HACE OIR A LOS SORDOS Y HABLAR A LOS MUDOS
Hay sordos a quienes nosotros hemos les hemos taponado los oídos con nuestros prejuicios contra Dios, contra la Iglesia, contra la conciencia.
Por el P. Clemente Sobrado
San Marcos 7, 31 - 37:
Se marchó de la región de Tiro y vino de nuevo, por Sidón, camino del Lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Le presentan un sordo que, además, hablaba con dificultad, y le ruegan imponga la mano sobre él. Él, apartándole de la gente, a solas, le metió sus dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Y, levantando los ojos al cielo, dio un gemido, y le dijo: "Effatá", que quiere decir: "¡Abrete!" Se abrieron sus oídos y, al instante, se soltó la atadura de su lengua y hablaba correctamente. Jesús les mandó que a nadie se lo contaran. Pero cuanto más se lo prohibía, tanto más ellos lo publicaban. Y se maravillaban sobremanera y decían "Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos."
Reflexión
Sordos, ciegos y mudos parecen ser una de las preocupaciones de Jesús. Ya sabemos que, sobre todo los sordos y los ciegos, suelen ser imágenes muy utilizadas por los Profetas de Israel para indicar la sordera del que no escucha o no quiere escuchar la Palabra de Dios, ni quieren ver las señales de Dios en la historia.
Hoy la historia es de un sordo que, además es prácticamente mudo. Dos situaciones humanamente dolorosas. Porque ser sordo y mudo implica vivir aislado. Vivir ensimismado sobre sí mismo, desconectado de los demás. E igualmente dolorosas espiritualmente porque significa que tampoco escuchamos a Dios en nuestro corazón. ¿Os imagináis la soledad de quien ni se puede comunicar con los hombres ni con Dios?
Pero hay detalles en el relato que pudieran ayudarnos mucho. En primer lugar diera la impresión de que el sordo y mudo, no vive demasiado preocupado con su soledad y aislamiento.
Son otros, los que se preocupan. Dice el texto que "le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar". Se trata de un gesto de bondad por parte de los demás.
Bello signo de la misión de las comunidades y de cada uno de nosotros. Porque también hoy, en torno nuestro, no faltan los sordos que no nos escuchan y que necesitan de ayuda, tal vez que alguien les regale unos audífonos. Pero son muchos más los que no escuchan a Dios, ni a la Iglesia, ni a su propia conciencia. Y es responsabilidad de la comunidad, acercarlos a Jesús para que meta sus dedos en sus oídos y puedan escucharle y escucharse.
Hay sordos de nacimiento. También hay cristianos sordos de nacimiento porque nadie les enseñó a escuchar a Dios y a su conciencia y a la Iglesia.
Hay sordos a quienes nosotros hemos les hemos taponado los oídos con nuestros prejuicios contra Dios, contra la Iglesia, contra la conciencia.
Creo que sería el momento de tomar nota de estos sordos y también de nuestras responsabilidades para con ellos. ¿No les parece?
Fuente
La Iglesia que camina
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