sábado, 17 de septiembre de 2011


ORGÍA EN LA SELVA

El rey león gobernaba con garra de hierro a sus súbditos, imponía su ley y nadie osaba siquiera pensar en contrario a los designios del soberano.

La jungla entera se rendía a los pies del rey león, había establecido no sólo un estilo de vida sino una rutina y un orden inamovible; cada uno de los animales sabía cuál era su lugar y nadie se entrometía en lo que su vecino estaba haciendo, sobre todo era muy cuidadoso de la moral y buenas costumbres del reino, y había prohibido terminantemente la mezcla entre especies diferentes, el sexo estaba reservado estrictamente a los períodos de celo, y todo ello bajo su atenta mirada.

Claro está, que por muy inmarcesible y poderoso que era el león, éste sabía muy bien que no podía estar en varios lugares al mismo tiempo y solucionó este flanco débil haciéndose de una corte lacaya que se desvivían por estar a su sombra. Pero de todos ellos la hiena risueña y carroñera se volvió en incondicional y oficiosamente se dio a la tarea de ser los ojos y oídos del rey en toda la sabana, ella se encargaba de espiar a todos los súbditos y de informar al rey del más mínimo desorden en el reino y de alguna opinión contraria a los designios reales de su majestad el león.

Si algunos monitos se reunían sospechosamente con otros animales ahí estaba la hiena tomando nota de lugar, fecha y hora; si el cocodrilo conversaba con alguna gacela en lugar de comérsela la hiena ya estaba tomando la foto probatoria, si los pajarillos cantaban canciones con mensajes de protesta la hiena estaba detrás de algún árbol grabando a escondidas las nuevas melodías y así, la hiena se convirtió en la soplona del rey y se ganó la antipatía de todos los animales de la jungla.


El león miraba con satisfacción su reino, pero llegó el momento que se sintió saturado y cansado, la hiena que además de ir delatando a los otros animales se encargaba de darle masajitos a las pezuñas del rey le dijo al león en el tono más sumiso posible:

- Su majestad, ¿por qué no se toma unos días de vacaciones y se da un viajecito relajante?
- Y mi reino, ¿cómo lo voy a dejar solo y descuidado?, contestó el león.
- Yo podría hacerme cargo en su ausencia, además nadie más que yo sabría que su majestad se fue de vacaciones.
- Creo que tienes razón hiena, ahora mismo me voy por una semana, lo dejo todo en tus manos.

Y el león partió más allá de la jungla hacia un lujoso resort turístico; pero lo que él y la hiena no se habían percatado es que mientras ellos sostenían esta conversación un monito curioso había oído todo encaramado oculto en un árbol y de inmediato usando la radio bemba esparció la noticia por toda la jungla y ya todos estaba enterados que el león no estaría por una semana entera. Se desató el júbilo total, una semana de libertad y un mandril desenfrenado gritó a todo pulmón:

- ¡Aprovechemos y hagamos una orgía!, y todos a coro respondieron:
- ¡Que empiece la orgía! y el paisaje de la jungla cambió de inmediato, todos los deseos reprimidos se desbordaron y se armó un todo contra todos; un monito copulaba con un jabalí, la cebra con una jirafa, hasta la pantera se aventuró a nuevas experiencias con un puercoespín y no solo eran parejas sino que se fueron armando tríos e intercambios.

La sabana entera se convirtió en un verdadero desmadre y la hiena asomó su hocico y se dio cuenta que ella no podría detener esta vorágine de lujuria y se dijo:

- Si no puedes con ellos úneteles. Y esbozando su mejor sonrisa se quiso integrar a la orgía y de inmediato el monito dejó su faena con el jabalí y gritó:
- ¡Vete de aquí hiena soplona! si no estuviéramos tan ocupado en lo nuestro ya te habríamos hecho pagar.

Y la hiena no lo pensó dos veces y se fue con el rabo entre las piernas, corriendo para alcanzar al rey león, y le dio alcance a unos pocos kilómetros contándole el despelote que se había armado. Y corriendo el león regresó a su reino y de lo alto de una roca vio impávido la descomunal orgía que discurría a sus pies y gruñó paralizando los ímpetus de sus sorprendidos súbditos:

- ¡No puedo ausentarme un instante y ya convirtieron mi reino en chongo!, yo que siempre me esforcé en inculcarles la moral y la abstinencia en el sexo, ¿no ven que pueden contraer muchas enfermedades? todo esto es una degeneración; y dirigiendo su mirada al burro que aún mantenía su entusiasmo incólume se volvió a dirigir al resto de animales.

- Debería ser más responsables como el burro, que por lo menos se ha puesto un preservativo. Y el burro con una sonrisa nerviosa respondió:
- Su majestad, no es un preservativo, es la boa.

Mario Domínguez Olaya

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