¿SABEMOS DÓNDE Y CON QUIÉN ESTÁN NUESTROS HIJOS E HIJAS?
Acompañemos su proceso de crecimiento
La tarea formativa que papás y mamás han asumido al procrear a sus hijos exige una permanente renovación, pues el ritmo acelerado de los cambios sociales se suma al proceso de rápida evolución por el cual los infantes se transforman en niños, éstos en púberes y luego en adolescentes.
Conforme crecen las chicas y chicos buscarán vivir experiencias, estar en nuevas situaciones que les ayuden a descubrir más mundo y a afirmar su autonomía. Esta búsqueda es inevitable y necesaria, pero debe ser acompañada por docentes y familia para que sea una ruta de desarrollo personal, y no una fuente de frustraciones o deformación que luego los mismos chicos deban lamentar. Los dos polos entre los que se puede transitar en esta tarea son por un lado el dejar hacer al chico lo que quiera, y por otro el control absoluto sobre sus vidas; ninguno de estos polos es adecuado: hay que buscar el equilibrio entre ambos, un equilibrio que no será estático porque será diferente para cada uno de nuestros hijos, y además para cada etapa de vida del mismo hijo.
A lo que no podemos renunciar los padres es a tener presencia en las vidas de nuestros hijos y a darles el afecto y acompañamiento que necesitan para tener éxito en su proceso de autonomía; abandonar esa tarea puede ser cómoda porque evita conflictos en casa (sobre todo en la época adolescente), pero sería una traición a nuestra responsabilidad de la que deberemos dar cuenta a los mismos hijos traicionados, y que tanto ellos como nosotros lamentaremos en su oportunidad.
El tema es buscar las estrategias adecuadas para acompañar; sobre todo en una época como la nuestra en que la nueva estructura familiar y laboral hace que la presencia de los adultos en el hogar sea cada vez más escasa; muchos padres salen temprano del hogar y llegan en la noche, con lo cual por un lado hay poco tiempo de contacto con los niños y niñas, y por otro no se tiene control sobre lo que hacen en las largas horas de ausencia. En el colegio los profesores nos preocupamos cuando sabemos que varios alumnos deambulan horas por las calles, o que se juntan con jóvenes a quienes no conocemos. Es necesario que los padres sepan con quiénes y dónde están sus hijos e hijas en los momentos en que no hay nadie en el hogar. Ayuda mucho poner teléfono fijo en casa para poder monitorear si está o no en ella y qué está haciendo, además de para hacerle saber que lo queremos. No aceptar que vaya nadie, ni siquiera compañeros del colegio, si no hay un adulto que apoye y supervise. Es importante también conocer las relaciones de nuestros hijos; el entorno de un púber o adolescente es clave en su desarrollo, pues a esa edad se es sumamente gregario (se sigue lo que plantea el grupo) y un entorno de amigos puede o ayudar enormemente o hundir a la persona en la mediocridad y los antivalores.
Como es difícil aumentar las horas de presencia adulta en casa, hay que aumentar la calidad de las mismas. Al llegar a casa no ponernos a mirar el noticiero; hay que comer con los hijos e hijas, dialogar sobre cómo le ha ido a toda la familia en el día; jugar algún juego de mesa; salir a caminar; establecer momentos de intercambio; ir juntos a la eucaristía, a actividad cultural o deportiva…son muchas las maneras de actuar si proponemos dar calidad a las horas que podemos disponer para la vida familiar.
Por último recomendamos estimular la participación de los chicos en actividades formativas y recreativas para invertir tiempos libres en que no se tiene control. Hay ofertas de este tipo en los colegios donde los chicos estudian; hay oferta también en otras instituciones (clubes, parroquias, etc.) pero monitoreando siempre si asisten a la actividad programada, para evitar que mientras suponemos que están en un lugar formativo, están en otro lugar que los deforma. Los chicos necesitan espacios de crecimiento y de experimentación; acompañémoslos sin ahogarlos, pero dándoles las posibilidades que sus aventuras se coronen con el éxito.
Juan Borea Odría
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