jueves, 22 de noviembre de 2012

 
¿ADELANTA LA NAVIDAD?

Se ha iniciado desde fines de octubre el bombardeo publicitario de la campaña “navideña” 2012. En diversos supermercados suena la música ambiental que los medios de comunicación nos hacen asociar a la fiesta, y por supuesto con la invitación para que empecemos a comprar “adelantando” la Navidad.

Podemos comprender a quienes producen cosas y servicios en su deseo de vender; pero es necesario que los creyentes en Jesús de Nazaret seamos capaces de recuperar el sentido de lo que celebramos. Este tiempo que vivimos no es para “adelantar” las compras, sino para meditar sobre el misterio (algo que es incomprensible desde una lógica meramente humana) de un Dios todopoderoso que se hace hombre como expresión comprometida de un amor avasallador.

Dios no viene a invadir nuestras conciencias, sino a proponernos su Reino, su sociedad de vida, amor, justicia, libertad y paz. Y como símbolo de esa propuesta no se hace hombre en un círculo de poder, sino en un pueblo oprimido por el Imperio, y dentro de ese pueblo en un lugar despreciado cultural y socialmente, hijo de un artesano. No es esta manera de nacer algo casual: es una decisión que nos indica la opción que el Señor quiere que asumamos quienes intentamos ser sus discípulos.

Para preparar nuestro espíritu en el entendimiento de este símbolo, y sobre todo para que actuemos de manera coherente, la Iglesia nos propone el tiempo del Adviento; un tiempo que invocamos a todos a utilizar para prepararnos a esa venida.

No se trata de desconocer algunos elementos bonitos y simpáticos que han ido aportando los tiempos a la celebración: por ejemplo la importancia que da la fiesta actual al reencuentro de la familia muchas veces dividida; es una ocasión que los trabajos excesivos, la lejanía en que se vive, van recortando y que las “fiestas” posibilitan. Es bueno también el deseo de compartir (aunque sea esa fecha) parte de lo que tenemos con personas necesitadas. Hay que recoger estos elementos y vivirlos con intensidad. Pero el punto de partida es, debe ser, la contemplación del misterio de Jesús, Dios y hombre que como dice el evangelio de Juan, vino a habitar entre nosotros.
 
Juan Borea Odría

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