una vida sencilla y sin grandes exhibicionismos, debiéramos ser los primeros en practicar la sencillez y la vida simple.

Es una parábola que hay que leer desde dentro y no desde afuera. Para los de dentro más que para los de afuera. Para los de arriba más que para los de abajo. ¿Serán hoy las cosas diferentes? Cada uno tendrá que mirar a su conciencia a la luz de Dios y del Espíritu que guía a la Iglesia.

Fuente
La Iglesia que camina

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