sábado, 17 de julio de 2010

LOS FUNERALES DE ALEJANDRO

Un personaje de la historia que me ha causado gran impresión es Alejandro Magno (356-323 a.c.), sobre todo el hecho de que en tan corta vida (murió a los 33 años) haya logrado primero unificar a griegos y macedonios y luego lanzarse a la conquista militar de Persia, casi todo el Medio Oriente y, de no haber muerto, incursionar en Asia (ya había ganado importantes batallas en la India) impulsado por los mitos y relatos que siendo niño había escuchado de boca del propio Aristóteles (que fue su tutor) sobre los mares del fin del mundo a donde quería llegar.

Incluso en el 2004 se hizo una película sobre Alejandro Magno dirigida por Oliver Stone con la actuación de la sensual Angelina Jolie, esta película tuvo sus reveses ya que en la primera versión se aludía explícitamente la relación bisexual de Alejando con el guerrero Hefestión y el gobierno griego de entonces amenazó con demandar millonariamente a la Warner y a Stone si se difundía así la película, debiendo replantearse las escabrosas escenas de bisexualidad explícita.
Nunca se supo la causa de su muerte, desde la malaria, tifoidea o encefalitis hasta un posible envenenamiento se barajan sobre su muerte, lo cierto es que cayó enfermo y sufrió una gran agonía. En esta etapa agónica y consciente que su fin estaba cerca se encargó de disponer personalmente cómo quería que sean sus funerales y convocando a sus principales generales les comunicó tres exigencias para su entierro:

1.- Que su lecho mortuorio sea llevado en hombros y transportado por los propios médicos que lo atendieron que, dicho sea de paso, eran los mejores de su época.
2.- Que los tesoros que había conquistado (plata, oro y piedras preciosas), fueran esparcidos por el trayecto hacia el lugar donde reposarían sus restos.
3.- Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera de la camilla mortuoria que lo transportaría, de tal modo que estén a la vista de todos.

Como toda orden militar esta debía cumplirse exactamente, sin ningún cuestionamiento, sin embargo uno de los generales no pudo reprimir su asombro por tan insólitas exigencias fúnebres y se atrevió a preguntar a Alejandro ¿por qué?.
Y Alejandro, lejos de enojarse ante la transgresión militar, lo miró y le dio la siguiente explicación:
En primer lugar, quiero que los más eminentes médicos carguen mi cadáver para así demostrar que ellos no tienen ante la muerte ninguna autoridad ni el poder de curar.

En segundo lugar, quiero que el suelo sea cubierto por las joyas y tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.

Y, finalmente, quiero que mis manos se balanceen al viento por el camino, para que todos puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos.

Todos nos iremos como vinimos y nada nos llevaremos.

Mario Domínguez Olaya


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