martes, 6 de septiembre de 2011


SUCEDIÓ TAMBIÉN...
Desde hoy y en los siguientes martes, estaré relatando una historia de la vida real. Algo de mi experiencia, casi una autobiografía, pero con matices de ficción para que no resulte tan evidente. Espero que les guste amigos mios:

PRIMERA PARTE
Capítulo uno
EL BAUTIZO

Era el primer día del mes de Abril, y las calles pobladas de uniformes escolares, mostraban una agitación habitual en la apertura del nuevo año escolar. La ansiedad en los rostros de padres y niños que ingresaban al recinto de aquel colegio estatal era característica. Resultaba en una experiencia, para aquel niño de 11 años novedosa y angustiante. El que hacer?, a donde ir?, como será?, y otras interrogantes llenaban su pensamiento a medida que se alejaba de la mano de su madre, que se perdía de su vista a medida que avanzaba hacia la formación ordenada en medio de otros niños, quizás, mucho mayores que él, a juzgar por las tallas y envergaduras, que no le brindaban mayor confianza a primera vista. Augurios quizás nada halagüeños de lo que le tocaría vivir en ese claustro.


¿Es la fila del cuarto C?, Preguntó en tono imperioso, como queriendo mostrar una personalidad segura de primera instancia. La respuesta afirmativa del grupo lo invitó a entrar en la fila, pero cuyo sitio le iba siendo negado a medida que avanzaba, bajo la mirada burlona de otros, que a la mitad de la formación le brindaron un espacio a ocupar entre quienes bien podrían llevarle dos o tres años más de edad.


Retirados ya los padres de familia de la ceremonia inaugural del año escolar, no habrían transcurridos ni cinco segundos de formación cuando sucedió lo inesperado para él, pero si por quienes ya llevaban algún tiempo más en ese centro de estudios.

Estando atento a las órdenes dadas por el instructor de la formación, fue cogido del trasero de manera rápida y abusiva, de forma refleja volteo y vio la cara burlona de todos los que estaban detrás de él. Había sido el agresor uno de ellos de aparente mayor edad que él, lo apodaban Mono quizás por sus facciones medias simiescas, trigueño oscuro de piel, con muchas cicatrices en el rostro fruto del acné juvenil y traumatismos menores que no escaparon del tiempo sin dejar las huellas en un rostro que no olvidaría. ¿Te gustó mamacita?, fue el sonido de guerra que sintió en sus oídos y que lo hizo reaccionar rápidamente, propinándole un tremendo puñete, que provocó la burla del grupo, que no concebía, que ese esmirriado chiquillo pudiera haber reaccionado así, ¡que tienes Con... de tu m… yo soy bien hombre!

Repuesto del golpe, el maleado muchacho, rápidamente cogió al chiquillo por el cuello y antes de proferir sus amenazas u ocasionarle daño alguno, fue interrumpido por la voz enérgica del instructor, ¡Alto que pasa ahí!, sumamente molesto, había observado el momento del golpe, ¡Me ha metido la mano profesor! Exclamó el niño como buscando apoyo y comprensión. ¿Qué’?, Acaso no sabes defenderte?, ¡aquí te vas a hacer hombre… y tú…! quedo mirando al agresor y refunfuñando volteó y entre dientes se alejó dejándose oír, ¡recién comienzan y ya están jodiendo! Volteó y miró a toda la fila y en tono amenazante exclamó ¡Es el primer día de clases, no quiero problemas, una más de estas y los castigo a todos, aquí formamos hombres no maricas!, en los oídos del niño susurró la voz de su agresor diciéndole ¡Ya vas a ver a la salida gringuito de mier…!

No te tengo miedo hijo de P…! fue su respuesta, inmediata e impensada, que al mirar al rival mucho mas fornido y por lo menos una cuarta más alto, sabía que los problemas para el habían comenzado.

Jorge era su nombre y provenía de un colegio parroquial, en el cual él y su hermano mayor fueron muy queridos y sobresalientes alumnos, había vivido todos sus años anteriores en uno de los distritos considerado uno de los mas bravos de Lima, muy a pesar de lo cual consideraría su infancia, como sosegada en la paz de un barrio que poco a poco iba dejándose ganar por las drogas, la delincuencia, el alcoholismo y el bandolerismo urbano, y que en los inicios de tal degeneración, motivó la mudanza de toda la familia, hacia un distrito de mejores perspectivas de desarrollo, de más tranquilidad.

Sabía del lenguaje callejero, la viveza criolla, las broncas, contrastaba eso sí, con su profunda formación religiosa. Fue monaguillo, en la parroquia de su colegio de lo cual se sintió siempre muy orgulloso, y en las procesiones por las calles limeñas, era quien llevaba el estandarte de la parroquia por delante, cantaba en el coro y aspiraba siempre a tratar de sobresalir en cuanta manifestación artística se le presentaba, recitaba muy bien y participando en algunas obras teatrales, llamaba la atención de más de uno de sus observadores.

Sus inquietudes y rasgos de liderazgo se vieron, seriamente comprometidas en el ambiente de ese nuevo colegio estatal. El horario vespertino que le tocó para su mala suerte estaba ocupado por alumnos, muchos de ellos, de mucho mayor edad provenientes de las zonas más marginales del distrito, con costumbres no muy santas.

El profesor Layneker, era el encargado del salón, alto gordo y bigotón, mantuvo el orden en el salón durante toda esa tarde. Llegada la hora del recreo no se apartó del salón, Jorge había entablado el dialogo con otros dos compañeros al parecer nuevos también, se sentía algo tranquilo, hasta que se cruzó por su lado el agresor y su mancha, quienes con gestos lo amenazaron muy sutilmente sin que el profesor llegara a advertirlo. ¡Estas frito pescadito, a la salida te voy a reventar gringuito! Fue la voz del mono al acercársele lo más que pudo.

La tarde había sido aburrida y al tocar el silbato de salida el profesor llamó al orden y la calma para desalojar el salón que el abandonó primero. He aquí el inicio, del vía crucis para Jorgito, ante el tumulto no pudo avanzar a la salida y fue sutilmente relegado al final, eran dos flacuchentos y sudorosos muchachos compinches del Mono que impidieron su paso, quien apareció rápidamente en medio de ellos y cogiéndolo de la camisa rápidamente lo tiró al suelo propinándole tal golpiza que en toda su vida no podría olvidar. Todo había sucedido tan rápido, los dos compinches se habían encargado de cerrar la puerta del salón, el mono cubría con una mano la boca de Jorge y con la otra no dejo de propinarle puñete tras puñete, dejando su ojo derecho sumamente hinchado y un sutil sangrado por la nariz, la camisa manchada, con los botones arrancados por los jalones, fueron el símbolo de su bautizo en ese nuevo año escolar que lo marcaría para siempre.

La luz vespertina iba perdiéndose, en el trayecto a su casa, las voces burlonas, las amenazas del mono durante la golpiza sonaban en sus oídos, caminaba medio zombie el trayecto de regreso a su hogar, cuando al llegar fue saludado afectuosamente por su madre y hermanos quienes al verlo con la preocupación y la rabia de los hechos, acordaron que su madre fuera al día siguiente a quejarse y buscar una solución para la seguridad de coquito, quien solo atinaba a llorar desconsoladamente.

Esta historia continuará..
El Dr. Joe 90

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