VENDETA DENTRO DE LA IGLESIA
Sobre la separación del Padre Gastón Garatea
La semana pasada ha sido muy complicada con esto de los ministros renunciantes y el día de las madres, que una noticia tan importante quedó algo resagada de la escena informativa. Me parece importante el plantearla aquí en el blog, transcribiendo un interesante artículo de Augusto Ortiz de Zevallos que se publicara el lunes 14 en el Diario 16, sobre algo que debemos reflexionar todos los que nos hacemos llamar cristianos católicos.
El sacerdote Gastón Garatea ha expresado su opinión contraria al celibato que todo presbítero debe guardar. Él dijo "a mi modo de ver se ha extendido equivocadamente a todos los sacerdotes. El celibato está bien para los que viven en congregaciones, como yo, pero no para los del clero secular que viven en sus casas". Se le acusa también de estar a favor de algunos puntos de la agenda gay y expresarse dando opiniones fuera de sitio. En medio de las elecciones presidenciales de 2011 hubo una propuesta electoral para legalizar las uniones civiles del mismo sexo que fue apoyada por el sacerdote: "podemos estar en contra de un matrimonio entre personas del mismo sexo, pero una unión civil no hay problema", declaró a la prensa. Con estos argumentos ha sido separado de su cargo como sacerdote de manera tajante e irrevocable, sin el mínimo de investigación.
Esto creo que se hace en replesaria por ser asesor de la dirección de Responsabilidad Social de la PUCP, y como sabrán la Universidad Católica tiene un entripado bien grande con el Vaticano desde hace bastante tiempo.
ESCOGER ENTRE GARATEA Y CIPRIANI
Por Augusto Ortiz de Zevallos
Publicado en Diario 16 (14/05/2012)
No es difícil. Esa opción nos la impone el cardenal, que así pierde y hace perder gravemente a su Iglesia, confundiendo gravemente su papel con el de un sargento de tropa, cuando debería ser un líder ecuménico y dialogante. Debe creer que la Inquisición hizo el bien y que el buen Gastón Garatea merece ser quemado o condenado a morir en el garrote vil.
Cipriani, cuando elogió a Vargas Llosa el día que recibió el Nobel, dejó en claro que no había leído ninguna de sus novelas (se supone que por pecadoras, aunque lisuriento él también lo es), pero aquí está actuando como el jefe de un colegio militar de los años cincuenta. Ni dudas ni murmuraciones.
Así que escoja usted entre Cipriani y Garatea. Es verdad que no soy muy objetivo, siendo un poco agnóstico e irreverente, habiendo escrito aquí antes que a la PUCP esa P de pontificia ni le va ni le viene y si ahora se la descuelgan, quizá sea mejor hacerlo de una vez. Como dice un vals un poco manido, mejor con P de patria que con esa P, si ese es el precio. U otras P, peligrosas.
Esta dicotomía va quedando cada vez más clara con esta venganza mediocre y anticatólica de Cipriani contra un líder de incontestable trayectoria y liderazgo que participó en la Comisión de la Verdad y es asesor del rectorado de esa prestigiosa –hasta ahora– universidad de la que Cipriani quiere ser el gran canciller y apoderarse de todos los bienes construidos encima de la chacra de camotes que generosamente regaló al morir santamente Riva Agüero (cuyos mejores libros, esos de cuando era intelectual y no fascista, los escribió cuando era anticlerical). Además, quiere controlar qué piensan y qué dicen los profesores y si van o no a misa.
Esta persecución en pleno siglo XXI para recuperar las guerras santas es contra los nuevos herejes que él designa, aprovechando el purpurado. Y es ahora contra un líder de la Iglesia progresista, esa que no cree que los derechos humanos sean una cojudez, sino derechos y humanos.
Hay ropa tendida. No es Garatea el primer ilustre perseguido por Cipriani. Antes lo fueron otros como Gustavo Gutiérrez o quien fue el obispo de Sicuani, Albano Quinn, a quien también le retiró el brevete. No debe ser muy agradable enterarse de que ya no puedes hacer lo que haces todos los días (en este caso, Garatea ya no podrá ni hacer misa) al cabo de una vida dedicada al sacerdocio. Deben recordar las persecuciones eclesiásticas hispanas a Fray Luis de León, quien con la frase “Decíamos ayer” indicó su triunfo contra los imbéciles que le habían prohibido enseñar; o el “Sin embargo se mueve” que murmuró Galileo para que no lo echen a la sartén de aceite bendito hirviendo, cuando la tierra debía ser plana e inmóvil para no contradecir a algunos primates bíblicos, esos que creían (y aún hoy hay quienes creen) que la ciencia es pecado. Como los condones, porque el Sida es castigo divino y no hay que quitarle fichas a Dios.
Estos reiterados abusos de poder, medievales e inquisitoriales, se van convirtiendo en la marca de este “liderazgo” de Cipriani, que a este paso va a conseguir que el catolicismo en el Perú juegue en segunda división. Tiene el antecedente célebre del cardenal Guevara, que en los años 50 de Odría –que tanto le gusta, al parecer– excomulgó a quienes bailasen mambo inducidos por Pérez Prado, cuya cara y la de Satanás, sin duda, se parecen.
Y ahora nuestro redivivo émulo se opone a que haya una Iglesia inteligente y contemporánea, que sí crea que las libertades personales importan y que estamos en el siglo XXI, que es diferente del siglo XV. Un ejemplo es el tema de la elección sexual para establecer relaciones civiles. Garatea dijo (y esto le pareció una herejía a Cipriani) que la unión civil homosexual no es objetable. Nada dijo de matrimonio y menos de matrimonio religioso. Y si la Constitución sirve de algo, ¿desde cuándo tiene la Iglesia prerrogativas u obligaciones en el derecho civil?
Así que, puestas las cosas así y debiendo escoger entre cielo e infierno, estoy con Garatea, sin duda, así ya no sea parte de esa respetable grey. Y ya que es Cipriani quien convoca y conmina a estos referendos en los que pierde por goleada, estamos también contra Cipriani.
Si a Ratzinger le quedan neuronas hábiles debería llevárselo a Roma. A ver si llueve. Porque su equipo, los católicos, se van a quedar sin hinchada, mientras nos hinchan a nosotros partes pudendas y pecadoras.
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