sábado, 6 de febrero de 2010

LOS NUEVE MONSTRUOS… ESTAN AQUÍ
¡Jamás, señor ministro de salud, fue la salud
más mortal…!


Estos contundentes versos pertenecen al poema “Los nueve monstruos” de César Vallejo escritos en noviembre de 1937 en medio de las trincheras republicanas de la guerra civil española, sin embargo, parece que hubieran sido escritos hace unos días luego de leer los titulares de prensa que daban cuenta de que en el Hospital Sabogal se “equivocaron” y le amputaron, primero, la pierna sana a un anciano de 87 años para luego amputarle la otra que estaba enferma.

Me pregunto ¿cuál será el límite de nuestra insensibilidad?, y es que creo que ya no se trata del caso concreto, que de por si es monstruoso, sino que el nivel de conciencia social de nuestro pueblo está tan disminuido que pasado el titular y lo impactante de la noticia, cerraremos los ojos hasta que venga el siguiente titular, bizarro y truculento, que nos recuerde que “el Perú avanza”.

Evidentemente, algo anda mal, muy mal entre nosotros; algo que va mas allá de las responsabilidades individuales que se “solucionan” metiendo preso al culpable, aquí hay un grave deterioro estructural que ha hecho posible que los pacientes enfermos se transformen en “clientes” por obra y gracia del sacralizado “mercado”. Poco a poco, como la mancha de aceite que primero es pequeña y luego nos damos cuenta que cada vez es más grande, así, de la misma forma, nos vamos alejando del que está a nuestro lado hasta que lo humano deja de ser humano y el anciano y el niño se vuelven un estorbo sobre todo si son pobres; nomás ayer pasaron la noticia de que una criatura de tres años perdió una pierna como producto de una negligencia médica en Essalud, la madre del niño reclamó ante el seguro para que asuman su responsabilidad y lo único que consiguió fue que los “traumatólogos” de Essalud le confeccionaran un muñón de yeso con un palo de escoba en el extremo para que la criatura se desplace.

Hace algunos años lo viví en carne propia cuando internaron a mi suegro de 75 años en el Almenara por un infarto al corazón, primero le hicieron un cateterismo y luego lo operaron a pecho abierto para hacer un by pass en una de las válvulas; hasta aquí todo fue correcto y los protocolos médicos se cumplieron, sin embargo pasados cinco días de la delicada operación le dieron de alta y lo trasladaron a su domicilio en Independencia sin reparar que además del infarto era un paciente diabético, el hecho es que a los tres días la herida se infectó y dos días después mi suegro murió por una septicemia, muerte que pudo haberse evitado si hubiera continuado hospitalizado en un adecuado ambiente estéril.

Dime cómo tratas al niño y al anciano y te diré cuan humano eres, por que son estos extremos los que enmarcan ese trecho existencial que llamamos vida. Al respecto, me viene a la memoria una historia que me contaba mi madre cuando era pequeño:

“Había una familia que tenía su casita y vivía el papá, la mamá, un pequeño de 5 años y el abuelo paterno de 80 años, el abuelo no tenía casa y era viudo así que su hijo le dio un cuartito para que viva, sucede que el papá tuvo un ascenso en el trabajo y le aumentaron el sueldo y entonces comenzó a comprar cosas nuevas; el abuelo debido a su edad tenía el pulso tembloroso y rompía frecuentemente las lozas y los vidrios y de cuando en cuando echaba a perder algún radio o grabadora; la esposa constantemente se quejaba ante su marido alegando que ya no sabía qué hacer, mientras tanto, el abuelo escuchaba entristecido estas discusiones hasta que llegó el día que le dijo a su hijo:

- Gracias por dejarme vivir en tu casa pero no quiero seguir estropeando tus cosas así que lo mejor será que me marche; el hijo, sin mucha convicción, replicó:
- Pero dónde irás.
No te preocupes, dijo el abuelo, no faltará algún amigo que me de una mano y sino es así iré a algún hospicio, lo importante es que tu y tu esposa no discutan mas por mi culpa.
El hijo no insistió para que el abuelo se quede y le dijo al pequeño, que desde su cuarto escuchaba la conversación:
- Hijito trae una frazada para que el abuelo tenga con qué abrigarse por que ya se va.
El niño obedeció y de un armario tomó una frazada y, al mismo tiempo, de una gaveta cogió unas tijeras y delante de sus padres cortó la frazada por la mitad.
El padre se enfadó y le recriminó al pequeño:
- Por qué has hecho esto, ahora con qué se abrigará el abuelo; entonces el niño le contestó:
- Papá, es que la otra mitad la guardaré para cuando sea mayor y tenga que dártela a ti cuando te eche de mi casa”

Comprendamos que no todo lo soluciona el mercado, no todo tiene precio ni debe generar ganancia, sobre todo cuando de vidas humanas se trata, y que el otro también existe y tiene los mismos derechos humanos de ud. y yo. Queda, pues, un largo camino para desentumecer nuestras mentes y entender que el ser humano solo podrá sobrevivir como ser social, demos el primer paso hoy.

Señor Ministro de Salud; ¿qué hacer?
!Ah! desgraciadamente, hombres humanos,
hay, hermanos, muchísimo que hacer.
(“Los nueve monstruos”
César Vallejo – 1937)

Mario Domínguez Olaya

2 comentarios:

  1. Mario, no solo en el aspecto del cual tratas en tu artículo. Estamos llegando a un nivel en donde el ser humano, el hombre como creación divina está decayendo en valores y en su relación con sus semejantes. Consideración y "ponerse en la lado del otro" sería lo más adecuado para salir del "pantano".
    Mis felicitaciones Rocco

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  2. Sr. Delfín

    Empezar un comentario con la frase "ESTA ES LA VERDAD..." y cerrar el mismo con otra frase sonora: "NO SEAN CIEGOS..." deja muy poco espacio para un saludable intercambio de ideas y opiniones;
    asumo que Ud. es parte del cuerpo médico y quizás se haya sentido aludido por lo mencionado en el artículo de mi autoría, humildemente debo decirle que comprendo su punto de vista y comparto las puntualizaciones que hace sobre las cortinas de humo y la corrupción. Sin embargo, si apartamos las telarañas del prejuicio y el fundamentalismo se dará cuenta que el verdadero sentido del artículo no era hacer una crónica sobre el anciano al que amputaron sus piernas, sino un modesto intento de poner sobre la mesa el sentido ético general que tan venido a menos está en los últimos tiempos independiente de los casos concretos, que solo se aluden para graficar el nivel de la anomia que vivimos. Por mi parte procuro siempre mantenerme al margen de las "verdades" macizas e inamovibles y menos aún creer que soy el "único" vidente en un mundo de ciegos, solo pretendo poner mi granito de arena en la gran tarea de rehumanizar al ser humano.

    Mario Domínguez

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