sábado, 5 de septiembre de 2009

HABLANDO DE LOCOS

Recuerdo que hace algunos años, una noche, tomé la 73 en Jesús María en dirección a San Juan, iba yo de pié y a la altura Javier Prado un muchacho de unos 18 años se paró a mi lado y comenzó a conversar conmigo, en realidad inició un brusco monólogo sobre temas astronómicos, me hablaba de constelaciones, planetas y satélites; me pareció un poco extraño pero su discurso era coherente y al parecer documentado ya que me hablaba de medidas estelares y citaba con fluidez la teoría de la física cuántica y los agujeros negros de Steven Hopkins, cuando al cabo de varios minutos me dijo casi entre dientes y en tono conspirativo -como para que solo yo lo oiga- algo que me sacó por completo de cuadro:

- Amigo, usted me inspira confianza y lo que le voy a decir es estrictamente confidencial, quizás estas sean mis últimas palabras y no deben llegar a oídos de los gerontocéfalos. Sepa Ud. –prosiguió- que he descubierto a la espalda de mi casa una mina de meteoritos y hacia allí me dirijo en estos momentos, ahora es Ud. portador del secreto y deberá buscar su propia mina para organizar la resistencia contra los gerontocéfalos, si sobrevivo estaremos en contacto.

Dicho esto, me miró y soltando una sonora carcajada se bajó en el paradero confundido con los demás pasajeros. Comprendí en el momento que este muchacho de aspecto “normal” no estaba en sus cabales y varios sentimientos se entrecruzaron en mi mente al advertir la delgada membrana que separa la razón de la locura y algo más inquietante aún: quién y cómo se establecen los parámetros entre la racionalidad y la esquizofrenia.
Desde los albores de la humanidad los estados alterados de la mente han suscitado diversas interpretaciones, el hombre primitivo al enfrentarse a lo desconocido, atribuyó causas sobrenaturales a la enfermedad mental, y se atrevió a explorar in situ qué pasaba en la cabeza de sus congéneres, prueba de ello son los hallazgos paleontológicos de cráneos trepanados para “liberar” al enfermo del espíritu maligno que lo había poseído; siendo lo más sorprendente que en muchos de ellos tuvieron resultados satisfactorios puesto que en gran número de cráneos se han hallado huellas de cicatrización y de curación de la herida infligida, lo que demuestra que aquella persona sobrevivió.

La Edad Media fue la mas oscura y durante varios siglos se actuaba en el convencimiento de que había una piedra dentro de la cabeza, o un alma condenada, quizás una posesión satánica, algún hechizo, un delito, una conducta antisocial, un vicio... etc. o quién sabe todas ellas juntas. Durante la mayor parte de la historia de la humanidad la locura estuvo íntimamente ligada a la religión y los trastornos psíquicos eran considerados una condena; siendo los enfermos, por lo tanto, culpables; y los encargados de su atención, los inquisidores, eran quienes se irrogaban la elevada misión de librar a la sociedad del mal.

El problema es que locos y cuerdos andamos por ahí mezclados, la lógica de la dialéctica nos señala que todo lo real es racional y todo lo racional es real y que lo general es lo que determina el carácter de las cosas, sin embargo a lo largo de la historia hemos tenido mas de un loco genial y muchos “cuerdos” embrutecidos. Nabucodonosor, artífice de la grandeza de Babilonia, unos años antes de morir enloqueció y se marchó a vivir a la selva como un animal totalmente desnudo y alimentándose con carne cruda; Jerjes, rey de Persia, la emprendió contra el mar a quien mandaba azotar por que no le gustaba el rugido de las olas; Tiberio expandió el poderío romano y a la vez institucionalizó la perversión creando una “Intendencia de Placeres” encargada de proveerle jovencitos de ambos sexos para su disfrute carnal; Calígula desarrollo grandes obras de ingeniería construyendo gigantescos y sofisticados acueductos y terminó asesinando a toda su familia y nombrando senadora a su yegüa Incitatus; Nerón, sobrino de Calígula cultivó el arte de la música y mandó asesinar a su madre Agripina, cuando caía la noche y quería alumbrarse tomaba a dos esclavos (cristianos por lo general) los bañaba en aceite y los encendía como antorchas y al acabó por incendiar Roma mientras tocaba su cítara.

Ya en la Edad Media tenemos “angelitos” como Rodrigo Borgia quien siendo Papa (Alejandro VI) mantenía una relación incestuosa con su propia hija Lucrecia con quien tuvo un hijo; Augusto Comte padre del positivismo sociológico terminó en medio de la locura mística, Louis Althuser también se desquició y mató a su esposa con un martillo, los pintores Van Goth, Modigliani y el mismo Humareda acabarían sus días enajenados, los escritores Stocker y Alan Poe seguirían por el mismo camino y sin duda la lista es mucho mas larga y aún continúa.

Estamos entonces los “cuerdos” en capacidad de señalar con el dedo “tu estás loco”, y encima “sanarlos” para condenarlos a la cordura; en su momento a Leonardo Da Vinci lo tildaron de loco por que imaginó un aparato con alas que volaba y otro que se movía por debajo del mar y más aún cuando lo pillaron robando un cadáver y encontraron otro diseccionado en su taller para poder dibujar los músculos y órganos internos del cuerpo humano, el pobre Leonardo tuvo que deslizar mas de un soborno para estar a buen recaudo de la hoguera de la Inquisición y mantener la imagen de “cuerdo”; entonces sería bueno que reflexionemos sobre algunos versos de la canción de Silvio Rodríguez:

“Hay locuras de allá, donde el cuerdo no alcanza
Locuras de otro color
Que no vale la pena curar
Hay locuras que hicieron el día
Hay locuras que están por venir
Hay locuras tan vivas tan sanas tan puras
Que una de ellas será mi morir”

Mario Domínguez Olaya

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