sábado, 5 de diciembre de 2009

EL MOTIVO
Eran las 6 de la mañana, Ramiro había pasado toda la noche en vela dándole vueltas al asunto para siempre llegar a la misma conclusión: el suicidio.

No encontraba otra salida, una a una fue agotando las posibilidades y comprendió que había ingresado a un insoportable laberinto sin salida, rastrilló la pistola y miró por el agujero del cañón la plateada punta de la bala alojada en la recámara, quitó el seguro y colocó el arma en su frente y mientras acariciaba el gatillo que lo conduciría a la tranquilidad de la muerte recordó que cuando menos era justo dejar una nota testimonial del motivo que lo había llevado a esta fatal decisión; dejó el arma sobre el escritorio, tomó un papel, un lapicero y escribió fluidamente y sin temblar algunas líneas, dobló la hoja y la colocó en un extremo visible del mueble cuidando de colocar sobre el un pisapapel para que no se vaya a caer, acto seguido retomó el ritual que había empezado y se escuchó el disparo dejando un eco atronador por todo el edificio.

Cuando llegaron las autoridades y el cuerpo de Ramiro estaba ya embolsado para enrumbar hacia la morgue, el Teniente que estaba a cargo de las investigaciones tomó la nota y la desdobló con cuidado y leyó con detenimiento lo que ahí estaba escrito:

“A quien corresponda.-
Es mi voluntad dejar testimonio del motivo por el cual me quito la vida para que no se culpe a nadie de mi decisión, el hecho concreto es que mi mente está convertida ahora en un revoltijo que hace insostenible mi permanencia en este mundo y brevemente –para que no se aburran- paso a detallar lo siguiente: Tuve por desventura casarme con una bella mujer mayor que yo que era viuda, y las premuras de la pasión me hicieron pasar por alto un detalle, aparentemente inofensivo, pero que sería el inicio de mi calvario y es que ésta tenía una hija, también muy bonita y en edad de merecer, y cuando me la presentó nunca imaginé en el problema que me estaba metiendo.

Llevé a mi amada y a su hija a mi casa para presentarla a mi padre que aunque entrado en años aun se mantenía intacto después de la muerte de mi madre, y sucedió que mi padre se enamoró de la hija de mi mujer y no paró hasta casarse con ella, y aquí empieza lo bueno pues ahora resultaba que mi esposa era suegra de su suegro, y mi hijastra se convirtió en mi madre y mi padre al mismo tiempo era mi yerno. Pero esto no quedaría ahí, ya que al poco rato, mi madrastra se embarazó y parió un varón, que vendría a ser mi hermano y al mismo tiempo nieto de mi esposa de tal manera que ahora yo resultaba siendo el abuelo de mi hermano. Pasó otro tiempito y para complicar más el asunto mi mujer trajo al mundo un hombrecito que al ser hermano de mi madre, también era cuñado de mi padre, y tío de sus hijos. Mi mujer resulta que ahora es suegra de su hija, yo soy el padre de mi madre, y mi padre y su mujer son mis hijos; además, para redondear esta locura, yo acabo siendo mi propio abuelo.

Sin otro particular, me despido de este mundo mas complicado que la Torre de Babel porque ya no sé ni quien soy ni quien seré mas adelante, solo se que una bala me esta esperando y no debo postergar mas esta cita. Ramiro.”
Mario Domínguez Olaya

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