sábado, 4 de agosto de 2012


HABÍA UNA VEZ UN REMOTO PLANETA QUE ALGÚN DÍA FUE AZUL
PARTE  I
“Todos los días la gente se arregla el cabello, ¿por qué no el corazón?”

Alguien me dijo –no recuerdo quién- que aquel planeta oscuro y estéril que continúa circundando el sol, alguna vez albergó un tipo de vida; es el tercero si tomamos como referente central el sol y era el único de color azul en este sistema, había agua en abundancia y mucho oxígeno y de ahí surgió la vida, primero como microscópicos protozoos hasta evolucionar en una compleja entidad conocida como humanos quienes se encargaron, finalmente, de acabar con ellos mismos y con todo aquello que le dio la vida. Aún no lo comprendo y creo que no lo entenderé nunca, pero es una historia fascinante donde lo bueno y lo malo se retroalimentan constantemente hasta alcanzar su síntesis en la destrucción global, en el retorno a la nada y a continuar dando vueltas en torno al sol, al menos hasta que éste siga siendo amarillo, porque cuando se ponga rojo ya no habrá ni siquiera la nada para este sistema solar que habrá llegado también a su fin.

Por algún tiempo se mantuvo oculta esta historia, pero nada puede estar escondido por siempre, poco a poco primero y luego con inusitada velocidad la información fue saliendo a la luz y ahora está allí, al alcance de quien quiera conocerla; a mí en particular me interesó sobremanera tratar de saber por qué estos humanos, teniendo todas las condiciones para seguir evolucionando en todos los aspectos, se zurraron en ellos mismos y lo destruyeron todo.

Cuenta la historia que en aquel planeta que primero se llamó Pangea y luego sería conocido como Tierra, en algún momento, se dio un reordenamiento genético en la naturaleza, y, los cromosomas destinados a configurar el cerebro de un tipo particular de simio comenzó a desarrollarse en cantidad y calidad jamás vista; en poco tiempo, éste simio dejó de ser tal y se convirtió en homínido; su inteligencia innata e instintiva comenzó a enriquecerse con algo que hasta ese entonces era desconocido: sus manos podían prolongarse en instrumentos capaces de modificar su entorno en su beneficio, surgieron entonces las herramientas y con ellas el trabajo; esto por el lado positivo, ya que el descubrimiento de la utilidad de esos mismos instrumentos serían, más adelante, el fundamento inicial de las futuras armas que a la postre acabarían con ellos mismos. Comenzaron a conocer tantas cosas que el conocimiento acumulado pegó un salto y se transformó en sabiduría y muy pronto llegaría el momento que aquel conocimiento dejó de ser mecánico y utilitario, todo ocurrió por los años en que ese homínido dejó de tener cola porque no ya no vivía en árboles y se dio cuenta que ahora sabía que sabía. Había surgido la conciencia de sus actos.

Así como el simio se transformó en homínido, muy pronto éste devino en humano; todas las variables e indicadores auguraban una flecha ascendente en este desarrollo, sobre todo cuando estos primeros humanos se dieron cuenta que la única forma de sobrevivir e imponerse a una naturaleza tan exuberante y al mismo tiempo hostil era viviendo en comunidad, aprendiendo a resolver los pequeños y grandes problemas de la subsistencia colectivamente. Y así transcurrieron varios milenios y la prosperidad de la vida comunal comenzó a generar grandes excedentes y algunos avispados, primero con disimulo y luego abiertamente, comenzaron a apropiarse de éstos y lo que antes era un bloque social comenzó a disgregarse y pronto aparecieron unos pocos que se apropiaron de mucho y muchos comenzaron a carecer de todo aquello que antes era abundante y alcanzaba de sobra para todos.

En un suspiro, como hongos después de la lluvia, surgieron poseedores y desposeídos y el trabajo que era el único medio para amalgamar la comunidad en beneficio de todos, se enajenó y los más ya no trabajaban para vivir sino vivían para trabajar y los menos comenzaron a vivir de la fuerza de trabajo de los más, es decir tomaron presencia en esta historia los explotados y los explotadores; y, como cereza para adornar este pastel, de lo que antes era espíritu de comunidad igualitaria surgió un nuevo fantasma en la sociedad humana: la política para darle el marco “legal y justiciero” a los opresores y oprimidos y junto con ellos la religión encargada de ordenar, a través de sus pontífices, lo que se debía o no se debía creer y para sofrenar a los espíritus libertarios con anatemas, condenaciones eternas y grandes sentimientos de culpa…

(Continuará)
Mario Dominguez Olaya

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