sábado, 31 de julio de 2010

EL CLUB DE EXCURSIONISMO

Hace algunos días me encontraba haciendo una depuración en mi archivador, eliminaba papeles y documentos antiguos que ya no me son útiles y así dejar espacio para nuevos materiales de trabajo. Este es un proceso que toma su tiempo ya que, como diría Galeano, solo procuro “conservar aquello que merece ser conservado”, no elimino las cosas por viejas sino por inútiles y esto merece el rigor que toda evaluación conlleva; estaba pues en estos menesteres cuando me topé con un sobre amarillento y ajado en el fondo de una gaveta el cual, a primera vista, era todo un candidato para el tacho; tomé el sobre y empecé a curiosear en su interior y aparecen 4 fotos en blanco y negro, casi desenfocadas y mal tomadas pero que me dieron un gran empujón hacia el pasado con la fuerza de tres décadas de antigüedad. Ante mi aparecían las imágenes tomadas en la caminata que hicimos con el Club de Excursionismo desde San Juan de Miraflores hasta Mala por la Panamericana Sur; me trasladé de inmediato a los primeros días del mes de marzo de 1977 cuando tenía aún 15 años y fueron apareciendo atropelladamente en mi memoria personajes entrañables de una experiencia, para mí, única e irrepetible y lo mejor de todo era que en el reverso de cada foto había tenido el cuidado de anotar los nombres de todos los involucrados en esta aventura.

Me uní al Club de Excursionismo entre octubre y noviembre de 1976, estábamos en 3ro. de secundaria y recuerdo que varias veces había visto irritado a Juanito, carajeando a discreción a quien se pusiera a tiro en algún recreo y las formaciones; yo no solía llegar tarde al colegio, pero un día si lo hice y junto con otros 5 ó 6 nos separaron a la espera de alguna reprimenda, lo que si era seguro es que perderíamos las dos primeras horas de clase y luego habría que ponerse al día, cuando de pronto hizo su aparición en el patio Juanito con su clásica chompa verde y su camisa a cuadros, en mi fuero interno pensé -“ya me cagué”- pero para mi sorpresa, y creo también para la de otros, Juanito venía de buen humor, casi alegre, sin ninguna actitud agresiva y comenzó a hablarnos acerca de la importancia de la puntualidad, que no se trataba solo de cumplir un horario sino de un acto de responsabilidad dirigiéndose principalmente a aquellos que tenían costumbre de llegar tarde, pidió opiniones al respecto y el supuesto castigo se convirtió en una conversación horizontal sobre diversos temas.

Ya casi iba a sonar la chicharra del primer recreo cuando Juanito nos dijo que había un grupo de alumnos que los fines de semana y algunas tardes se reunían con él para ejercitarse y salir de campamento, además, también realizaban actividades de apoyo voluntario a tareas comunales en la Ciudad de los Niños; a mí me agradó la idea y le dije que me apuntaba y de esta forma ingresé al Club de Excursionismo; recuerdo que la primera salida, por esos días lo hicimos a Cineguilla en bicicleta un fin de semana por dos días tomando la ruta de La Molina, y ya finalizado el año escolar, en verano, comenzaron los trotes inter diarios en una lógica de menos a más, de lo simple a lo complejo, primero hasta el Parque Zonal, luego hasta la Playa Venecia y llegar corriendo, de un solo tirón, hasta Mamacona, Conchán y San Pedro; eran días que habíamos alcanzado la plenitud de nuestro estado físico y, a finales de Febrero del ’77, Juanito convoca a una reunión con nuestros padres para que nos autoricen a una larga caminata que iniciaríamos un lunes para retornar el sábado siguiente.

En aquella reunión con nuestros padres, Juanito les explicó la importancia formadora de esta experiencia no solo en el aspecto físico (ya de por si saludable) sino, sobre todo, el aspecto volitivo, es decir, la afirmación de la voluntad y el carácter, ya que no existían obligaciones escolares o académicas de por medio sino solo el compromiso consciente de un colectivo que por propia convicción había decidido emprender la marcha y compartir los esfuerzos y alegrías que la ruta nos deparaba ya que si algo caracterizaba al Club de Excursionismo era que se trataba, en lo posible, de economizar al máximo los gastos y obviar lo superficial, al punto que nunca llevábamos carpas e incluso era raro ver alguna bolsa de dormir, lo común era un hule (plástico) y una frazada en la mochila y alguna ropa de repuesto, se cocinaba por turnos en primus y se comía en común y el agua potable se racionaba y cuidaba sobremanera en galones y una que otra cantimplora; además, Juanito había logrado, con hechos, ganarse la confianza y el reconocimiento de nuestros padres y los permisos fueron concedidos.

En principio, la idea inicial era llegar caminando a Cañete, pero en la medida que para la mayoría de nosotros era la primera experiencia de una caminata larga los ritmos de la marcha no eran parejos, además sucedió que a nuestro amigo Rubén Solórzano se le ocurrió hacer el primer tramo de la caminata en sayonaras y en la noche sus pies estaban llenos de ampollas y las sayonaras hechas trizas nos retrasamos más de medio día curando la inflamación de los pies del Loquito y consiguiéndole en Punta Hermosa un par de zapatillas para que pueda seguir caminando, aunque sea a duras penas; finalmente, el resultado fue que solo pudimos llegar hasta Mala y retornar caminando hasta San Bartolo y ahí tomar los buses para Lima.

Fue toda una semana de experiencia viva, avanzábamos en tres grupos (en total éramos 18) reagrupándonos cada 15 ó 20 Km.; el primer tramo lo hicimos hasta el Km. 42 en una playa conocida como La Barcaza (cerca a Punta Hermosa) esa primera noche comimos el fiambre que cada uno llevó compartiendo con algún despistado que se había olvidado de llevar algo o que tenía un rancho misio y organizamos las guardias en postas de dos personas cada hora, al día siguiente a las 6 am. Preparamos el desayuno y a las 7 am. continuamos la caminata hasta Punta Hermosa; por la tarde enrumbamos hacia las proximidades de San Bartolo pasamos en aquella playa casi todo el día y luego no paramos hasta cerca de la garita de Pucusana, recuerdo que paramos un momento en la berma central de la Panamericana y todos nos quedamos dormidos al mismo tiempo (con la carretera de ida y vuelta a nuestros costados) hasta que no sé quién dio rienda suelta a una sonora flatulencia y Juanito se levantó alarmado exclamando: ¡puta madre….! ¡….qué tal pedo!. Las carcajadas generalizadas terminaron por quitarnos la modorra y cruzamos al frente hacia unas lomas para acampar; aquí el problema fue que se nos acabaron las provisiones y recuerdo que nuestro desayuno fueron dos cucharas de azúcar y un vaso de agua que nos aportó las calorías suficientes para llegar a León Dormido, de ahí llegamos a Las Salinas, Chilca y luego Mala, para esto ya era jueves por la noche y, objetivamente, no era posible llegar hasta Cañete en el plazo establecido, así que decidimos regresar caminando hasta San Bartolo donde almorzamos y tomamos los buses que nos retornarían a Lima a eso de las 4 ó 5 pm.

De nuestra promoción, en esta etapa del Club de Excursionismo, compartí aventuras con Carlitos Rodríguez y el Loquito Rubén Solórzano; posteriormente, en otros destinos como El Coloso de Chosica y Marcahuasi se irían incorporando Daniel Zevallos, el Chato Paredes, Carlos Túpez e incluso alguna que otra vez el Gringo Lecaros. En lo particular, esta opción me proporcionó herramientas físicas y emocionales que difícilmente hubiera adquirido en otro lugar y, en este sentido, guardo una gratitud especial a Juanito y a todos los que me acompañaron en esos días de mi primera juventud. Las fotos encontradas definitivamente son aquellas que merecen ser conservadas, el pasado se desborda y se junta con los amigos del presente para recordarme que “Todo pasa y todo queda, pero lo nuestro es pasar” entonces, sigamos haciendo camino.

Mario Domínguez Olaya

________________________________________________________


(1) De izquierda a derecha y de arriba hacia abajo:
- Juan Carrillo- Ciro Alegría- Manuel Rivera- Carlos Rodríguez- Wilfredo Núñez- Miguel Borea
- Mario Domínguez- Germán Frisancho- Víctor Ascue- Abrahamson- Víctor Uribe- Juan Borea- Walter Fumachi- José Luque- Rubén Solórzano- Martín Salvá- Medrano

(2) De izquierda a derecha y de arriba hacia abajo:
- Juan Borea- Carlos Uribe- Mario Domínguez- Wilfredo Núñez- Víctor Ascue- Manuel Rivera-Martín Salvá- Abrahamson- Carlos Rodríguez- Ciro Alegría

(3) De izquierda a derecha y de arriba hacia abajo:
- Víctor Ascue- Manuel Rivera- Carlos Rodríguez- Mario Domínguez- José Luque
- Abrahamson- Germán Frisancho- Walter Fumachi- Víctor Uribe

(4) De izquierda a derecha y de arriba hacia abajo:
- Víctor Ascue- Carlos Rodríguez- Abrahamson- Medrano- Ciro Alegría- Carlos Uribe

4 comentarios:

  1. Que buena memoria Mario "Rocco",momentos y aventuras como las que relataste son las que marcan el inicio de una etapa de nuestras vidas, de compañerismo,amistad y responsabilidad con "palomillada" incluída.
    Martín

    ResponderEliminar
  2. EL LOCO SOLORZANO FUE TAN PERO TAN HUEVAS DE IR CON SAYONARAS A UNA CAMINATA, MEJOR HUBIESE SIDO QUE VAYA DESCALZO,JAJAJAJA. BUENA ROCCO.

    ResponderEliminar
  3. Esas fotos mas parecen de finales del siglo XVIII, pero sirven para reconocer a la mayoría. Gracias Domínguez, ha sido un artículo para recordar mis pasos por el club. Boliche siempre seguirá como el artífice de éstas jornadas ahora y siempre.

    ResponderEliminar
  4. Victor no habrás querido decir "siglo XIX" en vez de "siglo XVIII"? Como olvidar al grupo que me acompañó durante mi participación en el club. Gracias "Boliche".

    ResponderEliminar

Si deseas, déjanos tu comentario

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

TODA LA INFORMACIÓN SOBRE EL PERÚ