
Eran las 6 de la mañana, Ramiro había pasado toda la noche en vela dándole vueltas al asunto para siempre llegar a la misma conclusión: el suicidio.


Cuando llegaron las autoridades y el cuerpo de Ramiro estaba ya embolsado para enrumbar hacia la morgue, el Teniente que estaba a cargo de las investigaciones tomó la nota y la desdobló con cuidado y leyó con detenimiento lo que ahí estaba escrito:


“A quien corresponda.-
Es mi voluntad dejar testimonio del motivo por el cual me quito la vida para que no se culpe a nadie de mi decisión, el hecho concreto es que mi mente está convertida ahora en un revoltijo que hace insostenible mi permanencia en este mundo y brevemente –para que no se aburran- paso a detallar lo siguiente: Tuve por desventura casarme con una bella mujer mayor que yo que era viuda, y las premuras de la pasión me hicieron pasar por alto un detalle, aparentemente inofensivo, pero que sería el inicio de mi calvario y es que ésta tenía una hija, también muy bonita y en edad de merecer, y cuando me la presentó nunca imaginé en el problema que me estaba metiendo.
Es mi voluntad dejar testimonio del motivo por el cual me quito la vida para que no se culpe a nadie de mi decisión, el hecho concreto es que mi mente está convertida ahora en un revoltijo que hace insostenible mi permanencia en este mundo y brevemente –para que no se aburran- paso a detallar lo siguiente: Tuve por desventura casarme con una bella mujer mayor que yo que era viuda, y las premuras de la pasión me hicieron pasar por alto un detalle, aparentemente inofensivo, pero que sería el inicio de mi calvario y es que ésta tenía una hija, también muy bonita y en edad de merecer, y cuando me la presentó nunca imaginé en el problema que me estaba metiendo.


Sin otro particular, me despido de este mundo mas complicado que la Torre de Babel porque ya no sé ni quien soy ni quien seré mas adelante, solo se que una bala me esta esperando y no debo postergar mas esta cita. Ramiro.”
Mario Domínguez Olaya
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