EN EL MES DE OCTUBRE
Revalorizar la religión popular
Octubre en que de morado se engalana Lima…así reza el vals, y efectivamente Lima (y muchas otras ciudades, como puedo dar fe por mi último viaje a la región San Martín) se viste de morado para expresar su devoción por el Señor de los Milagros. Es una buena ocasión para reflexionar sobre el significado e importancia de la religión popular. El término es ambiguo, intento referirme al fenómeno de nuestra fe católica vivida de determinada manera por amplios grupos de la población, que se identifica de manera evidente con una manifestación que incluye fe, inserción cultural, memoria histórica, proyección, fiesta. En el Perú no es sólo el Señor de los Milagros; todo pueblo de la sierra tiene su fiesta patronal; hay también manifestaciones que abarcan amplios territorios como la del Señor de Cachuy en Yauyos, la Virgen de la Candelaria en Puno, el Señor de Qollur Riti en Cusco, y muchas más, a la que asisten fieles no solo del Perú sino desde el extranjero.
No falta la tentación entre quienes tienen un pensamiento intelectual de minusvalorar la religión popular considerándola una fe de segundo orden, o en casos extremos acusándola de idolátrica. Es un error de análisis y que además impide apreciar el fenómeno en toda su plenitud y en su posibilidad de acercar a la gente a una fe más personal. Por ello vale la pena considerar algunos factores de esta manifestación.
En primer lugar, toda devoción popular tiene un origen histórico; y no olvidemos que la Revelación de Dios se da siempre en la Historia. Ha habido un acontecimiento que toca no sólo a un individuo (pues en ese caso moriría con la persona y sus allegados) sino a un amplio grupo social; es todo una colectividad que se siente interpelada y da una respuesta. Es imposible desligar el Señor de los Milagros de la comunidad afro descendiente en situación de menosprecio y esclavitud por un lado, y por otro con el recuerdo del Dios Pachacámac (que controlaba los temblores en la cosmovisión pre hispánica). El origen histórico concreto hace que las personas se identifiquen. Ese es el segundo factor: la identificación, el sentirse parte de un grupo amplio que celebra al mismo Dios. Identificación que se expresa en una serie de símbolos comunes que hermanan y ayudan a la cohesión, y en maneras de organizarse que van más allá de la estructura oficial eclesiástica. En el Señor de los Milagros el color morado, las cuadrillas; en Qoyllur Riti los pabluchas, las cofradías.
Caracteriza a la religión popular el deseo de hacer algo, de tomar parte; no es una pertenencia pasiva, pide al fiel actuar de alguna manera. El “acompañar” al Señor de los Milagros dejando actividades personales, caminar descalzo o llevando una cruz, ofrendar flores…en el caso de la Candelaria es la cuadrilla de danza que de manera incansable expresa la fe. Este deseo de acción podría canalizarse para acciones de solidaridad social con una buena catequesis.
Un sentimiento importante es de ubicación ante Dios. El fiel se siente pequeño, necesitado, y por ello recurre a Dios; si el Evangelio dice que el peor pecado es el de la soberbia, el creerse autosuficiente y no sentir la limitación humana, la religión popular es un antídoto a ella.
Por último quisiera resaltar la celebración. La religión popular, y así debería ser siempre toda autentica expresión de fe, es festiva. Puede tener un componente de arrepentimiento y conversión, pero siempre acaba celebrando. Cuando uno se siente parte de un grupo, se identifica con él; cuando siente que Dios se hace presente en la propia vida y lo ayuda, lo LIBERA, la consecuencia innata es celebrar, gozar. Ojalá toda experiencia de fe nos hiciera celebrar, pues a veces nuestros cultos más parecen velorios que un encuentro con el Dios de la Vida.
Si bien hay aspectos por purificar en la religión popular, aprendamos sus aspectos positivos para vivir de manera más integral nuestra fe.
Juan Borea Odría
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