domingo, 25 de enero de 2015

 

LA CONVERSIÓN DE PABLO
"El Dios de nuestros padres te ha destinado para que conozcas su voluntad"
Por el P. Clemente Sobrado
 
 

Hechos de los Apóstoles  22, 3 -16:

“Hermanos y padres, escuchad la defensa que ahora hago ante vosotros.” Al oír que les hablaba en lengua hebrea guardaron más profundo silencio. Y dijo: “Yo soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero educado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel en la exacta observancia de la Ley de nuestros padres; estaba lleno de celo por Dios, como lo estáis todos vosotros el día de hoy. Yo perseguí a muerte a este Camino, encadenando y arrojando a la cárcel a hombres y mujeres, como puede atestiguármelo el Sumo Sacerdote y todo el Consejo de ancianos. De ellos recibí también cartas para los hermanos de Damasco y me puse en camino con intención de traer también encadenados a Jerusalén a todos los que allí había, para que fueran castigados. “Pero yendo de camino, estando ya cerca de Damasco, hacia el mediodía, me envolvió de repente una gran luz venida del cielo; caí al suelo y oí una voz que me decía: "Saúl, Saúl, ¿por qué me persigues?" Yo respondí: "¿Quién eres, Señor?" Y él me dijo: "Yo soy Jesús Nazareno, a quien tú persigues." Los que estaban vieron la luz, pero no oyeron la voz del que me hablaba. Yo dije: "¿Señor, qué quieres que haga?" Y el Señor me respondió: "Levántate y vete a Damasco; allí se te dirá todo lo que está tienes que hacer." Como yo no veía, a causa del resplandor de aquella luz, conducido de la mano por mis compañeros llegué a Damasco.

“Un tal Ananías, hombre piadoso según la Ley, bien acreditado por todos los judíos que habitaban allí, vino a verme, y presentándose ante mí me dijo: "Saulo, hermano, recobra la vista." Y en aquel momento le pude ver. Él me dijo: "El Dios de nuestros padres te ha destinado para que conozcas su voluntad, veas al Justo y escuches la voz de sus labios, pues le has de ser testigo ante todos los hombres de lo que has visto y oído. Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre."

Reflexión

Este año la fiesta de la Conversión de San Pablo cae en Domingo. ¿Será una casualidad o será un signo de la importancia que Pablo ha tenido y sigue teniendo en la Iglesia? El Papa Benedicto XVI con motivo del Año Paulino: dijo una frase bien significativa: “Pablo quiere hablar con nosotros, hoy.” Además destaca tres dimensiones fundamentales en la vida de Pablo: En primer lugar, su centralidad en el Cristo y su valentía en proclamar el Evangelio. En segundo lugar, su “experiencia de la unidad de la Iglesia con Jesucristo. Finalmente, en tercer lugar, su conciencia de que el sufrimiento va unido a la evangelización.

Yo quisiera que hoy destacásemos algunos de estos aspectos leídos desde hoy, desde nuestra realidad.

En Pablo todo comienza con un encuentro con Jesús resucitado que se convierte en el nervio y centro de toda su vida. En segundo lugar, la vida de Pablo no fue nada fácil precisamente por la novedad del Evangelio que anunciaba y predicaba, de modo que debió experimentar el rechazo tanto de los de fuera como de los de dentro, incluso de sus propias comunidades. Finalmente, el sentido de unidad y pluralismo de la teología de Pablo. La teología de Pablo no es una teología abstracta, sino que va haciendo teología desde las realidades concretas de sus comunidades. Se diría que Pablo es el teólogo de la vida, el teólogo de una teología viva. Por eso resulta tan fascinante su figura incluso hoy.
 
Fuente: La Iglesia que camina

domingo, 18 de enero de 2015

 
DISCÍPULOS DE JUAN CONOCEN A JESÚS
«Éste es el Cordero de Dios.»
Por el P. Clemente Sobrado
 
Juan  1,  35 - 42:

Al día siguiente, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: “He ahí el Cordero de Dios.” Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: “¿Qué buscáis?” Ellos le respondieron: “Rabbí - que quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives?” Les respondió: “Venid y lo veréis.” Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Serían las cuatro de la tarde. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Este se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: “Hemos encontrado al Mesías” - que quiere decir, Cristo. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas” - que quiere decir, "Pedro."

Reflexión

Queridos amigos: Un Evangelio, el de hoy, que yo titularía la pastoral capilar o pastoral de contacto o, si alguno prefiere, lo podemos llamar la “pastoral en cadena”.

Alguien tiene que dar el primer paso para que los demás se pongan en camino. Alguien tiene que ser el primero en ver para que los demás se den cuenta.

Primero, es Juan quien reconoce a Jesús. Y Juan lo comparte con sus dos discípulos, estos siguen a Jesús. Y luego es Andrés que va y se lo comunica a su hermano Simón y lo lleva a Jesús. Como veis toda una cadena. Una cadena que comenzó en una simple frase de Juan y que llega luego de una larga cadena de seguidores hasta nosotros.

Si recordáis en la Vigila Pascual es el sacerdote el que primero enciende el Cirio pascual. Luego en ese Cirio encienden sus velas los que acompañan a los sacerdotes o ministros, para luego encenderse todas las velas de la Comunidad que participa.

Con frecuencia todos nos sentimos impotentes para anunciar el Evangelio a los hombres. Es curioso, todos comenzamos por nuestras dudas y hasta nuestros miedos. ¿Y qué hago yo solo frente a tantos que esperan el Evangelio? Y nos olvidamos que alguien tiene que ser el primero. Luego, una vez que se enciende la chispa en ti, comienza a alumbrar a los demás. Si Juan no lo hubiera visto y reconocido primero, los dos discípulos ni se hubiesen enterado y no hubiera pasado nada aquel día.

Pero bastó que Juan lo reconociese y lo anunciase para que comenzase esa cadena de seguidores de Jesús. Hoy no podemos pensar en una pastoral de masas. Hoy tenemos que pensar en una pastoral capilar, de contacto personal. Pero alguien tiene que dar el primer paso. Por ejemplo, tú pudieras ser el primer eslabón de esa cadena. ¿No crees?

domingo, 11 de enero de 2015

 
EL BAUTISMO DE JESÚS
“Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.”
Por el P. Clemente Sobrado
 
 
San Marcos  1, 6 - 11:

Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. Y proclamaba: “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero Él os bautizará con Espíritu Santo.” Y sucedió que por aquellos días vino Jesús desde Nazaret de Galilea, y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasgaban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a Él. Y se oyó una voz que venía de los cielos: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco.”

Reflexión

 “¿De qué te sirve creer en Dios si luego no lo usas?” Marcos comienza el relato del Bautismo de Jesús presentando el exterior de Juan el Bautista: vestido de piel de camello y se alimentaba de langostas y miel silvestre y bautizaba solo con agua. A su vez, nos describe la experiencia interior de Juan: “Viene otro que es más fuerte y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias.” Juan siente que su bautismo es muy inferior al de Jesús que “bautizará con Espíritu Santo”.

De Jesús se nos dice que viene de Galilea, que pide ser bautizado, pero luego nos presenta la interioridad de Jesús: la presencia del Espíritu y la proclamación del Padre confesándolo como su “Hijo amado, en quien tiene sus complacencias”.

El hombre no es solo exterioridad, sino también interioridad. El Bautismo de Jesús es una invitación a entrar dentro de nosotros mismos. A vernos por dentro, a experimentarnos desde el alma y no solo experimentarnos desde nuestro exterior: desde lo que hacemos, desde lo que buscamos, desde lo que los demás quieren de nosotros.

Nos hemos olvidado de lo que llevamos dentro. Nos hemos olvidado que nuestra mayor riqueza no está en la corteza de nuestra piel, sino allá dentro donde estamos habitados por el Espíritu Santo. Nos hemos olvidado que nuestro mayor gozo no es tanto sentir que los demás nos aman, sino sentirnos interiormente amados por Dios, como sus hijos amados, sus predilectos.

Mirémonos cada uno y nos daremos cuenta de que por dentro caminamos como vacíos, como una nuez que por dentro no tiene nada. Como si toda nuestra existencia fuese un simple vivir siempre en la superficie de nosotros mismos. ¿Será por eso que nos falta la verdadera alegría y necesitamos de mucho ruido para sentir que estamos vivos? Y dejo la frase del Papa Francisco: “Y ahora os dejo una tarea para hacer en casa. Cuando hoy volváis a casa, id a buscar bien cuál es la fe­cha de vuestro Bautismo, y esto para festejado, para dar gracias al Señor por este don.” ¿Lo haréis?
 
Fuente: La Iglesia que camina

domingo, 4 de enero de 2015

 
EPIFANÍA DEL SEÑOR
"¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido?"
Por el P. Clemente Sobrado
San Mateo  2, 1 - 12:

Nacido Jesús en Belén de Judea, en tiempo del rey Herodes, unos magos que venían del Oriente se presentaron en Jerusalén, diciendo: “¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.” Al oírlo, el rey Herodes se sobresaltó y con él toda Jerusalén. Convocó a todos los sumos sacerdotes y escribas del pueblo, y por ellos se estuvo informando del lugar donde había de nacer el Cristo. Ellos le dijeron: “En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta: Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres, no, la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un caudillo que apacentará a mi pueblo Israel.” Entonces Herodes llamó aparte a los magos y por sus datos precisó el tiempo de la aparición de la estrella. Después, enviándolos a Belén, les dijo: “Id e indagad cuidadosamente sobre ese niño; y cuando le encontréis, comunicádmelo, para ir también yo a adorarle.” Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y he aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino.

Reflexión

Queridos amigos: Hoy celebramos la Fiesta de la Epifanía o de los Santos Reyes, una de esas fiestas que suele estar llena de toda una serie de adornos externos que, con frecuencia, nos hacen perder el verdadero sentido de lo que celebramos. Por ejemplo, los camellos, los tres Magos y toda una tropa de gente que los acompaña. Esto es parte de la fiesta, pero no son ellos la fiesta. La verdadera fiesta es la manifestación de Dios a la humanidad y lo más maravilloso es que Dios se manifiesta a los de que vienen de lejos, antes que a los de cerca. Con esto, Dios rompe la cárcel donde lo tenía aprisionado y como en propiedad privada la religión de la Ley. Era el Dios del pueblo, pero de sólo ese pueblo, no de los demás pueblos. Resulta que la Epifanía es la revelación de Dios a los demás pueblos, manifestando así su universalidad. Desde entonces ya no podemos decir “mi Dios”, “nuestro Dios”, sino el Dios de todos.

Uno de los gestos que suele pasar como desapercibido es lo que nos dice el Evangelio de Mateo: “Cayendo de rodillas, le adoraron.” Hacemos hincapié en los dones de oro, incienso y mirra, pero se nos cuela eso de “postrándose le adoraron”. “Cayendo de rodillas, le adoraron.” La adoración como la auténtica actitud del hombre frente a Dios.

A Dios le rezamos mucho, pero le adoramos poco. A Dios le pedimos muchas cosas, pero le adoramos poco. Dos gestos que ponen de manifiesto la auténtica relación entre el hombre y Dios: “ponernos de rodillas delante de Él” y “adorarlo”. Y lo más estupendo: adorar a Dios contemplando tan solo un niño como cualquier otro niño del barrio. Un niño nacido en la pobreza de un pesebre.

La adoración significa admiración, rendimiento, pasmo frente al misterio. Un misterio que solo podremos aceptar de rodillas. Es posible que este sea para muchos de nosotros el problema de nuestra fe. Nos ponemos de rodillas, pero adoramos poco. Guardamos poco silencio en el corazón para contemplar el misterio. Los Magos no hablan, no dicen palabra, adoran en el silencio.
 
Fuente: La Iglesia que camina
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